Tensión y ausencia de incidentes relevantes en el funeral por el capitán asesinado, al que asistieron Serra y Garaikoetxea
Con momentos de gran tensión, pero sin incidentes destacables, se celebró ayer por la mañana en la basílica de Begoña, de Bilbao, el funeral de cuerpo presente en memoria del capitán de Farmacia Alberto Martín Barrios, asesinado en la noche del miércoles por ETA Político-militar VIII Asamblea. Varios miles de personas que se congregaron en los alrededores de la iglesia aplaudieron la llegada y la partida del féretro. Grupos aislados de personas mezclaron gritos de apoyo al Ejército y vivas a España con algunos insultos al lendakari, Carlos Garaikoetxea, que asistió al funeral junto al ministro de Defensa, Narcís Serra, y el jefe del Estado Mayor del Ejército, Ramón Ascanio y Togores. Antes de que el furgón partiera hacia el cementerio, el ministro impuso la medalla militar sobre la bandera española que cubría el féretro.
Las calles y plazas de las zonas más céntricas de Bilbao aparecían en la mañana de ayer sembradas de octavillas, sin firma, en las que se leía la frase: "ETA, ¡no sigáis ensuciando la historia de este pueblo!", exclamación hecha el domingo pasado por Carlos Garaikoetxea en la celebración del Alderdi Eguna, Día del Partido Nacionalista Vasco. La práctica totalidad de las farmacias de Bilbao permanecían cerradas en señal de protesta, salvo una decena que atendía sólo casos de urgencia.Cientos de personas se concentraban desde las 10.00 de la mañana frente al Gobierno Militar, donde se había instalado la capilla ardiente del capitán Martín Barrios, por la que desfilaban autoridades civiles y militares. Todo el trayecto comprendido entre el Gobierno Militar y la basílica -aproximadamente un kilómetro- estaba controlado por efectivos de la Policía Nacional, que impedían el acceso de vehículos a los aledaños de la iglesia.
Tres cuartos de hora antes de iniciarse el funeral, en la explanada y plaza situadas al lado del templo y frente a él, se habían congregado ya cerca de un millar de personas, entre ellas un gran número de suboficiales, oficiales y jefes del Ejército, pertenecientes a diversos regimientos de la VI Re gión Militar y, en especial, todos los que se encontraban francos de servicio en los regimientos de Garellano de Bilbao y Munguía (Vizcaya). En los alrededores del templo se había montado un importante dispositivo de seguriad constituido- por Policía Nacional, inspectores del Cuerpo General de Policía y algunos efectivos de la Guardia Civil y Policía Militar. Una compañía rindió honores al ministro de Defensa, Narcís Serra, quien, acompañado por el jefe del Estado Mayor del Ejército, teniente general Ramón de Ascanio, y el capitán general de la VI Región Militar, Juan Vicente Izquierdo, pasó revista a la tropa en presencia del delegado del Gobierno en el País Vasco, Ramón Jáuregui, y otras autoridades civiles y militares. La Ertzaina (policía vasca) estaba representada por sus dos máximos responsables, los superintendentes Carlos Díaz Arcocha y García Oteiza, teniente coronel y capitán del Ejército, respectivamente, hasta su ingreso en el cuerpo autónomo. "Sobran las palabras. En el cuerpo de la policía autónoma hay una situación de tristeza e indignación" comentó el primero de ellos.
Mientras Narcís Serra y las autoridades civiles y militares esperaban la llegada del féretro en el exterior del templo, varias personas profirieron gritos contra ETA y de apoyo al Ejército y vivas a España y al propio Serra ("¿Hasta cuándo vamos a estar así?", le espetaron al ministro), quien se dirigió a estas personas y, tras saludarlas, les pidió guardar silencio.
Los miles de personas que se congregaban en torno a la basílica de Begoña prorrumpieron en aplausos cuando frente a la misma llegó el furgón con el féretro que contenía los restos del militar asesinado. El ataúd, cubierto por la bandera española con el escudo constitucional, sobre la que se había colocado la gorra de plato de la víctima, fue introducido en el templo a hombros de seis capitanes. Gritos aislados de "Ejército al poder" y "Viva la pena de muerte" rompieron el tenso silencio que se produjo cuando, siguiendo al féretro, Narcís Serra entró en la basílica dando el brazo a la madre del capitán asesinado, que representaba a la esposa de la víctima. Ésta, profundamente afectada, no había podido acudir al funeral. El público que abarrotaba la basílica prorrumpió en aplausos. Eran las 12.25 horas.
Gritos y aplausos para Garaikoetxea
Cinco minutos más tarde, a la hora exacta en que estaba previsto el comienzo de la ceremonia religiosa, llegaba a las escalinatas de la iglesia el lendakari Carlos Garaikoetxea, acompañado del consejero, del Interior, Luis María Retolaza, como única representación del Gobierno vasco. Se escucharon entonces gritos aislados e insistentes de "cobarde", "asesino" y "tú sí que sabes quiénes le han matado". La aparición de Garaikoetxea en la iglesia fue, sin embargo, recibida con aplausos de una gran parte del público. A ambos lados del féretro se situaron los padres, hermanos y familiares del capitán asesinado. En los bancos situados detrás de las autoridades se colocaron los miembros de la Mesa del Parlamento vasco, integrada por representantes del PNV, PSOE y Euskadiko Ezkerra. Asimismo, estaban presentes dirigentes de los dos últimos partidos citados, de la coalición de derecha, y de CDS, PCE, CC 00, UGT y el senador peneuvista Joseba Elósegui. "No ha sido escuchado el clamor del pueblo que gritaba angustiado pidiendo que se respetara la vida de Alberto Martíri", afirmó el párroco de Begoña antes de que se iniciara el acto religioso, que fue concelebrado por ocho sacerdotes, tres de ellos capellanes castrenses. "Nos avergüenza", añadió, "que hijos de este pueblo lleguen al abismo de bajeza y de impiedad a que han llegado". El vicario general castrense se preguntó en su homilía hasta cuándo habrá que esperar para que se solucione el problema del terrorismo. "No es imposible", dijo antes de pedir el esfuerzo de todos "poner fin a esta lacra que azota a España". "Es difícil", dijo luego, "hablar,de amor y perdón cuando vemos asesinatos de esta envergadura. Estamos obligados a perdonar, pero nunca a justificar ni comprender a quienes matan o a quienes encubren o apoyan a éstos". La salida del féretro al exterior del templo fue recibida con fuertes aplausos, vivas a España y gritos aislados de "Ejército, al poder". Garaikoetxea salió de la basílica en compañía del jefe del Estado Mayor del Ejército, con quien intercambió algunos comentarios mientras ambos se dirigían a un lateral del templo, donde le fueron rendidos honores militares al féretro con los restos de Alberto Martín. Cuando desfilaba ante el mismo la compañía de honores, el lendakari, fianqueado por Narcís Serra y Ramón Ascanio, inclinó la cabeza ante el paso de la bandera española. Momentos de tensión se registraron cuando el ministro de Defensa iba a imponer la medalla del mérito militar sobre el féretro del capitán asesinado. Serra, Garaikoetxea y el resto de autoridades se vieron rodeados de público que había superado el cordón de la Policía Militar. Arreciaban los gritos aislados contra ETA y de exaltación al Ejército, que se mezclaron con algunos insultos al presidente del Gobierno vasco, un "gora Euskadi" sonoro y un "que-, remos la paz". Tras unos minutos de desconcierto, los escoltas, inspectores de policía y miembros del cuerpo de seguridad de las instituciones vascas controlaron la situación, facilitando la llegada de las autoridades hasta sus vehículos.
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