Todos queremos el cambio, pero... ¿a cambio de qué?
La indignación y la impotencia ante circunstancias de injusticia e ineptitud por parte de algunos funcionarios del Estado y personal de servicios públicos nos hace dirigirnos a ustedes para dar una llamada de atención ante determinados hechos, como el que a continuación les relatamos:El jueves día 4 de agosto (plena temporada vacacional) nos dirigimos a la estación central de Renfe en Sants para comprar un billete para Bilbao.
Después de hacer cola durante más de 40 minutos el encargado de la venta de billetes se negó en rotundo (de forma grosera y burlona) a atendernos, ya que "es hora de cerrar". Esto ocurría a las 20. 10 h. Evidentemente, nosotras protestamos y le pedimos que nos vendiera el billete, ya que lo necesitábamos urgentemente. La respuesta fue, de nuevo, una negativa de mala gana y peor educación.
Ante semejante situación, provocada por la lentitud, pereza e ineptitud de gran parte del personal de Renfe que, además siendo servicio del Estado debería funcionar las 24 horas del día, y otras muchas por las que nos vemosi obligados a diario a pasar, se nos, ocurren las siguientes reflexiones, que sabemos serán compartidas por muchos de los españoles:
1. Es imprescindible la tan pregonada reforma administrativa prometida por el PSOE. Pero lo que realmente es imprescindible, para la supervivencia de la sociedad española es un cambio en la actitud y la eficacia de funcionarios y personal de servicios públicos. Actitud ésta que no parece anidar en ellos.
2. Resulta triste e indignante semejante postura en personas que están al servicio del Estado y la comunidad, máxime en momentos como los actuales de crisis y desencanto.
3. Resulta doblemente triste e indignante si tenemos en cuenta que estas personas cobran su salario del Estado que, a su vez, lo obtiene de todos y cada uno de nosotros.
4. Y todavía resulta aún más
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triste e indignante si tenemos en cuenta que hay actualmente dos millones de personas que estarían dispuestas a realizar su trabajo con más entusiasmo y eficacia, pero que no tienen la oportunidad de que así sea.
5. Pero lo que colmó nuestro ánimo e hizo que sintiéramos vergüenza de calificamos como seres humanos inteligentes y racionales fue la actitud del resto de personas que detrás de nosotras también se quedaron sin poder comprar sus billetes. Una actitud indigna de una persona con un poco de madurez y deseos de sacar al país del estancamiento en que está. Una actitud de resignación humillante, falta de solidaridad y, para colmo, de reproche ante nuestras protestas con motivo y justificación.
Es, en suma, la actitud que toman muchos españoles ante las injusticias que sufrimos a diario; es la actitud del hombre-masa de que habla Ortega y Gasset en su libro La rebelión de las masas. Es la actitud de las personas que están impidiendo al país levantar cabeza e impiden a los que lo desean participar y ayudar de forma comunitaria y desinteresada a conducirlo por mejores caminos; caminos de esfuerzo y trabajo, pero, a la larga, caminos sembrados de paz y prosperidad. Es la actitud de los que piden, pero nada dan. Ellos exigen trabajo y tranquilidad, pero a cambio sólo ofrecen pereza y resignación, aburrimiento y mediocridad.
Éste es el panorama que nosotras vemos desde nuestros escasos 18 años, pero más maduros y concienciados que los de muchos de nuestros mayores. /
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