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La capital de Chad es tan sólo un conjunto de casas de barro y lata

Antonio Caño

Un complicado conjunto de intereses ájenos al país ha llevado el conflicto chadiano a las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo. Con mirada absorta, los chadianos se reúnen en el aeropuerto para ver bajar las escalerillas del avión procedente de París a un grupo de individuos con maquinas de escribir, y modernísimo material fotográfico.En la búsqueda desesperada de una habitación, el conductor del coche en el que viajábamos algunos periodistas -pregunta: "¿Y para qué vienen ustedes a Chad?". Alguno contesta: "Por la guerra". "¿Y eso les interesa?", replica. Después de varios segundos de silencio, un informador norteamericano contesta, con gesto de haber descubierto una sorprendente novedad: "A mí, en realidad, no".

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El conductor explica después que Yamena ha enloquecido en las últimas semanas, que todo el mundo está desesperado por sacar los francos y los dólares a los extranjeros para cuando lleguen los tiempos en que el país vuelva a quedar en el olvido.

"Antes, en Yamena, no había ni un solo, ruido", comenta finalmente el joven chófer. Todavía se puede percibir ese silencio, que no es el silencio paradisíaco de un oasis, sino, por el contrario, el silencio desgarrador de un infierno.

Cuando los comentaristas franceses cuentan en sus crónicas que no existe Chad, esto no se interpreta como una apreciación política; se piensa que quieren decir, simplemente, que no. tiene la estructura de un Estado convencional.

Pero no, es mucho más que eso. Chad no existe, porque no se puede llamar país a una pista de aterrizaje, tres calles mal asfaltadas y un montón de ruinas que recuerdan anteriores guerras.

Yamena, la capital chadiana, es tan sólo un conjunto de casas de barro y lata y el testimonio de un pasado colonial francés muy poco generoso, asolado posteriormente por la misma lucha absurda que se ha recrudecido ahora y que amenaza, una vez más, con sembrar de muertos el desierto chadiano.

Muros y balazos

Prácticamente todos los edificios de la ciudad que merecían ese nombre ahora son sólo una fila de muros acribillados, recuerdo de la conquista dé la ciudad por las tropas libias que colocaron en el poder en diciembre de 1980 a Gukuni Uedei, el mismo que hoy, después de ser derrocado, ocupa la mitad norte del país.

Yamena hace honor al título de capital del país más pobre de

Urica y uno de los más pobres el mundo. Uno de esos países le los que las fotografías muestran a niños con el vientre hinchado, condenados al olvido por el Banco Mundial y por los presupuestos de las grandes potencias destinados al desarrollo.

Ese conjunto de miseria, esa población que soporta con obligado estoicismo la sed y el hambre y observa semialetargada el transcurrir del día desde una sombra a 47º, todo es ahora de defendido por seis aviones de combate franceses ultrasofisticados, Jaguar, cuatro aparatos Mirage, un avión nodriza, artillería antiaérea, cañones antitanques y al menos 1.200 soldados franceses de élite. Nadie sabe con certeza a qué se debe ese súbito interés por un país que François Mitterand sabe que no existe, que Estados Unidos sabe que no existe, que él mismo no tiene conciencia le existir.

Pero lo cierto es que unos 200 corresponsales extranjeros, con una presencia dominantes de los enviados do la Prensa francesa, han invadido Yamena y han ocupado, desde hace semanas, los dos únicos hoteles de la ciudad. Algunos periodistas incluso han tenido que buscar acomodo, ante la falta de habitaciones, en la misión católica e incluso en otras ciudades vecinas.

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