Los socialistas descartan un Gobierno de coalición con la derecha, aunque no alcancen la mayoría absoluta
El intento de desplazar a Pujol descansa en buena parte en que los inmigrantes hagan suyas estas elecciones
Confiados en que disponen del electorado potencialmente más numeroso del país, convencidos de que el esquema bipartidista está ya en vías de quedar definitivamente consolidado también en Cataluña y habiendo dedicado una gran parte de sus esfuerzos de cuatro años al análisis de la frustrante derrota de 1980, los socialistas catalanes (PSC) se disponen a mantener un apretado pulso con Jordi Pujol en las próximas elecciones autonómicas, con el objetivo de alcanzar unos resultados que les hagan olvidar pasados sinsabores.Cambio de líder, unidad del partido y mayor construcción de una doctrina propia con respecto al hecho nacional catalán parecen ser las mejores bazas a jugar por el PSC, que necesita recuperar y ampliar su clientela en relación a anteriores comicios si no quiere volver a caer en el desánimo y los errores de la primera legislatura.
Para ello, el nuevo PSC de Raimon Obiols parte de la base de que sólo los socialistas o Convergència tienen posibilidades reales de hacerse con la presidencia de la Generalitat. El esquema, en el planteamiento socialista, reduce el mapa político a dos grandes opciones: derecha -(Convergència i Unió) e izquierda (PSC), que a su vez pueden estar, e incluso deben estar, apoyadas en partidos menores. Para CiU, según el PSC, la única posibilidad de gobernar consiste en pactar un Gobierno con Esquerra Republicana y un apoyo externo, pero tangible y visible, con los diputados que consiga colocar Alianza Popular en el Parlament. Frente a esa opción, sólo cabría oponer, según el mensaje electoral que proyectan, un Gobierno de mayoría socialista o, en su defecto, un Gobierno socialista con inevitable pacto con los comunistas (PSUC), a tenor de los resultados.
El abstencionismo
En todo caso, la ampliación de voto por la izquierda no parece tan importante como la recuperación de un voto teóricamente izquierdista, menos consciente y en absoluto militante, poco cohesionado y apenas instalado en Cataluña, que se abstuvo en las primeras elecciones autonómicas y que dio la victoria, por negligencia, a Jordi Pujol.
El mensaje elaborado para este amplio sector inmigrado consiste en negarle a Convergència la representatividad de toda Cataluña, reduciendo su oferta, a efectos de propaganda, a la de una alternativa de derechas, ajena a los problemas de los trabajadores y dirigida en exclusiva al sector privado del país. "Nosotros no estamos por la conservación de las esencias, sino por el mestizaje", ha llegado a decir públicamente el candidato socialista Raimon Obiols cuando ha querido profundizar en esta línea. Privadamente, Obiols arriesga el comentario de que su partido, el PSC, es el único partido nacional catalán -frente a una Convergència que sólo representa a la mitad de la población catalana-, dado que en su seno y en su electorado conviven, unidos y concordes, amplios sectores de las dos comunidades del país.
La fórmula en este terreno es, pues, la del mestizaje, la de intentar convencer a segmentos no integrados de que con Obiols president Cataluña puede contar con una Generalitat de todos, capaz de potenciar una nueva Cataluña como crisol de nacionalidades y culturas procedentes de distintos puntos de España. Cabe decir, sin embargo, que son mayoría, incluyendo a CiU, los partidos que creen en la teoría expresada en su día por el historiador Vicens Vives de la Cataluña-crisol, aunque las fuerzas nacionalistas confian en que el elemento básico de la alquimia resultante siga siendo en el futuro el esencial del país. La diferencia de táctica entre ambas fuerzas antagónicas en este punto consiste, pues, en una cuestión simplemente cronológica.
El 'bloque conservador'
Pero no es ésa precisamente la idea del amplio sector renovador de Esquerra, que sin desear tampoco un decantamiento total hacia el PSC, mantiene la necesidad de recuperar su espacio propio. Este espacio, fomentado por los socialistas, se vertebraría en torno a un eje procedente de ERC y otros nacionalistas más o menos independientes, con posibilidades de alcanzar un número mínimo, pero significativo, de diputados, cuya coincidencia de voto con la izquierda podría ser frecuente. Y, sobre todo, rompería en parte el bloque conservador que ha venido apoyando al Gobierno Pujol en los cuatro años de la primera legislatura. Al menos simbólicamente, quedaría demostrado que la izquierda no marxista puede acreditar su calificativo de izquierda. Con la ventaja adicional para el PSC de poder contrapesar sus negociaciones con el PSUC, que en definitiva también podría verse abocado a un apoyo poco menos que incondicional.
Obiols, un buen estratega
Obiols, poco dotado para las reaciones humanas externas, se ha revelado en cambio como un estratega extremadamente hábil y preciso en sus previsiones. Líder surgido del PSC-Congrés, ha dedicado gran parte de sus últimos años a consolidar la unidad, precaria en un principio, de un partido en el que apareció al principio como abanderado del sector nacionalista. Actualmente, y casi sin proponérselo, es el dirigente incontrolado de todos los sectores, como alternativa tanto de un Reventós desgastado por la derrota de 1980 como de un Lluch que jugó demasiado alegremente la carta Alfonso Guerra durante la crisis interna por la LOAPA.
El candidato, tímido, aunque sorprendentemente mitinero y capaz de medirse con Miquel Roca i Junyent, es el hombre de síntesis del socialismo catalán y el autor de una nueva teoría nacionalista y de una nueva imagen del partido. Su elección no ha sido solamente consecuencia de la descapitalización del PSC en beneficio del Gobierno central socialista o de los ayuntamientos catalanes. Sus enemigos le acusan de complejo de inferioridad nacionalista frente a CDC y de complejo de inferioridad izquierdista frente al PSUC. Pero lo cierto es que no tiene nada que perder. Todo lo más, los nervios en alguna ocasión.
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