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Reportaje:

Ecologistas valencianos asumen el reto de proteger sus islas

Las islas Columbretes, frente a Castellón, y la isla de Tabarca, a 17 kilómetros de Alicante, constituyen espacios naturales casi desconocidos, donde el litoral valenciano abandona la firmeza del continente para transformarse en islas. Columbretes ha polarizado la atención de ecologistas y ambientalistas después de conseguir que la aviación norteamericana no realizara ejercicios tácticos sobre sus peñascos. Tabarca cuenta con una larga historia de invasiones y colonizaciones. 30 personas son sus habitantes permanentes, y 5.000, los turistas que desembarcan en un día de verano. Actualmenté organizaciones ecologistas y organismos locales tratan de proteger las dos islas de atropellos urbanísticos.

"Columbretes se nos está escapando de las manos. Su estado actual es crítico, aunque no irreversible". Estas palabras del biólogo Antonio Mira, jefe de la expedición científica que elabora el estudio piloto para la declaración de Columbretes como reserva integral, o parque natural marítimo terrestre, pueden servir como entrada para analizar el presente de las islas más representativas de todo el litoral de la Comunidad Valenciana.Columbretes es un pequeño archipiélago, compuesto por una veintena de islotes, que se encuentra a 35 millas frente al puerto de Castellón. De inequívoco catácter volcánico, sus islas configuran dos perfectos cráteres, de los cuales el formado por la pequeña bahía que configura la isla grande se abre, para el navegante, como un lunático oasis en medio del mar.

La actual situación de las islas, que tienen en la mano del hombre su único y principal enemigo, merece la atención por unas islas que albergan en su seno especies únicas de la fauna mundial. En la actualidad existe un anteproyecto para declarar las islas Columbretes como el primer parque marítimo-terrestre de España. Un anteproyecto elaborado en base a la finalización de la primera fase del estudio piloto que está realizando un grupo de científicos valencianos, que encabeza Antonio Mira, un biólogo que descubríó Columbretes en 1972 y que desde entonces ha tenido que luchar contra las bombas de la aviación americana y la depredación de que han sido objeto las islas.

Útimamente parece que las islas han vuelto a ponerse de moda, lo cual, en palabras de Antonio Mira, "puede llegar a ser terrible para Columbretes". Ir allí parece una obligación, y las últimas expediciones ecologistas ya han dejado su marca en las islas.

Para los responsables del estudio piloto, que definirá la futura figura jurídica que se le dará a las islas, el futuro de Columbretes depende en gran medida de la continua visita a que son sometidas. El hecho de que en la isla Grande se encuentra el 40% de la población mundial de una especie de gaviota, la Adouin, y las continuas agresiones antrápicas que vienen recibiendo las islas aconsejan una mayor protección por parte de la Administración.

La declaración de parque natural, que no lleva implícita la prohibición de su visita por el hombre, no parece suficiente garantía para unas islas que, desde el 22 de abril de 1982, han dejado ya de recibir la tarjeta de visita, en forma de pólvora y, en ocasiones, nápal de la aviación de los Estados Unidos.

Para que Columbretes no se escape de las manos tendría que llegar cuanto antes su declaración como reserva integral. Sería la única solución para que tanto La Ferrera como La Foradá, o la Isla Grande, El Bergantín, El Mascarat, etcétera, continúen componiendo el ecosistema marino más puro de la Comunidad Valenciana. La solución no retrasarse por mu cho tiempo.

El hombre está acabando con ellas, matando su fauna, tanto marina como terrestre, y expoliando su coral. "Es cierto", señalaba el capitán del barco que nos acercó hasta las islas, "después de ver arder durante 30 horas El Bergantín por la acción de las bombas yanquies, sería una lástima perder todo esto por la imprudente actitud del hombre que viene aquí, no sabemos a qué".

'Paraiso perdido'

Semanas atrás, un periódico publicó un reportaje en el que se recogían testimonios de sus habitantes que afirmaban que la familia Escobedo, la de Rafi, el condenado en el caso Urquijo, había tenido muchos años la buena constumbre de veranear en esta isla. En los años cincuenta, el conocido actor americano Peter Lawford se concedía escapadas a Tabarca para, de cuando en cuando, enamorar a una joven, habitual de los veraneos de la isla. Tabarca, a 17 kilómetros de Alicante, es, sin duda, un poco el paraíso perdido que todos, alguna vez, hemos querido encontrar.Así lo han entendido el Ayuntamiento de Alicante, municipio del que depende a efectos administrativos, y José Blanco, arquitecto responsable del plan especial de la isla, hecho para conservar, especialmente, la sensación "de isla, de tranquilidad que te aparta y relaja mucho". Un plan que viene de antiguo, de los años setenta, en que la corporación municipal lo puso en marcha, aunque con un concepto turístico, acorde con el pensamiento de aquel tiempo, con muchos hoteles, apartamentos... Sin embargo, "hubo suerte", afirma Blanco, "y aquel primitivo plan no siguió adelante: la isla se merecía algo más estudiado que no la perjudicara".

