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El socialcristiano Caldera reunio en el cierre de su campana una multitud nunca alcanzada por otro candidato venezolano

El color verde de los socialcristianos ganó las calles de Caracas en la recta final de la campaña. Ningún candidato consiguió nunca reunir a tantos venezolanos como se citaron el miércoles por la tarde, en el cruce de las avenidas Bolívar y Fuerzas Armadas, para escuchar el último mensaje del ex presidente Rafael Caldera. Su plana mayor habló de medio millón de asistentes. Un cálculo más realista obligaría quizá a dividir esa cifra por dos, pero habría que revisar también a la baja los 300.000 asistentes que el socialdemócrata Jaime Lusinchi dijo haber congregado 24 horas antes en el mismo escenario de la capital venezolana.

Los dos candidatos afirman tener segura la victoria. Los copeianos, que siempre estuvieron por debajo, dicen que ya se cruzaron las líneas y que ganarán por estrecho margen. Su brujo particular, José Hernández, vaticinó una ventaja de 50.000 papeletas. Los adecos (Acción Democrática) cruzan apuestas, por medio de anuncios breves publicados en los periódicos, ofreciendo diferencias de hasta 800.000 votos. El propio Lusinchi declara que al final habrá una avalancha a su favor y que dispondrá de una ventaja millonaria.Analistas neutrales opinan que la delantera de Lusinchi ha sido siempre demasiado sólida como para ser neutralizada en sólo diez días, pero el repunte de Caldera ha sido tan espectacular que no descartan del todo su hipotética victoria, que en cualquier caso constituiría una enorme sorpresa y un desastre para las empresas de sondeos, entre las que figura una filial de la Gallup. Fuentes solventes han asegurado a este corresponsal que la encuesta más reciente, efectuada la pasada semana por un equipo norteamericano, reducía la ventaja de Lusinchi a nueve puntos. El equipo de los indecisos ha nutrido fundamentalmente las filas de Caldera, ayudado por uno de los errores más gruesos cometidos por el candidato socialdemócrata en las últimas semanas.

Su bravuconada de que estaba dispuesto a regalar a Caldera todos los votos de los indecisos ha sido hábilmente aprovechada por los copeianos. Uno de los asesores de imagen que trabajan con Lusinchi admitió que ésta ha sido probablemente su pifia más grave.

Otros creen, sin embargo, que el fallo más grave de los socialdemócrátas fue la elección misma de su candidato, Jaime Lusinchi, un médico pediatra de 59 años que per tenece al partido desde su fundación, a finales de los años cuarenta. Desprovisto de carisma, con una imagen opaca y un romo discurso, conoce muy bien las interioridades de su partido, en el que ha desempeñado la jefatura de la fracción parlamentaria durante 12 años y la secretaría general por espacio de unos meses, sin haber ocupado nunca ningún cargo en el Gobierno. No es fácil creer que sea el político que necesita Venezuela para superar la crisis actual. Ni siquiera se muestra brillante cuando habla de la desnutrición infantil, tema de su especialidad.

El mejor aliado que haya podido tener Lusinchi ha sido el presidente Luis Herrera Campins. Lo ha hecho tan mal en sus cinco años de mandato, que hay que ser muy calderista para votar por el candidato de su mismo partido. Una encuesta realizada a comienzos de noviembre concluía que el 70% de los venezolanos desaprueba su gestión. A nadie engaña la publicidad de última hora que invade la televisión con imágenes de obras a medio empezar que están siendo inauguradas aceleradamente.

Viejo zorro

Viejo zorro de la política, Rafael Caldera supo darse cuenta muy pronto que Luis Herrera era un pésimo compañero de viaje, y desde el inicio de la campaña oficial (4 de abril) se distanció hábilmente del actual Gobierno. Ha puesto énfasis en que el presidente está exento de disciplina partidista por mandato constitucional, y ha elaborado una plataforma en la que anuncia la inclusión de hombres de izquierda para el Ministerio de Justicia y la Contraloría General y de un independiente vinculado a los adecos para la cancillería.La idea de un Gobierno de integración nacional para una etapa de crisis le ha valido no pocos votos, iricluso en las filas de la izquierda. Al margen de que muchas de sus promesas sean irrealizables, a menos que se produzca un viraje espectacular en los precios del petróleo, el ex presidente tiene un estilo mucho más convincente que su adversario.

Su asesor norteamericano David Garth se ha revelado, por lo demás, muy superior al Joe Napolitan que contrataron sus rivales. Suyos son algunos inventos de gran eficacia, como el programa televisivo Pregúntele a Caldera, en el que la gente de la calle planteaba sus temas al candidato, o la creación de comités de 100 ciudadanos en cada provincia para hacerle requerimientos. Ambos programas van a ser mantenidos si llega a la presidencia.

Su gesto altivo y un discurso demasiado intelectualizado son quizá los dos puntos flacos del perfil público de Caldera, que ha tratado de limarlos con sumo cuidado. Por constraste, Jaime Lusinchi aparece como un hombre del pueblo, se mezcla con su gente.

El sueño de Lusinchi

Lusinchi alimenta el sueño de que cualquier venezolano podría llegar al palacio de Miraflores. Caldera, en cambio, nutre el orgullo de quienes desean ser representados en el mundo por un hombre de gran talla intelectual, conocido yaen los pasillos de la política internacional, capaz de medirse en igualdad con otros estadistas. Igual que ocurre en las campañas norteamericanas: no se juega ningún cambio sustancial en el modelo político.Caldera ha impuesto un tono absolutamente personal a su campaña, utilizando al mínimo la imagen del Comité de Organización Política Independiente (COPEI), desgastada por la última experiencia de Gobierno. Lusinchi ha tenido que ser arropado en cambio por la poderosa maquinaria de AD hasta el final de la campaña. El ex presidente Carlos Andrés Pérez ha descendido a la arena en el último momento para enderezar algunos entuertos de su candidato. Este hecho es analizado por algunos en el sentido de que la victoria podría no estar tan clara.

Idénticos síntomas se advierten en el cuartel contrario. Ni el Brujo, David Garth, se ha atrevido a pronosticar el triunfo de Caldera. El hecho de que éste haya centrado sus últimas intervenciones en el voto útil y en los indecisos, hace pensar también que su esperanza está en un vuelco hacia su nombre de quienes defienden otras siglas sin posibilidades de victoria.

En estas circunstancias, los adecos han exprimido hasta el cansancio el eslogan: "Menos mal que ya se van", aderezado con este otro: "Con AD se vive mejor", tratando de explotar así el hecho real de que las coyunturas internacionales más favorables han coincidido con los gobiernos socialdemócratas.

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