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Tribuna:España y la CEE, bajo la presidencia francesa / y 3
Tribuna
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La necesidad de ampliar el Mercado Común

Andrés Ortega

Evidentemente, no hay dinero, y por eso es tan necesario comprender algo que a veces se olvida con las nuevas prisas negociadoras: la ampliación de la CEE no puede tener lugar sin que previamente, o a la vez, la Comunidad se haya reformado. Pero también, para un país como la República Federal de Alemania, la ampliación puede ser la excusa, de cara a su opinión pública, para aceptar aumentar los recursos propios de la CEE. Aunque quizá, en último lugar, no hay duda de que la ampliación es ya parte del paquete que ha de dar lugar al proceso de reforma de la CEE.La negociación con España puede gozar de "voluntad política" por doquier, pero en el fondo, tratándole de una negociación, para entrar en el Mercado Común, se trata de una negociación comercial en la que nadie hace regalos y que tiene sus propios problemas y dinámica. Evidentemente, Francia ha bloqueado en el pasado el ingreso de España e incluso la negociación, con un solo objetivo: defender sus intereses. Francia no es el único país de la CEE que haya adoptado esta postura, aunque es el país más directamente afectado por el eventual ingreso de España. ¿Hubiera España hecho regalos o no intentado sacar el máximo provecho en su lugar?

España -y Portugal- ha sido la excusa y la necesidad. Es gracias a las perspectivas de una ampliación de la CEE como Francia ha ido consiguiendo puntos en la reforma de los reglamentos comunitarios. Primero fue el vino en mayo de 1982 (y puede volver a serlo antes de que acaben las negociaciones de adhesión). Luego, el nuevo reglamento de frutas y hortalizas en octubre de 1983, con el cual Francia accedió a hablar de la agricultura en la CEE. París ha negociado con habilidad. Pero estas reformas impuestas por Francia beneficiarán a España una vez que esté integrada en la CEE.

El problema de la agricultura

Así se puede decir que hasta hace poco los intereses concretos y sectoriales franceses y españoles coincidían en cierto modo. Y volverán a coincidir en el futuro. Pero en la actualidad, en lo que se refiere al capítulo agrícola, los intereses contrapuestos enfrentan a España y a Francia. Ningún regalo, para empezar, en el capítulo agrícola. La CEE debería presentar en febrero a España su primera toma de postura. Los trabajos se llevan a cabo sobre la base de la propuesta de la Comisión de una integración por etapas para la agricultura española. Es decir, que durante un primer período -de cuatro a seis años- algunos sectores claves, como el hortofrutícola, no participarían del régimen comunitario.

Francia quiere dar una clara imagen, de cara a su opinión pública, de que sus intereses, o los intereses de los agricultores del Midi, ha sido defendidos. Especialmente antes de las elecciones europeas. Por ello es dudoso que se pueda terminar la negociación de este capítulo antes de junio. En medios comunitarios también se sabe que los sectores agrícolas exportadores españoles están dispuestos a pagar el precio de las etapas a cambio de una rápida adhesión, aunque esto no se diga en público. Se sienten suficientemente fuertes para resistir el impacto del ingreso, pues saben que, en cualquier caso, no exportarán menos.

La malicia francesa tiene cierto límite: el límite de sus propios intereses. La respuesta francesa al anhelo español llegará en la cumbre Europea de marzo, sí ésta logra fijar las líneas maestras de la reforma de la CEE. Francia, en la actualidad, sacaría provecho del ingreso de España y Portugal en el terreno de su propio peso dentro de la CEE. El eje París-Bonn ya no parece poder servir por sí solo de locomotora a la CEE. Londres cuenta. Y para que los intereses del Sur estén mejor representados, Francia ha de contar con España. Y mejor aún para París, si toda esta operación se hace bajo su batuta. París recuperaría así el liderazgo de Europa. La prisa por acabar las negociaciones -al final del verano, si es posible- no es una casualidad. Tampoco lo es el hecho de que la unidad de los sindicatos agrícolas francesas parezca resquebrajada, aumentando la resignación a aceptar el principio de la ampliación de la Comunidad. Pero si cambian los intereses, cambiará la situación.

La agricultura no será la única manzana de discordia entre España y la CEE. El capítulo de pesca será aún más difícil de lidiar por parte española, falta de contrapartidas para exigir algo más que las migas que quedan del reparto de las aguas comunitarias que ya se han hecho los diez. Este capítulo plantea también el problema de los acuerdos pesqueros entre España y países terceros, especialmente los que conllevan sociedades mixtas. El período transitorio para la libre circulación de trabajadores será duro de tragar. La cuestión de las patentes plantea igualmente grandes problemas. Habrá asimismo que tratar la reestructuración siderúrgica española.

Desarme arancelario

Y finalmente queda la duración y modalidad del desarme arancelario entre España y la CEE. Este es el verdadero interés económico de países como la RFA y el Reino Unido. En resumen, quedan, a pocos meses vista, y quizá con este agravante, los huesos más duros de roer. A ello hay que sumar el posible efecto del ingreso de España en las exportaciones, de los países del Magreb. Y la situación es delicada.

El objetivo de esta larga explicación no era otro que recordar que el ingreso de España depende de la reforma interna de la CEE -situación que a veces puede olvidarse en la fiebre de las fechas-; de ahí la importancia de la cumbre Europea del 19 al 20 de marzo en Bruselas. La de junio puede llegar tarde. Y recordar después que en la CEE nadie hace regalos. Aquí reina el cambalache.

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