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La crítica italiana es menos entusiasta con 'Entre tinieblas' que el público veneciano

Puede que la proyección que más aplausos ha cosechado de entre todas las que hasta ahora han tenido lugar en la Mostra haya sido la de Entre tinieblas. La película de Pedro Almodóvar sorprendió al público, que, si durante los diez primeros minutos parecía desorientado, luego comenzó a descubrir el sentido del humor del pintoresco melodrama conventual. Este éxito hace más lamentable que la película no fuera admitida a concurso y quedara desplazada a la selección informativa a causa, según parece, de los escrúpulos democristianos del equipo dirigente del festival. La crítica, con todo, no es tan entusiasta.

OCTAVI MARTÍ, ENVIADO ESPECIAL, Venecia

M. R., Nueva York

Al final de la proyección de Entre tinieblas, el equipo artístico tuvo que saludar repetidas veces. Aclamados por unos espectadores que, por vez primera en muchos días, reían y participaban del juego burlesco que les proponía la pantalla. Testigo de excepción de una acogida tan fervorosa fue Pilar Miró, directora general de Cinematografía, que se lamentaba del poco interés mostrado por las productoras hispanas en participar en un tinglado artístico-publicitario de la importancia del veneciano. El señuelo de San Sebastián, de alcance estrictamente español, ha podido más que la necesidad de afrontar un reto de dimensiones europeas, los únicos retos que sirven para revalidar oscars u osos de Berlín, los únicos que pueden abrir mercados y sacar al cine español de la indigencia.Si la reacción del público fue enormemente positiva, las reacciones de la crítica ya no fueron tan unánimes. II Gazzettino de Venecia, a propósito de Entre tinieblas, afirma que se trata de un filme escandaloso pero sin mordiente, "que no va más allá del espectáculo llamativo". La Stampa considera que su lentitud ahoga el placer del escándalo y cita a Luis Buñuel, recordado en este festival el pasado lunes. Corriere della sera, por el contrario, ve a Pedro Almodóvar como un heredero de Pier Paolo Pasolini y defiende su ataque a la concepción formal e hipócrita de la religión que sólo atiende a la represión. Para el citado rotativo, Entre tinieblas sólo podía ser un filme español. "El filme no cae

en la obscenidad gracias a la agilidad de espíritu del director". Con respecto a Crónica del alba, las críticas de los diarios italianos coinciden en reconocer su correcta narración y el trabajo de los actores, pero no se muestran muy favorables al trabajo de guión. La Prensa, en general, aprovecha el homenaje a Buñuel para reconocer a Carlos Saura como su sucesor.

El nivel del cine germano

Si hasta el momento los candidatos al premio máximo con reales posibilidades se limitaban a Resnais y Altman, la sesión de ayer obliga a añadir a la lista a Alexander Kluge y, en un tono menor, a Thomas Koerfer, dos directores de procedencia germánica, alemán el primero, suizo el segundo.

Die Macht der Gefühl, que puede traducirse por el poder de los sentimientos o, para hacerlo más verdiniano y operístico, la fuerza de los sentimientos, es un gran ejemplo de las posibilidades de un cine al que, por comodidad, puede bautizarse como no narrativo. Se trata de un ensayo sobre la lógica de la sentimentalidad, eso que hace que las historias comiencen por unos amores y acaben en un divorcio; que en 1933 los alemanes hablasen de construir una patria nueva y doce años después tuvieran que entregarse a una ingente tarea de desescombro. Como en las óperas, los sentimientos arrancan sumergiéndonos en la promesa de la felicidad eterna, pero el puerto de destino está repleto de cadáveres.

La referencia a la ópera no es gratuita, ya que una gran parte del filme está dedicada a ella, a ese espectáculo que Kluge denomina una fábrica de sentimientos. Documental, grabados y ficciones de hechos prosaicos se entremezclan para hacer coherente el discurso brechtiano y pesimista de Kluge. La grandilocuencia acaba en trivialización, de manera que, si las primeras imágenes nos muestran Francfort al alba y con la obertura de Parsifal de fondo sonoro, luego se asiste a las andanzas de un bombero al que un incendio en la ópera da la oportunidad de tener el Grial entre sus manos y descubrir que la copa sagrada está vacía.

Menos innovador, pero igualmente ambicioso, Thomas Koerfer habla en Glut del peso de la historia en cada persona. La acción transcurre en dos épocas bien diferenciadas, durante la segunda guerra mundial y en la actualidad, siempre en Suiza.

El protagonista es miembro de una familia de fabricantes de armas, empresa que acaba heredando y que ha de destruir sus posibilidades de ser feliz. La figura del padre domina e impone que las situaciones y las existencias se repitan. El hijo es incapaz de escapar a una trayectoria prefijada y se limita a soñar con la muerte de un progenitor tan absorbente, pero todo queda en eso, en sueños. Al discurso edípico se superpone otro con carácter de crónica, a través del cual se formula una crítica a la política seguida por Suiza, a aquella opción que conlleva trabajar seis días a la semana para Hider y dedicar los domingos a rezar suplicando la victoria de los aliados.

Recepción española en el Excelsior. Colas para conseguir una copa. Una buena parte de la Prensa acreditada en Venecia hace novillos. Hay interés por conocer a los cineastas españoles presentes en la Mostra, Almodóvar y Betancor. Y Pilar Miró recoge un premio de la revista L'Araldo, recuerdo de pasados triunfos.

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