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Seis millones de cubanos se alzarán en armas contra una invasión norteamericana, según Castro

La invasión de Granada fue un aviso para las guerrillas salvadoreñas y para los Gobiernos de Cuba y Nicaragua. La concentración, el lunes, de un millón de cubanos, según cifras oficiales, en la plaza de la Revolución fue un mensaje teledirigido a Washington. Ni aquí ni en ninguno de esos países, vino a decir Fidel Castro, encontrará Estados Unidos las facilidades que le dio el grupo radical de Coard, al que calificó de polpotiano. Aunque en esta ocasión no las mencionó, las cifras dadas en su discurso del 26 de julio siguen siendo válidas: seis millones de combatientes se alzarían en armas contra una invasión norteamericana de Cuba.

En varias ocasiones mencionó el presidente cubano la amenaza que se cierne sobre El Salvador, Nicaragua y Cuba, pero eludió siempre definir cuál sería el comportamiento de su Gobierno si se produjera una intervención en alguno de esos países centroamericanos.En relación a El Salvador, dijo que Estados Unidos encontrará allí a unos miles de combatientes, con una unidad más indestructible que nunca, convertidos durante tres años de lucha en unidades experimentadas, que saben luchar y vencer, en proporción de uno a diez, frente a tropas de elite entre nadas y armadas por Washington. En Nicaragua se levantará "todo un pueblo organizado, armado y combativo, que no podrá ser sometido jamás".

Sólo a este último país podría aplicarse la frase de que la experiencia de Granada está siendo estudiada con todo detalle para sacar provecho en el caso de que se produzca una nueva invasión de un territorio en el que haya colaboradores cubanos.

A lo largo de un discurso de hora y media, en el que no faltaron duros calificativos para la política de Reagan (nazi, fascista, cínica, mentirosa), no hubo una sola bravata. Se limitó a decir: "Si vienen, aquí estaremos, con las armas en la mano. Si en Granada necesitaron una división para combatir a un puñado de hombres que luchaban aislados en un pequeño reducto, sin fortificación alguna, a 1.000 millas de su patria, ¿cuántas divisiones necesitarían contra millones de combatientes en su propio suelo, junto a su propio pueblo?".

Redoble de campanas

El dirigente cubano tendió incluso una mano a Washington al apuntar que una guerra contra cualquier país latinoamericano levantaría el sentimiento de toda América contra los agresores y abriría un abismo entré pueblos llamados a convivir dentro de un mismo continente.

Castro puso especial énfasis en el peligro que la actual Administración norteamericana, empeñada en el resurgir de su poderío militar y en alimentar el orgullo nacional, supone, para el resto del mundo. "Las campanas que hoy doblan por Granada pueden doblar mañana por el mundo entero", dijo.

La mayor parte de su discurso estuvo dedicada, sin embargo, a explicar paso a paso la crisis de Granada desde el golpe contra Maurice Bishop. Esa información era ya conocida por el pueblo cubano, porque se publicó con sorprendente puntualidad y transparencia en las páginas de Granma por medio de comunicados al pueblo. El comandante Castro utilizó con habilidad el contraste entre esta comunicación abierta por parte de Cuba y las limitaciones impuestas por la Administración norteamericana a sus propios periodistas.

Dijo que los portavoces de Estados Unidos habían mentido en 19 ocasiones y que 13 de esas falsedades salieron de boca de Reagan. Se irritó sobremanera ante la sugerencia hecha en el sentido de que Cuba tuvo que ver en el golpe de Bernard Coard y la muerte de Bishop.

Aunque no lo afirmó, tampoco ,descartó la posibilidad de que el grupo ultraizquierdista de Coard hubiera sido movido, consciente o inconscientemente, por el imperialismo. Las condenas a esta fracción fueron categóricas, frente a los elogios encendidos de Bishop. Ninguna revolución justifica los métodos de aquellos, añadió.

Las armas que tenían los cubanos, y que habían sido entregadas por Bishop para una eventual agresión, pudieron ser utilizadas en los primeros momentos para modificar la situación interna, pero Cuba, dijo, no podía inmiscuirse en un asunto interno, a pesar de que la revolución granadina se había vuelto indefendible desde el momento en que el Ejército, el partido y el Gobierno se divorciaron del pueblo y dispararon sus armas contra él.

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