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Una fiesta, pero diaria

La fiesta llega a una nueva edición. Hace unos años, en su comienzo, con su carga de utopía, tuvo su razón d e ser como primera convocatoria multitudinaria y sensibilizadora de la opinión pública sobre los beneficios de la bicicleta. Ahora, pasado el tiempo, se ha llegado a la compleja y dudosa razón publicitaria y a quedar cada vez más olvidado el realismo.Cerrar Madrid al tráfico unas horas para que invadan la capital cientos de miles (aunque fuesen millones) de bicicletas, que hasta el año siguiente, en su gran mayoría, no van a volver a salir a la calle, es bastante absurdo y, sobre todo, inútil. Si se trata de la Fiesta de la Bicicleta de Madrid, aun contando con la parte de expansión que puede tener, debe quedar clara la diferencia entre las, connotaciones ecológicas y la realidad de la circulación urbana.

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Cerca de 200.000 personas se han inscrito para participar en la Fiesta de la Bicicleta

Aparte debe quedar el exotismo e incluso el cicloturismo con vestimenta deportiva, para los que está la carretera y los aires más puros. El tema se centra ya en qué posibilidades prácticas hay de ir determinados días al trabajo, al cine, a visitar a un amigo o a un recado, en Madrid, en bicicleta. No vestido de esmoquin, pero sí de calle normal, como sucede en otros países a los que queremos parecernos. Haciendo ejercicio, pero no el que se entiende por deportivo.

Pese a sus dificultades, Madrid, por una experiencia personal (de un recorrido Quevedo-Ciudad Líneal, por ejemplo, a través de la congestionada calle de Alcalá), sigue siendo un lugar apropiado para la bicicleta como transporte urbano. Pero está claro que las bicicletas deben entrar en el Madrid actual (que poco a poco iría descongestionándose) y no al revés. No es viable cerrar la ciudad al tráfico de motor ni llenarla de carriles-bici, por mucho que se hayan prometido, sean factibles y no se hayan puesto en marcha.

La cuestión, como en casi todas las acciones humanas, es su utilización en las circunstancias ade cuadas y el deseo de llevarlo a cabo. Evidentemente, esto supone una selección, pero también existen conductores de coches frustrados, con miedo o suspendidos en el examen de conducir. La capital, en principio, es un lugar inhóspito por su circulación y su orografía, pero ambas cosas pueden obviar se en un gran número de casos.

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Destreza, y prudencia

Para superar el tráfico el único método viable es la destreza del ciclista. Y la norma más elemental, circular con rectitud, no haciendo zig-zag, un poco a la izquierda de la línea del carril-bus para dejar también pasar autobuses y taxis por la derecha. Con ello se supera, en primer lugar, el miedo lógico, en cuanto se nota que el automovilista respeta ya mucho más a los ya no escasísimos ciclistas que circulan. Aparte de esto, un buen apoyo estriba en haber sido, o ser, también, en otros momentos, conductor de coche y peatón; de esa forma se sabe perfectamente la mejor ma nera de circular para no molestar. Si ello es importante en cualquier vehículo, en una bicicleta, más débil, aún más.

Conviene añadir que aunque parece más cercano un golpe en Madrid, es mucho menos peligroso en total, pues la circulación es mucho más lenta. Un giro brusco puede provocar un roce y una caída con más o menos daños, pero un atropello por el arcén en una autopista supone la muerte segura. Tal vez el mayor problema para el ciclista en Madrid sean las aperturas inesperadas de puertas de los coches aparcados.

En cuanto a la orografia, nuevamente se produce una selección, aunque Madrid tiene un buen número de recorridos apropiados, con mínimas cuestas progresivas, en las que la bicicleta es ideal. Pero ahí entrará el tema fundamental de que el uso de la bicicleta como transporte, y vestido de calle, es incompatible con las prisas o con recorridos en. tiempo contra reloj.

Con una buena bicicleta se pueden subir muchas rampas, pero no cabe duda de que hay algunas vetadas. Incluso entonces puede haber una solución simple: echar pie a tierra y subir andando. Siempre se llegará antes y no se habrá sudado o reventado. Hay que quitarse la vergüenza, pues se trata de utilizarla en sus límites y no de hacer de Bahamontes. Si cada madrileño con ganas de intentarlo saca una mínima media de 50 o 100 días al año de utilización de la bicicleta, en eso nos habremos acercado a Éélgica, Holanda, República Federal de Alemania y otros muchos países en que se hace habitualmente. Como aquí ya ni llueve, (aunque en pasadas fiestas lo hizo), habrá más días aprovechables, pues no existe la costumbre de los chubasqueros apropiados.

El problema más grave es y será el de los robos. ¿Dónde dejar las bicicletas? Existen mínimos aparcamientos, y aun así el pillaje siempre es más fácil en una bici que en otro vehículo. Pero todo es cuestión de civismo y de tiempo, como la circulación.

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