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Los Emiratos Arabes Unidos buscan el equilibrio en su política de defensa

Los asuntos de la seguridad y de la defensa, estrechamente ligados en los Emiratos Árabes Unidos, traen de cabeza a los dirigentes de este Estado, el más rico del mundo gracias a su fabulosa riqueza petrolera, inferior en extensión y 40 veces menor en población a España. Cada ciudadano percibe al año, según las estadísticas, unos seis millones de: pesetas de renta y los ser vicios sociales y el nivel de urbanización son de los más eleva dos del mundo debido a su exigua población y a la iniciativa federal. Por todo ello, el país se ha convertido en un fruto muy codiciado que, además, presenta una extrema vulnerabilidad.

Toda la mano de obra que trabaja en esta federación de siete emiratos árabes, de religión estatal islámica sunnita, con una presencia chiita creciente, procede de países vecinos más pobres, como Omán (hoy en proceso de desarrollo), Pakistán, India, o los más alejados, como Ceilán (ahora llamado Sri Lanka) y Filipinas. La población local, nacida en los emiratos, vive mayoritariamente de las rentas derivadas del avalismo (llamado esponsoreo), regulado por la ley, y que consiste en que cada entidad extranjera que opere en los emiratos ha de tener un representante legal que responde de ella. Por este medio, cada sponsor recibe una cuarta parte del beneficio realizado por la empresa por él representada, lo cual les hace amasar fortunas enormes.En el seno de las fuerzas armadas se cuentan soldados y oficiales de 23 naciones, siendo la local la más reducida. Los omaníes son mayoritarios en las filas del Ejército, hecho muy singular, ya que Omán y los emiratos mantienen algunas diferencias fronterizas sin zanjar desde hace años, como en el oásis fronterizo de Bureimi.

Los efectivos se calculan en 46.000 hombres, bien pertrechados. El sector mejor dotado es la fuerza aérea, con 26 aviones de combate Mirage y los hangares repletos de otros tipos de aparatos, cohetes y repuestos al día. Las compras de material bélico son constantes y los vendedores de armas realizan aquí negocios extraordinarios.

Pero a los jeques de estos emiratos no se los oculta que las soluciones militares no podrían detener una eventual e improbable irrupción militar iraní en la zona.

Negociación y compromiso

Con más de 500 kilómetros de costa hasta el Golfo Pérsico y una población que no supera el millón y medio de personas, inmigrantes incluidos, sin más que una conciencia nacional incipiente y unos parametros mentales sesgados por el localismo de cada emirato, esta federación, lograda por la tenacidad y el pragmatismo de los jeques, con Zayed Bin Sultan Bin Nayhan a la cabeza, se plantea su defensa en términos políticos y negociadores. Consta que los esfuerzos desplegados por los jeques para detener la guerra entre Irán e Irak ocultan la ayuda económica brindada a Irak al principio de la contienda, y hoy los gobernantes de la unión de emiratos cuidan una equidistancia exquisita.

El propósito de los emires es lograr una defensa integrada con el resto de los países de la península de Arabia, pero a un nivel tal que permita conservar su soberanía e impedir una hegemonización por parte de Arabia Saudí, con quien las relaciones son óptimas.

Con este propósito integrador, inicialmente económico y orientado al desarrollo, nació en mayo de 1981 el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), que hoy se plantea el tema de la defensa conjunta como una de las prioridades más relevantes y urgentes.

Tras unas recientes maniobras militares conjuntas, analistas del Pentágono propusieron un esquema que convierta a la zona en una suerte de base logística, un gran caparazón que integre recursos y rutas de actuación antes que efectivos locales. Ello probaría que la idea de crear un ejército zonal resulta descartada, posiblemente por factores similares a los descritos, y corroboraría el propósito de convertir el área en una zona de integración mediante bases en cada uno de los puntos de intérés crucial que la zona tiene. Masitria, Dubai, Balirein y Kuwait, con el firme respaldo de bases saudís, podrían ser algunos de los enclaves buscados., si bien ello requeriría la aceptación de los Estados afectados.Un esquema más amplio es la expansión en la zona de la influencia de la OTAN, a partir de su vértice turco, y con fuertes pilares en Arabia Saudí y Omán. Sin embargo, estos diseños militares tropiezan con serias dificultades políticas que, en ocasiones, los convierten en inviables. El daño causado por la revolución islámica iraní al crédito político norteamericano entre las masas musulmanas de países como Pakistán, unido a la cíclica inestabilidad del Asia media son dificultades esquivables.

Hay que destacar, además, que si bien la URSS cuenta con importantes bastiones de hostilidad en Irán, la revolución islámica de Jomeini supuso la neutralización de este país en el seno de la zona de influencia norteamericana, ventajosa para la Unión Soviética. Por ello, no parece probable que la URSS permita a Estados Unidos desneutralizar Irán y reinsertarlo en su esfera de influencia.

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