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'La Luna' de Madrid, adelanta la fiesta de fin de año

La revista La Luna de Madrid adelantó el fin de año a la noche del pasado 23 de diciembre con una fiesta 'posmoderna'. Los salones del Palace, laberínticos, se abrían y cerraban al paso de los 2.700 visitantes que acudieron a la fiesta, atraídos más por la atmósfera posmoderna de las atracciones que por el fasto del gran hotel.En la fiesta de La Luna abundaba el negro sobre todas las gamas posibles de colores, disfrazando su oscuridad en brillos de satén, encaje, raso o cuero.

Había cuerpos lánguidos y efébicos, con ojeras precoces curtidas de vicio; escotes de fantasías en uve, entre ellos un pecho descubierto sobre el que flotaban, perfectamente dibujados, unos labios de rojo fucsia. Y había peinados y maquillajes de pasarela, de esos que llevan horas de tocador y litrios de potingues.

Los más rítmicos bailaban, otros se pavoneaban, algunos se dejaban caer desvaídos sobre los suaves sofás y otros invadían literalmente las alfombras persas de¡ hotel, aposentados sobre ellas o tumbados como en casa propia.

Era el asalto de la movida madrileña al Palace en una noche de invierno. Sin más pretexto ideológico que la fiesta, sin más razones que el culto a la trivialidad.

Sobre una pista de baile de puro mármol, mucho más solemne que la de la escena que recoge la película de Bertolucci El último tango en París, parte del público se dejaba llevar al son de la banda de jazz Canal Street.

Una música que inventó, bajo el resplandor mudo de las arañas, los primeros calores y sudores de la noche, los primeros cúerpos descompuestos de risa, las primeras corbatas tiradas por el suelo, la antiestampa del Palace y de su mundo etéreo. Antes habían actuado Loquillo y los Trogloditas para abrir boca y como aviso previo.

A medianoche salieron al escenario las Vainica Doble, con su humor sano e inteligente y su música regocijante y cotidiana. No defraudaron sus míticas canciones a sus seguidores, una curiosa combinación de progresía reciclada y modernos reconciliados con toda la trayectoria de las Vainicas.

Y, por último, los brujos de la madrugada, Golpes Bajos, aguerridos, rasurados, músculos limpios. No mires a los ojos de la gente, comenzaron a decir Golpes Bajos, para recordar después que éstos son Malos tiempos para la lírica.

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