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Tribuna
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Ortega y la metafísica

La apariencia más que el contenido de la obra del filósofo español José Ortega y Gasset, cuyo centenario se conmemora este año, impulsa a considerarle como filósofo definitivo que impartía definiciones. Esto se debe también a una asombrosa claridad en la expresión. A veces la mucha claridad intelectual se interpreta en el sentido de "haberlo dicho todo". Según este criterio, José Ortega y Gasset, autor de La rebelión de las masas, explica definitivamente cuanto explica, dejando poquísimo margen al glosador y ninguno al intérprete.

Quizá la idea de Ortega, visto como pensador absoluto, se deba, ya lo hemos dicho, a su estilo labrado y perfilado como una gema. El estilo de Ortega tiende, ciertamente, a ser definitivo, pero no su pensamiento. Tampoco quería él que lo fuese, pues no se preciaba de haber puesto punto final al proceso filosófico creador. Ortega no pensó nunca que con él se acababa la filosofía, aunque continuasen los filósofos.De todo filósofo hay que preguntarse, si se quiere comenzar por lo que está en el principio y en la base, acerca de su pregunta fundamental. ¿Cuál es la pregunta, entre todas las preguntas posibles, que descubre lo que hay de fundamental en el pensamiento sistemático de un filósofo? Siempre aparece o subyace en todo pensador una pregunta fundamental que es la clave del sistema o el hilo conductor de un pensamiento.

Mi intención es demostrar que Ortega fue un filósofo que a veces cultivó el ensayo, pero no un ensayista que se aproximó a la filosofía.

¿Qué es la vida?

La pregunta fundamental de Ortega, formulada del modo más general posible, es la de ¿qué es la vida? No pregunta el filósofo sobre el ser, sino sobre un hecho sin el cual el ser no tiene sentido. Todo lo que es está referido a la vida. Todo cuanto es tiene la posibilidad de su plenitud antológica en el hecho de vivir. Vivir es la primera vivencia.

Por consiguiente la pregunta acerca de la vida, puede reducirse a esta otra más concreta y fecunda: ¿qué es vivir? Porque la vida es siempre un hecho.

En español puede entenderse y explicarse esto mejor que en otros idiomas. En español, cabe decir que el ser está. Así aparece la respuesta fundamental a la pregunta de ¿qué es vivir? Vivir es ser estando (y siempre) en proyección. Todo cuanto es, es con referencia a la vida que es ser-estar proyectado, esto es, viviendo.

Ortega insinúa el estudio sistemático, que no llegó a hacer, sobre los modos del estar, que en cierto sentido sería el estudio de los modos del ser, pero sólo en cuanto todo ser está, incluyendo al pensamiento que también tiene su modo de estar. El modo de estar de todo ser vivo es peculiar, distinto al de los seres que tradicionalmente se llamaban inanimados. Vivir es estar vivo y esto significa esencialmente supervivir.

Para entender el concepto de supervivencia en la filosofía orteguiana es imprescindible tener clara idea, en cuanto en este punto la claridad es posible, sobre lo que significa "proyecto".

"Yo y mi circunstancia"

Cuando Ortega dice "yo soy yo y mi circunstancia", está diciendo yo soy un ser que es estando, a lo que hay que añadir que el ser-estar se manifiesta en los seres vivos como proyecto de seguir siendo-estando, es decir, que sobrevivir implica un proyecto de vida. La idea de proyecto, a su vez, no se explica bien sin la idea de de-venir y la reflexión sobre el devenir está fundamentalmente ligada en Ortega a sus lecturas bergsonianas. Bergson fue para Ortega autor preferido y admirado.

La transformación de las ideas de Bergson en la filosofía de Ortega es tan profunda como la propia influencia de Bergson, que fue mucha y a mi juicio muy clara. El análisis bergsoniano, que sirvió de camino y apunta a Heidegger, Ortega lo utilizó como método subjetivo de carácter introspectivo para conocer que me percibo deviniendo, de tal manera que el ofrecimiento inmediato de mi conciencia es el devenir, aunque sigue un proyecto que hace que mi devenir sea vida. Vida, devenir y proyección se confunden.

El ser-estar en cuanto proyecto es un acto que se cumple para un fin, fundamentalmente para que la vida tenga sentido. La vida es proyecto o está proyectada y en este sentido tiene sentido.

Pero permítaseme que al Regar a este momento discurra brevemente sobre la grandísima deuda intelectual de Ortega con la cultura alemana de preguerra, y a través de Ortega, de la deuda de la cultura española respecto de la alemana.

Los dos mayores movimientos de renovación cultural que ha habido en la España contemporánea, el krausismo de una parte y de otra el impulso metafísico y la grandísima curiosidad e inquietud intelectual que provocó la labor personal de Ortega y de la Editorial Revista de Occidente, están estrechísimamente ligados con la cultura alemana y, concretamente, con la filosofía.

Ortega se sobre-saltó, si me permiten esta expresión, al ponerse en relación con la cultura alemana de modo directo. No hay más que leer su paupérrima tesis (de 1912, si no recuerdo mal) sobre el milenio y los milenaristas y compararla, después de un silencio de años, con sus escritores posteriores al impacto alemán.

Se notó éste no sólo en el pensamiento, también en el lenguaje. Ortega hizo cuanto pudo, que no fue poco, por enriquecer y flexibilizar el idioma español, adaptándolo al modelo lingüístico alemán en cuanto a separar los prefijos del sustantivo y del verbo con el fin de subrayar su sentido primigenio.

El sobre-salto de que hablábamos antes lo sufrió Ortega al encontrarse en un ambiente cultural cuya densidad filosófica era en cierto modo comparable al de la antigüedad clásica en sus buenos momentos. La filosofía seguía siendo, para muchos intelectuales alemanes, salvación, en cuanto se formulaba en cosmovisiones que daban sentido al mundo. El filósofo español se impregnó, por decirlo de algún modo, de este ambiente, para lo que estaba mental y psíquicamente predispuesto, e incorporó lentamente a su peculiar metafísica vitalista mucho de lo que la Alemania de entonces le ofrecía.

Aunque quizá no sea el momento más oportuno, permítaseme decir que una de las razones principales del actual desconcierto del mundo está en el descrédito de la filosofía fundamental sustituida por el torpe pragmatismo norteamericano.

Ojalá volviéramos a tener fe en los valores sostenidos por una concepción filosófica del mundo. El espíritu se enriquecería y la convivencia se llenaría de sentido.

catedrático, es alcalde de Madrid.

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