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Tribuna:España y la CEE, bajo la presidencia francesa / 2
Tribuna
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La bancarrota del Mercado Común

Andrés Ortega

Los gastos de la política agrícola común (PAC) han crecido entre 1974 y 1979 a un ritmo anual del 23%, es decir, más rápidamente que los llamados recursos propios de la CEE. Esta situación ha llevado a la CEE a una bancarrota que se sitúa a meses, o incluso semanas, vista. Por ello, urge aumentar los recursos financieros de la CEE. Sin embargo, países como el Reino Unido y la RFA, que tienen sus problemas particulares de contribución, se niegan a dar el visto bueno a un aumento de los recursos de la CEE sin que se haya garantizado su mejor uso, y especialmente economías en la agricultura.

En una época en que diversos Gobiernos tienen que convencer a su electorado para una política de rigor en sus presupuesto nacionales, resulta dificil aceptar aumentar los gastos de la CEE, ya que se necesita, en la situación actual, la ratificación de los distintos parlamentos nacionales. Y no es que estos gastos sean cuantiosos. El presupuesto de la CEE no representa más de un 3% de la suma de los presupuestos nacionales de los diez. Es una cuestión de principios en un ya largo tira y afloja.El presupuesto de la CEE se nutre de cuatro fuentes: en un 57,3% (los datos corresponden a 1982), de una parte -un punto corno máximo- del IVA (impuesto sobre el valor añadido) de los países miembros; en un 32,2%, de los aranceles comunes; en un 7,2%, de los prelevamientos agrícolas (impuestos variables a la entrada de productos de países terceros para garantizar un equilibrio con los precios más altos de los mismos productos de la CEE), y en un 3,3%, de los impuestos sobre el azúcar. La solución está en aumentar la parte del IVA. Pero la RFA se resiste a dar este paso hasta no verse complacida en otros temas, incluido el de la ampliación.

La RFA y, el Reino Unido son contribuyentes netos a la CEE; es decir, en términos contables, dan más de lo que reciben. El caso de Bonn no es nuevo. El de Londres, sí, y en cierto modo la crisis actual de la CEE es una crisis de crecimiento derivada de su primera ampliación al Reino Unido, Irlanda y Dinamarca. El problema británico comenzó a plantearse en 1979, es decir, al final del período transitorio británico en lo que a contribución a la CEE se refiere.

La contribución británica

Londres contribuye con un 24,2% (1982) al total del presu puesto de la CEE. Si no obtuviera el cheque compensatorio -y Londres intenta de una vez por todas acabar con este régimen, que requiere una difícil negociación anual-, el Reino Unido recibiría de este presupuesto solamente un 11,6% del total. La razón es que el Reino Unido es a la vez un gran importador de alimentos (con lo cual contribuye en un 31,1% al total de los prelevamientos agrícolas la proporción más elevada junto a la RFA), pero tiene una re ducida producción agrícola (13,4% del total) y recibe sólo un 10,4% del gasto agrícola de la CEE. La CEE de los seis no estaba pensada para el caso británico. También hay que decir que el principio del juste retour, en el que se apoya Londres, no figura en el Tratado de Roma.

Todo está, pues, ligado, y así lo reconoció en junio la cumbre europea de Stuttgart. La situación es crítica. En el presupuesto de 1984 se alcanzan ya 0,956 puntos del IVA. No queda, pues, dinero, si no se hacen ahorros, ni para una pequeña crisis agrícola. Y el tiempo es escaso. En junio están las elecciones al Parlamento Europeo, y el 1 de abril comienza la nueva campaña agrícola. ¿Con qué precios? La presidencia, francesa del Consejo de Ministros de la CEE parece haber aceptado la tesis de que los precios agrícolas están ligados a la reforma de la PAC. Y de ésta depende todo lo demás.

Los temas están trillados, aunque requieran aún cierto examen técnico. Lo que se necesita ahora es una voluntad política para resolverlos. Todos. En diciembre, en la cumbre europea de Atenas, esta voluntad falló. Hubo acuerdos parciales. Pero el eje París-Bonn encontró su límite de elasticidad. El eje Londres-Bonn funcionó también, y el Reino Unido, representado por Margaret Thatcher -dispuesta a seguir la política del borde del precipicio-, no se quedó solo.

Ahora, la presidencia francesa se concentra en reuniones bilaterales con todos los actores y a todos los niveles. Está claro que esta vez ha de integrar a Londres en su juego e intentar dar cierta satisfacción a los británicos. El Gobierno francés, y más aún su presidente, François Mitterrand, se encuentran con la penosa perspectiva de unas elecciones europeas que se librarán en Francia en torno a la política francesa. Es de pensar que Mitterrand quiera darles un enfoque europeísta, aunque a la vez pida sacrificios a los franceses, especialmente a sus agricultores, en lo que a refcirma de la PAC se refiere.

Este tipo de discurso positivo ha comenzado ya. Con los avisos a los agricultores franceses y con el tono optimista que adoptan los ministros franceses de cara a la reforma de la CEE, quizá para crear ambiente de salvación. Se necesita un acuerdo positivo y concreto en la cumbre europea del 19 al 20 de marzo en Bruselas. La siguiente, la de junio, después de las elecciones, llegaría demasiado tarde. Y en cualquier caso, si no puede haber acuerdo en marzo, ¿por qué habría de llegar en junio? Una vez más hay que repetirlo: si la CEE no pone su casa en orden, España y Portugal no entrarán en ella.

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