Consternación
La Iglesia insiste: toda relación sexual que no se encamine al paritorio es un pecado. Consternación general: ¿quién no ha codiciado alguna vez a la mujer o al hombre propios con afán rijoso y no prolífico? A la luz de esta doctrina, hasta el católico de libido más torpe puede descubrirse a sí mismo como un sátiro. Inquietante.De todos los documentos eclesiales, los que más me confunden son aquellos que se refieren al hondo territorio de los sexos. En otros temas, mayormente los de fe, el Vaticano despliega una finura argumental digna del mejor sofista. En estas cuestiones glandulares, en cambio, se me antoja que son mas esquemáticos. Será que la fe es lo suyo, una materia aérea que reinventan los prelados cada día, mientras que el sexo es lo ajeno, una tentación prohibida que se esfuerzan en ignorar cada noche. En cualquier caso, el asunto no está claro. Por ejemplo, ¿es más perversa la cópula de dos solteros con intención de tener hijos o la de un matrimonio con condón? Otrosí, no me parece bien que la Iglesia no tenga en cuenta las diferencias fisiológicas. Es decir, que un matrimonio de fertilidad precaria tiene muchas más posibilidades de ganarse el cielo que un matrimonio prolífico. Los primeros se pueden permitir el lujo de buscar un hijo cada noche, mientras que los segundos corren el riesgo de cosechar una descendencia apoteósica. Un útero caído, una próstata inflamada, unas trompas de Falopio algo raídas pueden resultar así un vehículo idóneo hacia la santidad. Y eso es injusto.
El Vaticano, en cambio, recomienda comprensión para la masturbación y la homosexualidad. No deja de asombrarme esa diferencia de criterio, esa relativa tolerancia ante un sexo que desde luego no procrea y esa obsesión filial ante otros sexos. Quizá sea una tolerancia nacida del conocimiento, porque en la Iglesia, tan apartada del mundo y de la promiscuidad, se da más la tentación de la carne propia o de la del compañero de votos y abstinencias. En suma, al Vaticano le parece menos desordenado el onanismo, que es un placer rigurosamente solitario, y ve el sexo marital como un asunto utilitario y productivo, como un trámite. Qué exento de amor me resulta todo esto: la consternación me abate.
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