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Ellos como objeto

El fracaso en todo el mundo de las revistas pornográficas para mujeres tiene una fácil explicación: carecen de olores, sabores y tactos. A la mujer no le basta con la representación iconográfica de sus fantasías, porque eso las empobrece. Una mujer no se calienta con la imagen de un hombre desnudo: le basta con imaginar que un hombre puede llegar a desnudarse. Y como comparar la excitación que produce una espalda desierta con la que desata el gesto de sacarse el jersei por la cabeza, dejando los faldones de la camisa flotando fuera del pantalón.Nada menos estimulante que un camionero tumbado gloriosamente con todos sus atributos al descubierto, en relación con lo que supone el antebrazo velludo de ese mismo camionero asomando por la ventanilla izquierda de su vehículo, mientras una pasa a su lado, en un vil utilitario conducido por marido inoperante, entre vaharadas de bióxido de carbono emanado por el simbólico tubo de escape.

Tampoco puede decirse que un negro -imagen recurrente de las páginas centrales de revistas que acaban por convertirse exclusivamente en pasto gay-, por bien dotado que esté por la madre Naturaleza, constituya el no va más de la fantasía erótica de una mujer, que preferiría sentir el tacto de seda, de lengua, de un cuerpo oscuro e inocente de pilosidades más o menos agrupadas.

Y, ya puesta a hablar de ellos como objetos eróticos, imposible omitir que la mayor parte de las ensoñaciones femeninas relacionadas con el sexo tienen como principal argumento la agresión, la humillación, la violación: esas ofensas de las que nuestro yo racional reniega todos los días. Pocas mujeres confesarán, ni siquiera amparándose en el anonimato, que la materia de la que se nutren sus sueños libidinosos está amasada con la trasgresión más absoluta -la de traicionar lo que una cree, lo que una defiende como forma de vida- y con la perversión que habitualmente combate.

Por eso, entre otras cosas, nuestra sexualidad es -más rica y nuestros ocultos planes eróticos sobrepasan los márgenes de las páginas ilustradas. Por eso, a veces, el mundo sexual masculino nos parece tan liso, tan limitado como la simple foto de un hombre desnudo.

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