_
_
_
_
_

Rafael Álvarez Castro, cochero

"Gracias a mí volvió el caballo a las calles de Córdoba", señala ufano

Rafael Álvarez Castro se queja de que "esto está muy malo", pero se le ve feliz en lo alto del pescante de su coche, un miló de haya y fresno que perteneció al duque del Infantado. Hijo y nieto de cochero, Rafael Álvarez relanzó el coche en Córdoba, desaparecido en los albores de los años cincuenta, y ameniza el paseo con el relato pormenorizado de su azarosa vida de legionario, trotamundos y extra de cine.

Lleva el sombrero cordobés con la misma impecable naturalidad que su coche, único de ' dos caballos en la ciudad: "Creo que hay otro en Barcelona, no lo sé. Llevar dos es mucho más dificil que uno, como puede usted imaginar, y ya no quedan expertos". No quedan, no. Cuando el padre de Rafael Álvarez le dejó, en el año 1950, Córdoba se quedó sin coches de caballos, sin uno solo."Yo es que estuve muchos años golfeando por ahí, ¿sabe? Fui a la Legión y luego anduve dando vueltas, viviendo a salto de mata. Dinero no me faltaba, porque me lo daban las mujeres o lo ganaba con el cine. El que tiene un buen oficio siempre se gana la vida, y yo lo tenía. Yo sé domar caballos como nadie. Soy el único que ha enganchado once caballos a un coche. Lo hice en un publirreportaje para anunciar El tulipán negro, una de mis películas".

Películas de caballos

Habla de su pasado en el cine con verdadero cariño: "Siempre que vea usted una película buena con un coche de cuatro o más caballos, el que lo lleva soy yo. ¿Se acuerda de La caída del imperio romano? ¿Se acuerda de aquella persecución de las dos bigas? Yo era el que hacía la escena más peligrosa. Había que tomar las curvas con una rueda por fuera y nadie se atrevía a hacerlo. La verdad es que se instaló una especie de carril por fuera de la carretera donde se colocaba la rueda, que parecía que iba por el aire; pero a pesar de eso nadie más que yo se atrevía a rodar la escena".De aquella película le quedó el recuerdo de los inicios de Sancho Gracia: "Era un golfillo que se juntaba con nosotros, porque ya le gustaban mucho los caballos. A Sofía Loren le cayó en gracia, le llevaba de un lado a otro y dicen que fue ella la que le hizo actor". Pero de su época en el cine, sus mejores recuerdos son haber conocido a Adolfo Marsillach: "Me temo que él no se acordará ya de mí, aunque hicimos amistad. Es una gran persona, alguien especial". Y El tulipán negro: "Movimos seis carrozas de las que están en el palacio Real y otra que vino de Mónaco. La pena es que no dejaron sacar una carretela del siglo XVI que está en Córdoba, en el palacio del marqués de Viana, y que es el coche más antiguo de Europa. Hubiera sido una ocasión unica para mí".

Al fin su padre le convenció: "Él estaba muy mayor, retirado, y me decía siempre que tenía que sentar la cabeza, volver a Córdoba y tener un trabajo serio. Él lo del cine lo veía mal, y yo también, porque la gente del cine es muy rara, y ahí se golfea mucho. Así que volví y saqué otra vez el coche. Ya no quedaba ninguno en Córdoba, como se habían acabado antes en Madrid, donde el último fue El Madriles. Yo he hecho escuela. Todos los que ahora hay, que ya son 42, han aprendido conmigo o con alguno que aprendió conmigo".

Son 1.200 el paseo diurno y 1.600 el nocturno. "No da para vivir. Son buenos abril y mayo, y agosto y septiembre. Los demás meses se hace poco. Turistas hay muchos en Córdoba, pero la mayoría de los extranjeros vienen en grupo, sin dinero. Se montan más los españoles, sobre todo los madrileños; péro el caso es que esto no dá. Yo me levanto temprano y me arrimo a algún señorito que tenga caballos que domar, porque en eso no tengo rival. Tengo todos los secretos para domar caballos. Yo creo que eso es lo que me ha dado éxito con las mujeres, porque sé distinguir cuándo hay que dar caña y cuándo hay que usar la inteligencia. No todos los caballos son iguales, lo mismo que las mujeres, y lo primero es comprenderlos".

Aunque tiene cinco hijos, su mujer sólo trabaja ocasionalmente y afirma que no le llega. No se queja: "He tirado mucho el dinero de joven y me lo merezco. Además, otros ni tienen trabajo. Yo voyaquí, en lo alto del coche; veo Córdoba mejor que nadie y tengo la conversación de los pasajeros. Hay quienes están peor. Y cuando me muera podré decir que. gracias a mí el caballo volvió a las calles de Córdoba".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_