La derrota de Arafat
DURANTE BASTANTE tiempo, tras la creación del Estado de Israel, el mundo consideró que el problema palestino consistía en alimentar a unos refugiados en unos campamentos; a lo sumo, en unos terroristas que mataban en aeropuertos o secuestraban aviones. Arafat ha desempeñado un papel esencial para dotar al pueblo palestino, en los territorios ocupados de Cisjordania y en la diáspora, de un sentido de patria; para crear una organización política, pluralista pero centralizada, y fuerzas militares, y para convencer a la opinión mundial de que los palestinos tienen unos derechos, sin satisfacer los cuales no parece posible que se resuelvan los conflictos de Oriente Próximo. Ello no quita que Arafat haya cometido graves errores, que su arrogancia y su maquiavelismo hayan dañado, y no en pequeña medida, la propia causa que defiende. Ahora ha salido de Trípoli, con 4.000 combatientes fieles a su persona y a su política, en barcos griegos, con protección naval francesa y al amparo del pabellón de las Naciones Unidas. Presentar esa evacuación como una victoria sería ridículo. Arafat, después de su ruptura con Siria, fue a Trípoli convencido de que encontraría suficientes fuerzas militares, y, sobre todo, alianzas y presiones diplomáticas a su favor, para conservar sus posiciones en Líbano. Tales presiones, y en particular la de Arabia Saudí, han servido sólo en el sentido de evitar la destrucción física de Arafat y permitir su evacuación. Éste sale, pues, de Trípoli derrotado, aunque no liquidado: con vida, con una parte de sus fuerzas, y con un fuerte reconocimiento internacional.¿Qué puede hacer ahora Arafat? Ya no tiene un lugar en el frente de posible contacto militar con Israel; tampoco le queda ningún santuario donde estructurar la vida política palestina y el entrenamiento de sus fuerzas militares. Vuelve a un exilio mucho más total. Los miles de combatientes, dispersos en ocho países árabes, están condenados a esperar, y cada vez con menos esperanzas. Un factor importante a tener en cuenta es el de que, cuando se produjo el ataque de los disidentes de Al Fatah, movidos por Siria, contra Arafat, la inmensa mayoría de las poblaciones y fuerzas políticas palestinas, bajo la ocupación israelí lo mismo que en el exilio, incluidos muchos de sus adversarios, se colocaron a su lado como presidente de la OLP. Con ello, la operación de Siria de crear otra OLP supeditada a sus intereses no parece que pueda materializarse. Pero Arafat va a tener que hacer frente a fuertes críticas por parte incluso de quienes le han defendido. En las semanas inmediatas se van a celebrar reuniones de los principales dirigentes de la OLP. El desasosiego es patente; cunde la impresión de que no basta el optimismo gesticulante; de que hace falta elaborar, de cara a la celebración, en primavera probablemente, de un Consejo Nacional Palestino (lo equivalente a un Parlamento en el exilio), una política clara.El viaje que Arafat se apresta a realizar a numerosos países, además de una operación de prestigio, demuestra que se orienta a intensificar sus esfuerzos por buscar soluciones políticas; se anuncia la reanudación de sus conversaciones con el rey Hussein de Jordania. Pero las condiciones han empeorado considerablemente; la crisis de Líbano ha cerrado los caminos que parecían abrir se para el problema palestino. Con la nueva alianza establecida entre Israel y EE UU, éstos han abandonado en la práctica el plan Reagan, que preveía una federación jordano-palestina en los territorios de Cisjordania y Gaza, previamente evacuados por las tropas israelíes. Shamir está acelerando los asentamientos judíos en Cisjordania para crear una situación, de hecho, cada vez más irreversible. Cualquier aproximación a las resoluciones votadas por la ONU parece muy lejana, y por tanto, la posibilidad de un proceso de paz que lleve al reconocimiento de Israel por los países árabes y a una satisfacción política de las reivindicaciones palestinas. En esas condiciones, y por mucho que Arafat se esfuerce en ese sentido, será muy dificil que entre combatientes privados de horizonte político no se den tendencias al extremismo y a la violencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.