Yuri Andropov, el 'ordenador' del Kremlin
Disciplina, trabajo, un toque de austeridad y ortodoxia ideológica eran las características que definían al líder soviético desaparecido
Apenas dos docenas de líneas en la Gran Enciclopedia Soviética, el título de Héroe del Trabajo Socialista, cuatro medallas de la Orden de Lenín, tres de la Bandera Roja del Trabajo y una de la Revolución de Octubre. A poco más se reduce la biografía oficial de Yuri Viadimirovich Andropov, el hombre que, con 15 años como presidente del KGB, batió todos los récords al frente de la policía política soviética y a quien su enfermedad renal sólo permitió ejercer 15 meses el máximo poder en la URSS.
"Es casi imposible escribir algo de Andropov, el hombre", dijo en una ocasión Zhores Medvedev, hermano gemelo del historiador disidente, Roy Medvedev. El ministro francés de Asuntos Exteriores, Claude Cheysson, que fue el primer político extranjero que se entrevistó con Andropov tras su llegada al poder, comentó de él: "carece de calor humano; es como un computador".La oscura biografía de Andropov, un producto típico del apparatchik que pasó de operador de cine y batelero del Volga a embajador en Budapest, tras estudiar en la escuela de cuadros del Partido Comunista soviético (PCUS), no se aclaró ni siquiera después de su llegada, en noviembre de 1982, a la secretaría general del partido. "Disciplina, trabajo, un toque de austeridad y ortodoxia ideológica" eran las características que le definían, según un experto en kremIinología.
Claro que, de acuerdo con el periodista francés de origen polaco K. S. Karol, "la kreminología es el arte de sacar muchas conclusiones de un número reducido de informaciones"
Cuando era embajador en Hungría, en vísperas de la intervención soviética, se sabe que vestía elegantemente, frecuentaba reuniones de intelectuales y artistas y prodigaba piropos a las mujeres bellas que encontraba en esos círculos, como la esposa de Sandor Kopacs, jefe de la policía política húngara, quien lo contó en un libro. Se sabe también que engañó al entonces primer ministro, Imre Nagy, sobre la inminencia de una invasión soviética y que apoyó al actual líder húngaro Janos Kadar y su línea de reformas económicas.
En Hungría conoció Yuri Andropov a su esposa, Tania, con la que tuvo dos hijos: Igor, diplomático, que es miembro de la delegacíón soviética en la Conferencia sobre Desarme en Europa (CDE) que se celebra actualmente en Estocolmo, e Irina, quien trabaja de periodista en una revista cultural moscovita y está casada con un actor. Andropov vivía en el número 24 de la Avenida Kutuzov de Moscú, en un piso de cinco habitaciones. Una cadena estereofónica y una sofisticada radio de onda corta eran, al parecer, sus únicos lujos burgueses.
Dicen que, a diferencia de Breznev, odiaba las grandes. caravanas motorizadas y viajaba sólo con su automóvil oficial y un coche de escolta. Apenas utilizaba la dacha en las afueras de Moscú que su cargo le otorgaba. Según su hijo Igor, hablaba pasablemente el inglés y, de acuerdo con otras fuentes, le gustaba el jazz, la música de Chubby Checker o Glenn Miller, y una de sus novelas preferidas era El valle de las muñecas, de Jacqueline Susan.
De vocabulario preciso y razonamiento científico, hacía gala de cierto cinismo y humor negro. Cuando un ciudadano británico, de origen ruso, Nicolás Charyguine, fue condenado a diez años de cárcel en la URSS, Andropov comentó: "La reina de Inglaterra no nos va a declarar la guerra por él". Otra vez, en una recepción, ofreció una copa de coñac a un actor, que la rehusó. "Yo que usted la aceptaría; el KGB tiene el brazo muy largo", dijo, medio en broma medio en serio, Andropov. Cuentan que el actor se bebió la copa de un trago.
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