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Bolívar y la esclavitud

Dentro del proyecto de Bolívar de emancipación total del Nuevo Mundo (del río Grande para abajo) figuraron, por supuesto, las Antillas Mayores, y muy especialmente Cuba y Puerto Rico.La primera referencia al desgajamiento de estas dos islas del tronco hispano la encontramos en su histórica Carta de Jamaica (1815), donde esboza ya su magna construcción de una sola América con los pueblos que tienen por lengua (junto con las aborígenes en no escasa proporción) el español. Ahí, en ese documento medular de su pensamiento, dice concretamente: "Las islas de Puerto Rico y Cuba, que entre ambas forman una población de 700.000 a 800.000 almas, son las que más tranquilamente poseen los españoles, porque están fuera del contacto de los independientes. Mas, ¿no son americanos estos insulares? ¿No son vejados? ¿No desean su bienestar?".

Aparte del aislamiento marítimo, que las ponía "fuera del contacto de los independientes", ¿cuál era, fundamentalmente, el problema de estas dos islas caribeñas que a los ojos de Bolívar las mantenía ajenas al movimiento lilbertario continental y en una actitud pasiva? El problema de la esclavitud, de la servidumbre negra, de la presencia del africano en su suelo. Criollos blancos (como Bolívar) y en no pocos casos adinerados (como Bolívar también) habían acaudillado, a partir de 1810, el alzamiento contra la metrópoli ibera. En Puerto Rico y Cuba, su criollidad blanca, dueña de ingenios (fábricas de azúcar) y de millares de esclavos, no quería ni oír hablar de separación de España por miedo, mejor dicho, terror, a verse convertidas en nuevas Haití. El fantasma que recorría el Caribe a la altura del estrecho de la Florida venía de África, tenía el color negro y arrastraba cadenas que remachaban sus muñecas y tobillos.

Que aquí estaba el nudo gordiano que impedía la incorporación de las Antillas Mayores a la "guerra inevitable" (Martí) no lo ignoraba en absoluto Bolívar. No se le escapaba el espinoso "asunto racial". Pero, como Martí más tarde, no lo eludía, sino que lo tomaba por las astas. Sin capitalizarlo, tampoco lo marginaba. Perú participaba igualmente de ese conflicto, y en su célebre misiva jamaicana el Libertador incide así en su mal: "El Perú, por el contrario, encierra dos elementos enemigos de todo régimen justo y liberal: oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está corrompido por sí mismo".

En su concepción de lo que para él es América está, asimismo, inmersa, sumergida hasta lo más profundo, su simbiosis racial: "Nosotros somos un pequeño género humano (subrayado mío, C.L.)". Es decir, un conglomerado de hombres distinto al resto de la humanidad (que no antípoda ni opuesta a ella), y en esta otredad es, sin duda, esencial la estructura étnica: "...No somos", añade Bolívar, "indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles". ¿Y los negros? ¿Cuál es su lugar en América? Parecería que los ha ignorado, pero no es así. A propósito de Boves, que peleó al lado de España y con sus humildes llaneros -indios, mulatos, cholos, zambos- puso en serio peligro la liberación de Venezuela, aborda el tema frontalmente: "En Venezuela", vuelve a escribir desde su exilio en Kingston, ciudad inglesa sólo de

Pasa a la página 12

Bolívar y la esclavitud

Viene de la página 11 "nombre, africana de entrañas, no ha existido una verdadera guerra de razas a pesar de Boves. Los merodeadores son gente pobre y oprimida. Son también gente de color; los opresores ricos son blancos; el conflicto civil es esencialmente económico. Deshágase la mixtificación del rey, adoctrínese al pueblo en la idea de la nación y los hombres de color se unirán a los criollos".

