800 habitantes luchan contra el abandono en Tres Cantos, el mayor proyecto, de ciudad artificial de España
Los vecinos que ya residen en la nueva ciudad responsabilizan de sus dificultades a la sociedad proiñotora del proyecto, Tres Cantos, SA, formada con mayoría de capital público, a la Unión Territorial de Cooperativas (que actúa como coordinadora e intermediaria de las cooperativas constructoras de cada blóque o torre de pisos de Tres Cantos) y al Ayuntamiento de Colmenar Viejo (administración local de la que teóricamente dependen). Pero cada parte trata de traspasar responsabilidades a las restantes, en un conflicto de difícil solución. Para intentar bus carle una salida, está prevista una reunión entre los tres organismos implicados a finales del presente mes.Entretanto, la vida sigue en la ciudad. Pilar Pavón, muchacha en moto, es la cartera de Tres Cantos. Llueve, "pero prefiero mi chaque tón y mis vaqueros al impermeable oficial", dice.
Es mediodía, y la joven mensa Jera hace el reparto de correspon dencia en este pueblo de calles desiertas, sin ruidos, salvo algún chirrido de los bloques aún en construcción. Un pueblo cuya configuración urbanística se compone de varios conjuntos de blo ques de ocho o 10 plantas de viviendas, la mayoría de ellas inhabitadas. Entre las torres termina das pero sin ocupar se salpican algunos bloques a medio hacer y otros paralizados por cualquier razón. "Aquéllos, por ejemplo", ex plica un vecino, "son de Rumasa Y ya sabe usted lo que ha pasado con Rumasa. La obra, en consecuencia, está detenida desde hace unos meses".
Pilar, la cartera, recorre los viales asfaltados que cruzan el solar de la margen derecha de la carretera de Colmenar Viejo, en el que la ciudad de Tres Cantos sigue siendo un futurible con escasos locales comerciales, pocas aceras, limitadas personas, algún perro suelto, apenas vegetación, fuera del recinto interior de algún complejo habitado, y un silencio de tristeza.
Pocas cartas
La cartera lleva, como todos los días, más o menos, de 200 a 400 sobres a sus respectivos destinatarios. Pilar tiene que insistir en sus llamadas por el portero automático. Cuando dice que es la encargada de distribuir el correo, debido a su voz juvenil, no le quieren abrir la puerta. Tiene que pronunciar si labeando y remarcando la terminación en femenino. "Soy la cartera". La Mayoría de los mensajes que Pilar entrega "son letras de banco, muy pocas cartas personales".
La empleada de Correos va, entre la lluvia, de Pintores a Literatos y de Músicos a Descubridores. Son los sectores de la nueva-futura ciudad. En cada sector hay viviendas y locales comerciales que han construido, construyen o construi rán diversas cooperativas: San José del Taller de Nazaret, San José de Calasanz, Nuestra Señora de la Almudena, Nuestra Señora de los Ángeles, Puerta Latina Montehogar, Cibernética,. Covipaz... "Aquél es muy bonito, ya vive mucha gente", dice Pilar mientras señala un bloque cualquiera.
Unas 800 almas pueblan Tres Cantos en la actualidad, aunque la cifra es indicativa, porque no todos están censados. Unos llevan aquí desde hace algo más de un año; otros, desde el invierno pasado, y los hay recién llegados. "Somos un pueblo fantasma", dice Carmina Juez, presidenta de la Asociación de Vecinos de Tres Cantos. "Nos niegan la personalidad ciudadana, nos han dejado en la estacada".
Desde una casetilla blanca dignificada con la bandera de España y un rótulo, "Policía Municipal", se irradia una extraña sensación de autoridad inexistente, en medio de un entorno de barro y vacíos viales rectilíneos o semicirculares, de huecas estructuras de bloques, de llamativos y decepcionantes carteles: "Su negocio, aquí. Pague 1.800.000 en cinco años. Esta obra se terminará el 15 de junio de 1983". La caseta de la Policía Municipal mantiene inmaculada su pintura blanca, como si nadie, ni siquiera un chaval en un descuido la hubiese rozado. En los cristales hay un papel mecanografiado: "Estamos patrullando por Tres Cantos. Para avisos, llamar al teléfono..." Sigue un número.
