Dos supervivientes vuelven 24 horas después al lugar del suceso, donde han "nacido de nuevo"
Los dos primeros jóvenes que lograron salir de la discoteca Alcalá 20 por una claraboya situada junto a la puerta principal del establecimiento, que rompieron con ayuda de los bomberos, por el que entran los cables eléctricos de alta tensión y los grupos electrógenos, volvieron en la madrugada de ayer al lugar del siniestro "porque necesitábamos regresar aquí y comprobar que ya estaba todo tranquilo, porque lo de ayer fue una pesadilla".Fernando Molina, que ayer cumplió 23 años -"he vuelto a nacer", comentaba-, y Alfonso Barrera, de 27, estudiantes de tercero de Derecho y tercero de Historia, respectivamente, no pudieron resistir la tentación de regresar al lugar de la tragedia de la que ellos salieron ilesos milagrosamente. En la madrugada de ayer comentaron con los miembros del retén de la policía que vigilaba la fachada del local siniestrado lo sucedido 24 horas antes.
Fernando Molina y Alfonso Barrera habían llegado a la sala acompañados de dos chicas. Estaban sentados en la parte derecha de la entreplanta del local, lo que eran los antiguos palcos del cabaré.
Alrededor de las 4.45 horas comenzaron a oler a quemado. "Nos dio tiempo", dice Fernando Molina, "a ponernos los abrigos y las bufandas, mientras veíamos el fuego. En cuestión de unos segundos", continúa, "nos vimos envueltos en una marabunta de gente. Intentamos apagar el fuego con sifones, pero el humo nos mataba por segundos".
Los dos jóvenes intentaron salir al través de la puerta principal, subiendo por el salón que da al guardarropa y de ahí a la escalera que sube hacia la salida, pero entre el bullicio y la aglomeración perdieron a una de sus amigas. "La gente", comentan, "comenzaba a tragar humo y estaba histérica; todqs se agolpaban junto al guardarropa y ahí se creó un gran tapón".
"Nos dimos cuenta de que la gente moría"
En ese momento y a oscuras -al parecer, el grupo electrógeno, que debía haber funcionado automáticamente nada más apagarse las luces del local, falló por causas hasta ahora desconocidas-, 15 personas, entre ellas los dos citados y una de las chicas que les acompañaban, cayeron rodando a un pequeño cuarto. "Oímos los gritos de la gente y escuchamos los lamentos de desesperación.Nos dimos cuenta de que estaban muriendo. Notamos una columna de aire y llegamos a un pequeño pasillo por donde llegaban desde el exterior los cables eléctricos del grupo electrógeno; tuvimos mucha suerte porque podíamós haber muerto electrocutados".
Desde ahí, Fernando Molina y Alfonso Barrera subieron los primeros por un estrecho agujero mediante unas escalerillas y, posteriormente, agarrados a los cables eléctricos, llegaron hasta el final del túnel que va a dar a la calle, junto a la entrada principal.
"Las paredes del túnel comenzaron a recalentarse y nosotros empezamos a golpear con una barra lo que luego supimos que era el suelo de la calle, junto a la puerta de entrada al local; la gente de fuera nos oyó e inmediatamente los bomberos picaron el suelo y logramos salir cuatro por nuestro propio pie".
Fernando Molina llevaba colgada a su espalda a su amiga, cuyo nombre no quiere revelar "porque debía haber ido a su casa muy pronto, y si sus padres se enteran le van a montar una gran bronca".
Posteriormente, ún bombero, que luego resultó herido, bajó por el agujero y logró sacar a las otras 11 personas que esperaban abajo y que comenzaban a asfixiarse. "Poco a poco la discoteca se quedó en silencio".
"Nuesta primera reacción fue pensar que salía la gente y que posiblemente podía haber muerto alguien por aplastamiento, debido al embudo que se había creado en el guardarropa y en las escaleras que suben hacia lla puerta principal; los bomberos nos dijeron que no nos preocupáramos porque ya había salido todo el mundo y sólo había un muerto; fue entonces cuando nos asustamos y les preguntamos: '¿Pero cómo va a haber salido ya toda la gente si nosotros hemos dejado a más de 100 personas encajonadas en el guardarropa?'".
Posteriormente pudieron observar cómo los bomberos y los miembros de las policías Nacional y Municipal iban sacando cadáveres del interior del local. "Fue una situación indescriptible; hemos sabido lo que es el humo y lo que es una tragedia ante la que eres impotente".
Fernando Molina y Alfonso Barrera se quedaron junto a la puerta de Alcalá 20 hasta las ocho de la mañana. "La gente nos abrazaba y lloraba; no se oían más que gritos como: '¿Dónde está mi amiga?', '¿dónde están mis . hermanos?', etcétera; fue un auténtico horror".
A las ocho de la mañana, los dos jóvenes se fueron a sus casas. Veinticuatro horas después volvieron al lugar del siniestro "porque no podíamos resistir la tentación de observar que todo se había calmado y que la pesadilla había pasado ya. Hemos vuelto a nacer".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.