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Los afectados del síndrome tóxico acampan frente a la Moncloa para que se mantengan las ayudas estatales

Amelia Castilla

Unas 300 personas, en su mayoría enfermos del síndrome tóxico, cumplieron ayer una semana de acampada frente al palacio de la Moncloa, para presionar al Gobierno para que mantenga la asistencia a los afectados hasta que se encuentre la causa de la enfermedad. Participan en la concentración representantes de las asociaciones de Leganés, Coslada, Fuenlabrada, San Fernando de Henares, Orcasitas, Moralataz y Valladolid. Los participantes, que continúan a la espera de ser recibidos por el ministro de la Presidencia, Javier Moscoso, comieron ayer un cocido madrileño que ellos mismos cocinaron.

Los congregados frente al palacio intentan presionar al Gobierno para que mantenga la asistencia a los enfermos del síndrome tóxico y a la población en riesgo hasta que se encuentre la causa, de la enfermedad, se defina el pronóstico y se reparen las secuelas físicas, psíquicas y sociales.En tiendas de campaña y rodeados de pancartas por todas partes, los afectados se han organizado para resistir los días que hagan falta, hasta que se solucione su problema. El ambiente en el campamento era ayer relajado y distendido. Mientras los encargados de la cocina preparaban un cocido madrileño en grandes cacerolas, los demás se dedicaban a tomar el sol, a hacer punto, depilarse las cejas o leer los periódicos del día.

Jesús Jiménez Maroto, de 38 años, casado, padre de cinco hijos, aguanta las dificultades de la acampada pese al fuerte resfriado que le ha obligado en las do ' s últimas noches a marcharse a su casa a dormir. "Aquí por las noche no hay quien aguante. La humedad se apodera de todo y no nos quitamos el frío ni con las mantas que nos ha dejado la Cruz Roja".

Todavía recuerda perfectamente aquel 22 de junio de 1981 cuando al llegar a la estación de Avenida de América, con el tren que conducía en el metro, empezó a encontrarse mal. Los médicos al principio le dijeron que tenía gripe, pero al pasar los días y ver que no mejoraba salió una noche, ya de madrugada, acompañado por su mujer hacia la residencia sanitaria Primero de Octubre, donde le diagnosticaron el síndrome tóxico.

Impotencia sexual

De su estancia en el hospital recuerda sobre todo las enormes ganas que tenía entonces de suicidarse. Ahora, dos años después, todavia se encuentra mal. Fuertes dolores en todo el cuerpo, alambres y contracciones "que no me dejan vivir". Aunque lo peor para él, según dijo, sea la impotencia sexual. "Hacer el amor era una de las pocas cosas que me gustaban en la vida, pero ahora no puedo hacerlo. Mi mujer decidió hacerse una operación para no tener más hijos por si se contagiaban de la enfermedad, pero ahora el que no puede soy yo". La impotencia es corroborada por multitud de afectados que se encuentran en la misma situación.

Ángel Quintana, de 50 años, obrero de la construcción, no puede contener las lágrimas al recordar la muerte de su hijo de 15 años, afectado por el síndrome. "Era un figura", dice, mientras saca una foto de la cartera.

Para subsistir en la situación en que se encuentran frente a la Moncloa, los afectados se han organizado a modo de cuartel. En la tienda de intendencia se almacenan los víveres y un grupo de mujeres prepara patatas con carne para la cena, en diversos camping-gas. Entre los platos del menú de ayer, según rezaba un cartel colgado a la puerta de la tienda, figuraba una "sopa del bichito de Sancho Rof", "café con leche donado por el PSOE" y puros de los que se fuma Felipe".

El agua para lavar los cacharros después de la comida la recogen de una manguera conectada al palacio de la Moncloa, que les facilita la policía. Todo está organizado para que no falte nada. Se preparan cuatro comidas al día y se atiende especial-, mente a los niños, para los que todavía quedan suficiente sraciones de Nocilla, Cola Cao, lechey mantequilla como para aguantar una semana más.

Las necesidades fisiológicas se hacen malamente. "Nos han dejado un servicio en un almacén de aquí al lado, pero resulta insuficiente para el número de gente que estamos aquí, y nos tenemos que arreglar como podemos para hacer nuestras necesidades por el campo o entre los coches".

Desde el cuartel general situado en una tienda de campaña, un grupo de afectados se reafirma en su intención de no abandonar el encierro hasta no ser recibidos por Javier Moscoso.

Desacuerdos

Los miembros de las asociaciones que han decidido adoptar esta -postura de fuerza forman parte de la coordinadora de afectados de Madrid. Entre otros puntos, piden que no se den altas por curación mientras no se descubra la causa de la enfermedad y su tratamiento, tal como indica la Organización Mundial de la Salud. Los convocantes atacan especialmente al ministro de Sanidad, Ernest Lluch, al que acusan de querer reducir la cifra de afectados.. "El ministro dice que somos 12.000 personas las afectadas y que al resto ya les han dado de alta. Nosotros afirmamos que el censo de afectados es el de todas aquellas personas (aprolimadamente 24.000) a las que se nos ha diagnosticado el síndrome tóxico y a los que no se ha podido demostrar otra enfermedad alternativa".

No están conformes tampoco con el decreto de adecuación de ayudas del síndrome tóxico que aprobará el Gobierno próximamente. "Pretenden que el período de adaptación se extinga a los tres años desde el inicio de la primera alta médica. Nosotros reclamarnos la asistencia sanitaria y ayudas familiares hasta la recuperación total".

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