30 habitantes en invierno

Mediada la pasada década, el Ayuntamiento de Alicante insistió al arquitecto Blanco para que rehiciera el plan, "de acuerdo con las tendencias, afortunadamente en boga, de conservación de la naturaleza". El plan, pues, arrancaba de cada uno de los aspectos que influyen en la vida de una isla que, en invierno, acoge a sólo 30 personas; un detallado estudio "de la fauna terrestre y marina, la flora, la dotación de electricidad y agua, el puerto, la arquitectura y trama urbanas". De acuerdo con esta concepción, se llegó a una conclusión final, que, en suma, es la que va a ponerse, se está poniendo ya, en marcha. Una isla que prácticamente es el único sitio no destrozado por las erróneas actividades de la llamada civilización había que tratarlo conforme a unos planteamientos ecológicos, no comerciales ni especulativos, de la época: "conservar un campo de vida que en otras partes de la costa no existe", en palabras de Blanco.Tabarca acoge en verano a unas 500 o 600 personas habituales de la isla cada año. Sin embargo, cada día la visitan de 4.000 a 5.000 turistas que se trasladan desde Alicante a Santa Pola para tomar el sol, pasear y, si se tercia, conversar con alguno de los lugareños. Esta invasión de la temporada alta no logra por el momento perjudicar la tranquilidad isleña en las horas nocturnas. En este sentido los responsables del ayuntamiento alicantino decidieron, incluso, no celebrar este verano una noche de rock, por los posibles desperfectos que, una vez acabada la fiesta, pudieran haber ocasionado algunos grupos aburridos, de dormir al fresco de la isla en espera del barco que, al día siguiente, les trasladara a la Península.

Agua por conducto submarino

Los servicios imprescindibles para los habitantes de la isla de Tabarca, agua, electricidad y recogida de basuras, se contemplan en las soluciones de conservación. El agua llegará en breve a la isla, mediante una conducción, recientemente inaugurada, construida submarinamente, desde Santa Pola, población de la que dista tan sólo cuatro kilómetros. La electricidad, aunque se han buscado otras soluciones, se consigue actualmente por medio de grupos electrógenos. Y el problema de las basuras, mediante su compactación y traslado a la Península, puede resolverse.Una isla, Tabarca, apreciada por lo que aún es, puede, y así se intenta, ser, se conserva (es la terminología que prefiere utilizar el autor del plan especial), merced a dos objetivos: no inversión económica fuerte y el respeto de las ordenanzas de la edificación en el pueblo; en la playa, sólo una zona de servicios. Según manifiesta el arquitecto Joan Calduch en el Catálogo de monumentos y conjuntos de la Comunidad Valenciana, "a mediados del siglo XVIII, dentro de una política de reforzamiento de las defensas de la costa valenciana, iniciada por el conde de Aranda, capitán general del Reino de Valencia, se plantea la fortificación de la isla Plana (llana), o de San Pablo, frente al cabo de Santa Pola, que estaba siendo utilizada por los piratas berberiscos como puntos de apoyo en sus incursiones por las comarcas del Baix Vinalopó y l'Alacantí. En el año 1766, el ingeniero militar Fernando Méndez redactará un proyecto de torre defensiva, que poco después transformará en una estructura fortificada, mucho. más compleja al proyectar una ciudad amurallada, que debía alojar a los habitantes de la isla de Tabarca, prisioneros en Túnez desde 1741, y rescatados por Carlos III en 1768... La ciudad de Nueva Tabarca recoge una doble tradición: la del urbanismo militar y la de las actuaciones barrocas menores, enraizadas en la amplia tradición española de trazado de ciudades de nueva, planta en América".

Según Calduch, "se puede decir que la comprensión del conjunto de Nueva Tabarca se produce a un doble nivel: la ciudad, como objeto construido y delimitado por sus murallas, se destaca frente al territorio que, en este caso, se identifica con la isla. Por otra parte, la organización y la trama viaria ponen de relieve la dicotomía entre el monumento o edificio singular y simbólico frente a las viviendas o edificios sin carácter representativo, que se repiten de forma idéntica". Al margen del plan especial de reforma interior, del que es autor José Blanco, el también arquitecto Javier Vallés Montoya es él responsable de un proyecto de restauración de las murallas, que data de 1980.

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