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Tribuna
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Desmemoria

Rosa Montero

Me lo ha dicho una amiga que acaba de regresar de Inglaterra:-Pues Javier está muy mal, muy deprimido.

-¿Qué Javier?

No me acordaba. Los humanos padecemos una desmemoria peculiar que se apresura a borrar todo lo ingrato.

-¿Quién va a ser, mujer? Javier Vinader. Bueno, Xavier.

Sí, existe aún ese Xavier Vinader al que olvidamos, todavía no se ha muerto de asco en su destierro. Le condenaron a siete años por Cometer el horroroso crimen de escribir, de publicar y firmar un reportaje, y desde entonces anda huido en Londres, sobreviviendo en la oquedad de nuestra amnesia.

Al principio, sí. Al principio hubo su bulla. Nada del otro mundo, pero hubo algo. Manifestaciones, encendidas protestas, los comunicados pertinentes. A fin de cuentas Xavier es periodista, y en su caso veiamos brillar los eternos dientes del diablo, de ese demonio que se empeña en amordazar las expresiones y en quebrantar las libertades. La insólita condena de Vinader sentaba precedente, era muy grave.

ROSA MONTERO

YOLDI, Madrid

Así es que chillamos y refunfuñamos un poquito. Después empezaron a pasar los meses y Xavier se fue difuminando en los recovecos de este trayecto temporal. El escrúpulo es un sentimiento delicado y, sobre todo, efímero. Los días apagaron nuestro escándalo y al final Xavier Vinader se nos perdió en alguna esquina, en un hoyo cualquiera del recuerdo.

Y, sin embargo, existe. Allí está Vinader, atrapado en Londres, que es una cárcel de lujo, hermosa y amplia, en la que uno puede desfallecer discretamente, sin manchar las solapas amigas o enemigas con la impertinencia de tu llanto. Allí está Vinader, habitado por la melancolía y las ausencias, viviendo en un hotel y no en un piso para aferrarse a la esperanza de lo transitorio y del regreso.

Xavier existe, sí, al otro lado de la frontera y el silencio. Hay muchas personas que, como él, se desmoronan en el olvido de sus casos, en la ignorancia de su batalla privada, de su destino injusto. Pero no son periodistas, y, por tanto, no cuentan ni siquiera con artículos como éste, que en realidad no es más que una pequeña, banal crisis de conciencia de mi confortable desmemoria.

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