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De catecismos

La guerra simbólica continúa. Después de las banderas y el protocolo, entra en polémica apasionada el catecismo de la Conferencia Episcopal. Para que luego venga Santiago Carrillo -a decir que la transición no ha terminado. De un país que en las postrimerías del siglo complejo y convulso se pasa el curso político dirimiendo de banderas, protocolos y etiquetas regionales, programas televisivos, lingüísticas comarcales y catecismos espirituales, sólo cabe concluir que disfruta de una salud histórica excelente. Estas enormes minucias simbólicas que periódicamente logran distraer el interés de los grandes problemas surgidos de toda una crisis de civilización hacia rumores y escándalos de rebotica, demuestran que tenemos cuerda democrática para rato; aunque sea éste el único país del mundo industrializdo que todavía no ha conseguido bombardear un solo barrio de Beirut.La verdad es que yo creía que los catecismos habían dejado de existir de muerte natural, y que los métodos doctrinarios de los padres Astete y Ripalda, únicamente tenían cabida en los catálogos de .raros y curiosos" de las librerías de viejo. Gracias al ministro Maravall descubro que el género literario sigue vivo. Incluso que logra colear polémica y sustanciosos intereses editoriales. Esto es algo que debemos celebrar los amantes de la literatura fantástica. Y ésa tiene que ser la intención secreta de¡ ministro del ramo: recuperar para las letras españolas un género tan célebre y original, heredero de la prestigiosa mayéutica de Sócrates y que no desmerece de la mejor tradición de las narraciones fantásticas.

Porque suponer que un par de párrafos ciertamente necios del nuevo catecismo pueden influir en la educación básica de los futuros ciudadanos españoles, implica una misteriosa fe ciega en los prodigios pedagógicos del catecismo. Significa olvidar que hasta los miembros más impíos y volterianos de la actual Administración socialista todavía son capaces de recitar de memoria paginas enteras del Astete o el Ripalda. Y como es fama, sólo se olvida lo que se memoriza. Otra cosa muy distinta, ciertamente alarmante, hubiera sido que la Comisión Episcopal eligiese Sobre la esencia, de Zoiri, como catecismo escolar.

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