Petion, el mulato presidente de Haití

De Jamaica, donde ha buscado refugio para que su presencia en Colombia no sea pretexto de guerra civil, pasa a otra antilla (ésta íntegramente negra, de punta a puño, sin siquiera las escasísimas salpicaduras encarnadas británicas de Jamaica), Haití, pues su plan de retornar a tierra firme se ve frustrado cuando el general español Pablo Morillo toma Cartagena (de Indias), luego de un largo asedio, y varias centenas de patriotas que la defendían tienen que echarse al Caribe. Con ellos se topa Bolívar en pleno mar y juntos ponen proa a Les Cayes, puerto sureño del antiguo Santo Domingo francés.

Lo acoge fraternalmente Petion (que quiere decir pequeño, y es mulato -padre francés, madre africana, comme d'habitude en las colonias-, y ha sido esclavo, y ahora gobierna la parte meridional de la mitad de la isla, pues en el norte reina Henri Cristophe, antiguo cocinero de la ciudad de El Cabo que se ha proclamado a sí mismo "Bienhechor de la Nación y Primer Monarca Coronado del Nuevo Mundo"). Petion, tristemente, trata de levantar una república agrícola en la porción de suelo que dirige.

"Un negro generoso lo ayudó cuando ya no lo quería ayudar nadie", contaría Martí luego a los niños de América, y la importancia de esta sencilla frase dentro del contexto cubano de entonces (1889) es enorme, pues el racismo era también un obstáculo en contra de su independencia. De igual manera, Waldo Frank, en su biografla de Bolívar Nacimiento de un mundo, refiere que el presidente haitiano "otorgó asilo a todos los refugiados en Les Cayes y toda la ayuda posible mientras formaban su expedición". Y hace esta aguda observación: señala que Bolívar "comprendió que el presidente era un hombre firme, dentro de su gentileza".

Aquí hay que añadir que, como estadista agudo que era, Petion se daba cuenta de que al no tener Haití ninguna nación amiga en el orbe (era la república negra a quienes todos temían) necesitaba ayudar a crear alguna que le fuese favorable.

Pese a las amenazas que Morillo le hace llegar a Port-au-Prince, puso a disposición de Bolívar, alguna artillería, fusiles, granadas, municiones y cinco goletas con un cañón en la proa. Finalizando mayo de 1816, siete embarcaciones, de las cuales sólo dos podían ser propiamente llamadas naves de guerra, bajan por el rosario de islotes del arco antillano, rumbo a Venezuela, llevando a bordo a 250 hombres nada más (no los 2.000 que voceó Bolívar para que llegara a oídos enemigos...), "todos ellos oficiales, el esqueleto de un ejército".

A cambio de este respaldo -valiente y valioso en extremo en aquellas circunstancias-, Petion sólo le pidió a Bolívar que cuando triunfara aboliese la esclavitud en su país.

La petición era innecesaria, pues habría sido un monstruoso contrasentido en este águila andina desencadenar pueblos, patrias, naciones y mantener hombres en servidumbre. De mucho antes había dado pruebas de un proceder irreversible, desde que en 1812 hiciera dejación de todas sus fincas en favor de sus hermanas, y María Antonia manumitiera a 300 esclavos suyos, que de inmediato se unieron al ejército republicano.

Ahora, al desembarcar en la isla Margarita, ante las costas de Venezuela, reafirma no sólo la palabra dada a Petion, sino sus convicciones democráticas más raigales: alienta a sus pobladores a que permanezcan unidos, "dando libertad a sus esclavos". Y agrega el historiador norteamericano que, en esa ocasión acuñó Bolívar una sentencia que medio siglo después repetiría Lincoln: "Nuestro país no puede ser libre y esclavo al mismo tiempo".

Que ésta era convicción irrenunciable de Simón Bolívar se confirma en el discurso que pronuncia el 15 de febrero de 1817 al inaugurar el Congreso de Angostura. Refiriéndose al tipo de Gobierno que ha de darse este germen de fusión hispanoamericana, expresa meridianamente: "Un Gobierno republicano es, ha sido y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes y la proscripción de la esclavitud...".

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