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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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América Latina y el FMI, antes y ahora / 1

En las décadas de 1950 y 1960, periódicamente se producía un déficit de los pagos internacionales por insuficiencia de las exportaciones para pagar las importaciones necesarias. Se trataba de desfases entre el nivel de actividad económica interna y la capacidad de pagos externos. La repetición de este tipo de desequilibrios dio lugar al modelo de crecimiento llamado de stop-go. En éste, él estrangulamiento externo imponía periódicamente la necesidad de deprimir el nivel de actividad económica y las importaciones para restablecer el equilibrio de los pagos internacionales. En tales condiciones, los países latinoamericanos realizaban acuerdos con el FMI para conseguir un financiamiento transitorio que facilitara el ajuste. Se comprometían entonces, por un cierto tiempo, a políticas restrictivas del gasto y a devaluar las monedas nacionales para modificar los precios relativos en favor de las actividades exportadoras y frenar la inflación.La escuela estructuralista latinoamericana surgió precisamente como una -Crítica a políticas ortodoxas de ajuste que ignoraban las raíces profundas de los desequilibrios externos -y la inflación. Esas estrategias de ajuste, generalmente, tuvieron éxito en restablecer el equilibrio de los pagos internacionales, pero a un considerable costo social. Sea como fuere, esos acuerdos con el FMI implicaban compromisos de corto plazo, después de los cuáles, los Gobiernos recuperaban la autonomía de sus políticas económicas, buenas o malas. Los países no subordinaban entonces, por plazos indefinidos, sus estrategias de desarrollo e inserción internacional.La situación es hoy totalmente distinta. El desequilibrio de los pagos internacionales no responde a desfases entre la actividad económica interna y el comercio exterior. Obedece a la inmensa deuda externa de los principales países latinoamericanos. No se trata ahora de un desequilibrio coyuntural de los pagos internacionales. Consecuentemente, no puede resolverse con programas transitorios de ajuste. Hoy es necesario un replanteamiento profundo de toda la estrategia de desarrollo e inserción internacional para enfrentar un desequilibrio que se prolongará en el tiempo.Responsabilidad de la crisis

En el pasado podía tal vez defenderse la tesis del FMI de que los países tenían que pagar el costo del ajuste porque, en definitiva, el desequilibrio surgía de los errores de sus propias políticas económicas. En las condiciones actuales, es cierto que los países se endeudaron por sus pésimas políticas de balance de pagos. El mejor ejemplo es Argentina, dondela deuda con los bancos internacionales aumentó siete veces entre 1975 y 1982, y la producción, cero. Pero el problema no se agota aquí. En la década de 1970, los bancos presionaron para colocar sus excedentes líquidos y encontraron excelentes clientes entre los principales países de América Latina. La deuda de Argentina, Brasil, México, Venezuela y otros países de la región refleja en gran medida la agresión política de penetración de la banca internacional. América Latina representa más del 50% del total de los préstamos bancarios al mundo en desarrollo. Los bancos comprometieron proporciones exageradas de sus propios recursos para financiar, sin condicionalidad alguna, políticas tan irresponsables y depredadoras como las seguidas en Argentina y Chile. Como todo el mundo sabe, los bancos internacionales tienen responsabilidad principal en la actual crisis financiera de nuestros países y de la economía mundial.La política de los países desarrollados

La tercera diferencia se refiere al comportamiento del comercio y del sistema financiero internacional. Hasta principios de los años setenta se observaba una sostenida expansión comercial, y el proteccionismo de los países industriales estaba en retroceso. La política financiera de Estados Unidos determinaba además bajas tasas reales, y a menudo negativas, de interés. El poder de compra de las exportaciones creció, y el costo del crédito era moderado o negativo en términos reales. En tales condiciones, los programas ortodoxos tenían un marco externo permisivo que facilitaba el pronto restablecimiento del equilibrio.

Esto ha cambiado radicalmente en los últimos años. Las políticas seguidas por los países industriales deprimen la capacidad exportadora de los países deudores. El proteccionismo en la Comunidad Económica Europea y Estados Unidos y los subsidios de estos mismos países para exportaciones que compiten con las latinoamencanas (granos, carnes, etcétera) se reflejan en el deterioro de los términos de intercambio y de los volúmenes exportados.- Esto reduce la capacidad de cumplir con los servicios de la deuda externa. Además, la política fiscal y monetaria de Estados Unidos ha elevado mucho las tasas de interés reales.La convergencia de estos hechos ha colocado a la mayor parte de América Latina en la imposibilidad de pagar su deuda externa; vale decir en una situación de insolvencia internacional. Se trata de una situación comprable a la planteada por las reparaciones de guerra impuestas a Alemania en el Tratado de Versalles. Las políticas de los vencedores impidieron que Alemania generara el excedente necesario en su balance de pagos para pagar las reparaciones. El resultado fue el colapso del marco en 1923 y las tensiones que culminarían con el ascenso del nazismo.Vulnerabilidad del sistema financiero internacional

La cuarta diferencia principal es que en las décadas de 1950 y 1960 los Problemas de pagos latinoame ricanos eran problemas internos. Hoy tienen dimensión intemacional. Los bancos acreedores han comprometido una proporción exagerada de sus recursos con América Latina. La deuda latino americana duplica el capital propio de los principales bancos de Estados Unidos. Frente a la crisis, el FMI, a diferencia de la situación vigente en las décadas de 1950 y 1960, carece de recursos suficientes. La deuda externa de los países en desarrollo no petroleros se ele va a 600.000 millones de dólares, y los intereses pagados, a 60.000 millones de dólares. En cambio, los recursos totales del FMI no alcanzan 100.000 millones & dólares. El papel del FMI -se limita a índucir el -comportamiento de los bancos privados, cuya política consiste ahora en cobrar los intereses caídos, aumentar las comisiones y los spread y reducir suscorrientes netas de crédito a América Latina. De este modo, pese al rigor de los programas de ajuste, los deudores siguen sometidos a incesantes presiones y demandas de sus acreedores. Éstos parecen ignorar que la cesación de pagos de uno o más de los principales deudores latinoamericanos provocaría la liquidación de buena parte de la banca y que, hasta ahora, no existe prestamista de última instancia capaz de salvarla. La posición política de los bancos en Estados Unidos y otros países industriales es muy débil, y existe poca predisposición a salvarlos de su propia imprudencia. Estas cuatro diferencias ilustran la insensatez de la posición actual del FMI y de la comunidad financiera internacional frente al endeudamiento externo de Amé rica Latina. So pretende hacer re caer. todo el peso de¡ ajuste en los países deudores, que, en definitiva, sólo son responsables de parte del problema. Es posible que Argentina o Brasil puedan pagar sus propios errores pero no los de Estados Unidos o los bancos acreedores. La experiencia y los riesgos no han contribuido a mejorar los criterios operativos de los bancos. Desencadenada la crisis, a principios de la década de 1980 están esquilmando a los deudores, cobrando, en las operaciones de refinanciación, comisiones, spread y otros cargos que incluso en medios responsables de Esta dos Unidos y Europa se consideran una exacción escandalosa. El argumento del riesgo para justificar la actitud de los acredores es indefendible. El riesgo ya existe, y no se está ahora en pres 1 encia de nuevas operaciones. Antes bien, los mayores costos disminuyen aún más la capacidad de pago de los deudores.

Aldo Ferrer, ex ministro de Economía de Argentina.

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