14 muertos y docenas de heridos al hacer explosión un coche-bomba en un barrio musulmán de la capital libanesa
Catorce personas resultaron muertas ayer y otras, 83 heridas, según un balance provisional, al hacer explosión un coche-bomba cargado con 150 kilos de explosivos y dos bombonas de gas en un barrio residencial del sector occidental y predominantemente musulmán de Beirut. La onda expansiva redujo a escombros un edificio de nueve pisos. Mientras, la aviación norteamericana reanudó ayer, según la radio nacional libanesa, sus vuelos de reconocimiento sobre el territorio de Líbano, arriesgándose a convertirse en el blanco de las baterías y misiles antiaéreos del Ejército sirio.
La explosión del coche-bomba, que pudo ser oída a las ocho de la mañana en toda la ciudad (nueve de la mañana en la península), dañó también un edificio adyacente un almacén de pinturas. La fácil combustibilidad del material almacenado provocó un inmenso incendio que destruyó una treintena de vehículos e impidió a los socorristas libaneses y a soldados del contingente francés de la fuerza multinacional llegar rápidamente hasta las ruinas para rescatar a los heridos atrapados.Los primeros elementos de la investigación policial indican que el automóvil utilizado para el atentado, un Fiat 132, había sido cargado con 150 kilos de explosivos y dos bombonas de gas que aumentaron el efecto destructivo del estallido. El coche fue después introducido en el garaje de la casa o aparcado justo delante.
El motivo del atentado, que nadie se ha atribuido por ahora, no ha sido descubierto por la policía.
La reanudación de las tareas de reconocimiento por la aviación norteamericana estuvo precedida por una advertencia al embajador sirio en Washington, Rafc Juejati, quien confirmó ayer las amenazas formuladas por la Prensa de Damasco al declarar que Siria no tolerará el sobrevuelo de sus posiciones en Líbano. Este aviso era una respuesta al presidente Ronald Reagan, quien 24 horas antes aseguró que ordenaría nuevos bombardeos aéreos si sus aviones de reconocimiento eran atacados sobre el cielo libanés.
Tras la incursión aérea estadounidense de anteayer, dirigida contra posiciones militares sirias situadas a una veintena de kilómetros al noreste de Beirut, "la lógica misma de la acción del domingo implica que la fuerza aeronaval norteamericana vuelva a la carga" escribía ayer el diario libanés L'Orient-Le Jour haciéndose eco de una opinión generalizada. "Así", proseguía, "será castigada la destrucción de sus dos aparatos derribados por la artillería antiaérea de Damasco y la captura de uno de sus pilotos".
Además de la pérdida de sus dos bombarderos, un Corsair y un Intruder, Estados Unidos va a tener que vengar la muerte de ocho marines de su contingente de 1.800 hombres destacado en Beirut y sometido en la noche del domingo al lunes a un bombardeo ininterrumpido de ocho horas de duración por parte de los cañones de la milicia drusa aliada de Siria.
Un piloto muerto
El copiloto del Intruder derribado, teniente Robert Goodinan, saltó en paracaídas sobre una zona en manos de la milicia drusa que capitanea Walid Jumblat, que lo entregó inmediatamente al primer puesto de control del Ejército sirio. El ministro sirio de Defensa, general Mustafá Tlass, afirmó ayer que "su estado de salud era excelente", al tiempo que confirmaba la muerte del piloto del bombardero, teniente Mark Lange.
Si la destrucción de los aparatos norteamericanos ha sido achacada por los expertos israelíes a su antigüedad y a la falta de experiencia de su tripulación, la muerte de los ocho infantes de Marina -otros dos resultaron heridos- se debe a su decisión de abandonar sin autorización su dormitorio fortificado para dirigirse a una posición de combate en primera línea en la que debían permanecer más de cuatro hombres. La posición fue alcanzada por un proyectil de mortero, según explicó en una conferencia de prensa el teniente coronel Ray Smith.
En su respuesta al prolongado ataque druso, probablemente coordinado con el Ejército de Damasco, el contingente estadounidense dio un paso más en la escalada al solicitar, como ya hizo en septiembre, la intervención de la artillería de Marina contra los cañones enemigos y al disparar, por primera vez, con sus carros de combate M-60 estacionados junto al aeropuerto de Beirut.
La contundente pero militarmente desastrosa actuación norteamericana del domingo ha causado cierta perplejidad y embarazo en los círculos gubernamentales libaneses, que no habían sido advertidos de la iniciativa de Washington. El presidente de Líbano, Amin Gemayel, que regresó ayer de su visita oficial a EE UU, evitó hacer comentarios; el primer ministro Chafic Wazzan se atrevió a criticar la intervención norteamericana con una fórmula ambigua con la manifestó "condenar y rechazar todo aquello que transforma nuestro territorio en un campo de batalla".
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