África negra
En EL PAIS del domingo día 5 de febrero he tenido ocasión de leer el artículo de Soledad Gallego-Díaz, titulado África negra en su hora difícil, y que estimo muy acertado y objetivo, coincidiendo en lo que considero la situación real de lo que pudiéramos llamar el poscolonialismo, problema éste que, desgraciadamente, está en sus comienzos.Si examinamos la situación actual, en lo que concierne a las relaciones existentes entre los antiguos países colonialistas y sus excolonias, salta a la vista que aquéllos no se resignan a abandonar la exclusiva e indiscutible influencia que siempre han ejercido sobre ellas, esforzándose en dirigir y condicionar su proyección política, militar, económica, cultural, etcétera, por derroteros favorables a sus propios intereses, sin preocuparse en lo más mínimo de las verdaderas y justas aspiraciones de estos pueblos seudoindependientes, que se ven obligados a girar en la órbita establecida en épocas pretéritas y a las que se hallan inexorablemente encadenados.
Son muchas las voces que se levantan en la actualidad contra la influencia marxista, en diversos países de Occidente, denunciando su intromisión en determinados cotos cerrados hasta hace poco del mundo occidental. La explicación de este fenómeno está basada principalmente en la situación infrahumana a la que han estado y en la están sumidos estos países, derivada del abandono y el olvido olímpico en que han vivido y en su actual período de readaptación, al constatar su actual miseria moral y económica frente al insultante derroche de los países occidentales, que, de una manera tartufesca, fingen apiadarse de aquéllos cuando en realidad sólo tratan de establecer contratos leoninos que les permitan mantener su tren de vida, pese a todo y contra todo sentimiento de humanidad.
Muchos y muy variados ejemplos podrían citarse en apoyo de estas aseveraciones, por ejemplo: Chad, Congo, Líbano, etcétera, por citar los de mayor actualidad.
El resto de los países del Tercer Mundo, que por causas diversas carecen de los recursos económicos que pudieran resultar interesantes para los traficantes del dinero, carece de valor, viéndose por este motivo abocados a una situación trágicamente desesperada, cuyo desenlace, a no dudar, será, en última instancia, la desaparición pura y simple de su población, a menos que ésta no posea unas condiciones estratégicas capaces de llamar la atención de alguna potencia con deseos de instalar sus bases a fin de conservar su hegemonía político-militar en determinado lugar del planeta. /
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