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Los irlandeses aprobaron una enmienda constitucional para prohibir el aborto

Soledad Gallego-Díaz

La abstención ha sido la nota más destacada del referéndum celebrado el pasado miércoles en Irlanda para introducir en la Constitución un artículo que prohíba el aborto. La enmienda constitucional ha sido aprobada, según los primeros resultados, por una cómoda mayoría de dos a uno, pero el hecho de que aproximadamente el 50% de los votantes, de un censo de 2,4 millones, prefiera quedarse en casa, hace que el referéndum no pueda ser esgrimido como una gran victoria por los sectores más conservadores y por la Iglesia católica.

Los partidarios de la enmienda constitucional afirman que la abstención se debe a que el referéndum coincidió con una huelga de autobuses y de ferrocarril convocada por los sindicatos. Muchos observadores estiman, sin embargo, que los partidarios del sí realizaron un gran esfuerzo para movilizar a sus votantes y que la abstención se debe fundamentalmente a la inhibición de los jóvenes y a la confusión creada por el texto de la enmienda.Para otros comentaristas, la violencia verbal que ha rodeado la campaña ha llevado a muchos votantes potenciales a mantenerse lejos de las urnas, en lugar de participar en la polémica. Portavoces de los grupos contrarios a la enmienda han denunciado irregularidades en la votación y en el recuento de las papeletas.

La Iglesia católica irlandesa, que intervino muy activamente en la campaña, movilizó a todos sus efectivos. Muchas monjas de clausura fueron autorizadas a abandonar su convento para depositar su voto, incluidas ancianas de 90 años que veían la calle por segunda vez en su vida: la primera fue hace tres años, cuando el Papa visitó el país.

Presiones

Otro dato preocupante para quienes provocaron el referéndum es la edad media de los votantes, bastante elevada, y el hecho de que en varios colegios electorales de la capital, Dublín, los votos se hayan dividido prácticamente al 50% entre el sí y el no. En el campo, la mayoría de votos a favor de la enmienda ha sido muy superior.Pocas horas antes de iniciarse la votación, algunas personas que habían hecho campaña en contra de la enmienda denunciaron amenazas y presiones. Varias de ellas recibieron llamadas telefónicas anónimas en las que voces de niño gritaban: "No me mates". Desde algunos púlpitos se acentuaron también los elementos dramáticos de la consulta.

Los representantes del grupo contrario a la reforma de la Constitución denunciaron también la personalización de los ataques y la confusión creada por los partidarios de la enmienda. El aborto está ya prohibido en la legislación ordinaria irlandesa, salvo en caso de peligro de la vida de la madre, y el referéndum no trataba de modificar este hecho, sino de acentuarlo, reflejándolo en la Constitución. "Es injusto que se nos acuse de ser partidarios del aborto, cuando lo que está en juego es algo muy distinto".

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La elevada abstención viene en ayuda del primer ministro, Garret Fitzgerald, que se vio obligado a convocar el referéndum, pero que aconsejó el voto en contra, y que votó él mismo y de forma pública no. Fitzgerald no ha vinculado su permanencia en el Gobierno al resultado de la consulta, pero una derrota muy grande de su tesis hubiera acentuado sus dificultades con la poderosa jerarquía católica.

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