Para la presidenta de la Asociación de Vecinos de Tres Cantos Carmina Juez, "éste es el único servicio que nos presta de forma efectiva el Ayuntamiento de Colmenar Viejo. Pero lo hace con condiciones. Para conseguir que los agentes patrullaran por nuestras calles hemos tenido que pagar los vehículos policiales nosotros". Antes no había vigilancia. Y se cuenta que desaparecían los materiales de construcción en cantidades apreciables. Furtivos camiones nocturnos cargaban ladrillos, tuberías o sacos de cemento impunemente y desaparecían. Durante algún tiempo se contrató el servicio de unos vigilantes privados de una empresa especializada.
«Aquí habrá colegios"
Nadie tiene miedo, por otra parte, a ese tipo de delincuencia o gamberrismo del que se habla también en Tres Cantos, referido a unos kilómetros atrás, a Madrid. "Aquí se mastica el aburrimiento, el tedio", dice una mujer joven. Intenta comunicar con alguien desde un poste telefónico y, con evidente fastidio, sujeta el auricular con una mano y sostiene con la otra el paraguas. "Yo no tengo mucho problema, porque trabajo. Pero una amiga, que antes trabajaba y ahora no, ha contratado a un profesor para que venga a darle clases de inglés". Vuelve al teléfono. "Esto es una lata. No tenemos línea. Nadie tiene teléfono aún. Sólo hay cuatro de estos chismes en todo este territorio, y no funciona más que uno, cuando funciona, ya ve ahora". Cuelga sin conseguir hablar con quien quería y se marcha.
A la entrada de Tres Cantos sigue la obra de construcción de una central de la Compañía Telefónica. En la parcela 7, que es un solar, un cartel dice que allí habrá en el futuro 17 unidades de Enseñanza General Básica, Bachillerato Unificado Polivalente y Curso de Orientación Universitaria. Por diversos sitios anuncian su próxima apertura una sucursal de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, un mercado, una tienda de mobiliario de cocina, unos minicines...
Hay algunos establecimientos abiertos que funcionan con normalidad: una librería, una papelería, un estanco, una floristería, una bodega, una tienda de bricolaje, un quiosco de Prensa, un colegio público, una clínica privada.
Vuelve a aparecer Pilar, la cartera, que sale de una ferretería y se presta a ayudar al visitante a localizar entre los bloques aparentemente desiertos algún lugar donde tomar un café: "Allí hay un bar y restaurante". Más allá, en un recodo, está el autoservicio Diana. "Flojo, muy flojo va el negocio, se pueden imaginar". Alguien apuríta que "el bar y la panadería son de lo mejor por aquí".
Parece que se ha producido un círculo vicioso: los locales comerciales no se abren porque no hay mucha población, y no hay población porque apenas hay servicios.
Los colonizadores
Pero algunas familias se han venido "en plan colonizador, porque no podíamos soportar más el pago de las letras y mantener el piso que ocupábamos en Madrid". Los vecinos explican que muchos han vivido en Tres Cantos siniener siquiera agua o luz. María Rosario González reside cerca del autoservicio, y hace un recuento escueto y dramático: "No hay farmacia, no hay guardería, no hay ningún centro sanitario de la Seguridad Social, no se puede comprar carne... ¿Dónde está el dinero que hemos pagado para obras de urbanización y servicios? ¿En qué lío nos han metido la promotora y el Ayuntamiento? Esto acaba por sacarte de quicio, porque, además de toda la problemática que nos cae encima, el ambiente es de lo más depresivo".
Aunque los sábados, el ambiente resulta "más confortador". Los sábados desaparece el escaso ruido que corrientemente producen las obras, llegan hasta la incipiente ciudad quienes tienen ya intereses en ella o estudian sobre el terreno la posibilidad de afincarse allí, y las calles de Tres Cantos, nada aglomeradas de muchedumbre, a pesar de todo, se animan con el tranquilo ir y venir de los matrimomos que salen de paseo "a respirar este aire sano que indudablemente teríenios".
La zona industrial de la ciudad no contamina todavía, no tiene capacidad: hay una fábrica. Los ancianos no molestan; se encuentran en una residencia de la comunidad de religiosos camilos, junto a la zona industrial. El apeadero ferroviario queda lo suficientemente lejos como para que los trenes no incordien con sus pitidos, y además nadie se acercará hasta allí: ni siquiera hay senda de unión con la futuramente bella ciudad piloto de Tres Cantos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.