Michelangelo Antonioni,
que acaba de visitar Sevilla con motivo del seminario que le ha dedicado el festival de cine, ha regresado a Italia tan fascinado por la capital andaluza que estuvo tomando apuntes en la catedral para su próxima película e hizo grandes elogios de la cerámica y la imaginería. Antonioni tapeó por bares y tascas con tal entusiasmo que se negó a hacer un almuerzo formal, como pretendían sus anfitriones, a los que comprometió a mandarle dos botellas de vinagre de Jerez. El realizador quiere que Sevilla sea sede de su exposición de pintura Las Montañas encantadas, que, hasta el momento, sólo conocen Venecia y Roma.
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