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Liberalismo y AP

Se está forjando en España una derecha política que no existe, y el mejor cine mudo de esa pugna, como decíamos ayer aquí, es el intento de los liberales por encontrar un sitio en el camping de Fraga. Pero no hay sólo cine mudo y verbalismo silencioso, sino una profunda paradoja política que nos inquieta. El liberalismo, a fin de cuentas, es una fuerte y ancha corriente de pensamiento político que nos viene de muy atrás, mientras que el fraguismo es un helado de tres gustos, o de mil gustos, para complacer a todos: tardofranquismo, presidencialismo, patrioterismo, modernosismo, demagogismo, verbalismo. Pues claro que nuestros liberales de carnet, repartidos en varios grupos, como los amigos que deciden irse a casa en taxis distintos, no hacen sino subirse "a la trasera de las carrozas" del liberalismo histórico, como hubiera dicho Cánovas (a no ser que la frase se la hubiese prestado a Sagasta, por equilibrar el parlamentarismo). Pero, al fin y al cabo, vienen de una ideología, de una teología laica, de una doctrina, de un sistema. Son, en fin, homologables con muchos partidos europeos. El fraguismo, en cambio, o sea AP, no sabemos lo que es. O, mejor dicho, sabemos que es una granderecha que no existe y una "mayoría natural" que se ha quedado en "minimal". El fraguismo es el reciclaje, la recogedura y el arrebañamiento de toda la entropía franquista, más algunos chistes de don Manuel Fraga preparados para la tele, como los de Milikito. ¿Por qué, entonces, los liberales son hoy los mendigos del aliancismo? Pues porque en España queda mucho franquismo sociológico, porque hay cierta derecha que prefiere el hombre a la idea, la marginalia al texto, y porque el liberalismo, que se reclama de la izquierda con roscoff, es hoy de derechas. El verdadero pensamiento liberal español se ha quedado en eso, en pensamiento, sin entrar para nada en las justas políticas. AP, en cambio, es un franquismo sin Franco, un presidencialismo sin presidente y -casi- un fraguismo sin Fraga. Pero tuvieron un mogollón de votos, y esto, sociológicamente, es grave y alarmante. Quiere decirse que hay todavía muchos españoles que votan una nostalgia antes que un proyecto, una imagen antes que una idea, una retórica antes que una dialéctica. Y esto es lo que nos trae a la paradójica situación -puro cine mudo, repito-, de que los liberales, adulterados y todo, hipotecados y todo, tengan que llamar con nudillos de hambre a las puertas de oro de don Manuel Fraga. Socialismo/liberalismo habría sido la ecuación perfecta del momento español, como lo es de otros momentos europeos, pero aquí el liberalismo proyanqui tiene un aspecto colgajoso y lujoso de óxidos, porque ha prevaricado, mientras que el francofraguismo, sin ninguna coherencia intelectual interna, vive entre el palacio y la roulotte, entre la lubina dos salsas y la queimada demagógica, según las circunstancias. Fina paradoja, pues, ésta de que unos cuantos partidos (que debieran haberse fundido en uno solo) de, estirpe liberal (siquiera se hayan quedado en el liberalismo dinerario) anden poniendo el cazo de puerta en puerta, mientras que el partido/mogollón más ilegible de Europa, el fraguismo, es segundo de España y lo que venga. No estando con unos ni con otros, manifestamos, por rubor intelectual, que el liberalismo sabemos lo que es: una cosa presentable ante el mundo y ante la Historia.El fraguismo, por el contrario, es una cosa impresentable, una creación de Fraga, una quema de retales, algo así como los Saldos Arias de la política, que se quemaban en Montera todos los veranos, hasta que les pagaron el seguro.

¿Cómo puede el socialismo, de tan rancia y recia tradición europea, tener y mantener como Leal Oposición a un partido que no se sabe lo que es? Por los votos, claro. Los votos de una derecha poco educada democráticamente sacaron un señor, Fraga, no una idea ni un programa. Y el liberalismo pidiendo a la puerta de las iglesias.

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