_
_
_
_

Científicos catalanes crean una máquina para leer diarios

Es el primer aparato de su género que existe en el mundo

La frase que inventen ellos... resume el triste panorama español en materia de investigación. "Lo único que a nosotros nos ocurre es que estamos locos", afirma Rafael Sala, promotor del proyecto de investigación más revolucionario que se ha llevado a cabo en los últimos años en nuestro país. Durante ocho años, con una inversión de unos 300 millones de pesetas, dos equipos de investigadores han puesto a punto una máquina capaz de leer diarios, la primera de esta clase que se construye en el mundo, y están confeccionando un sistema inteligente que comprenda textos y los ordene. El prototipo de la Lectora Rápida Universal (LRU) estará totalmente acabado a finales de este año.

Más información
El primer paso para la inteligencia artificial

Rafael Sala es un cuarentón afable, algo desastrado, que consume té en inmensos vasos a todas horas y que goza de un dinamismo que no está nada de acuerdo con su aspecto algo redondeado. "Todo empezó hace ocho años" afirma mientras juguetea con el terminal de ordenador instalado en su despacho, "cuando se me ocurrió que sería interesante fundar una revista de economía que estuviera basada en todo lo que se había publicado de interés en todo el mundo. Para hacer eso, tan sólo necesitábamos tener un buen banco de datos informatizado. Pensé que debía haber alguna máquina en el mundo que leyera todo lo que se publicara y fuera capaz de elaborar un índice sistemático de la temática de sus artículos, y todo esto informatizado y sin intervención del operador humano".

Pero eso era mucho pedir. Después de iniciar la búsqueda descubrieron que esa máquina no podía encontrarse ni en España ni en el mundo Joan Vinyoli, de formación humanista e hijo del poeta del mismo nombre, y el economista Ricard Pérez -el uno bajito y ocurrente; el otro, alto y reposado- se entrevistaron con especialistas Todos decían lo mismo: aquella máquina no existía y además era imposible crearla en un corto plazo de tiempo.

El hierro es estúpido

Los problemas eran múltiples. Las lectoras automáticas sólo aceptaban textos escritos en determinadas familias de letras y no distinguían, en la mayoría de casos, los distintos bloques de información, entre otros muchas deficiencias. Estos problemas sólo se referían a la primera parte del proceso, la lectura automática del texto. La segunda parte, quizá la más importante, presentaba aún mayores dificultades. No había máquina alguna que fuera lo suficientemente inteligente como para entender lo que significaban los textos que tendría que leer. "El hierro es aún bastante estúpido", señala Sala.La futura revista económica murió antes de haber visto la luz. Lo que interesaba entonces era encontrar esa famosa máquina. Dos empresas de exportación de Sala proporcionarían alas económicas al proyecto. "Es que si no la vida es muy aburrida", se sonríe Sala. Se firmó un contrato con el Centro de Cálculo de la universidad Politécnica de Barcelona (CCUPB) para que hicieran una prospección mundial en busca del soñado aparato. No lo encontraron. Pero la búsqueda hizo nacer en los miembros del CCUPB unas inmensas ganas de diseñar el artefacto. Bajo la mirada poco patriarcal de Sala se constituyeron en 1979 dos equipos distintos que trabajarían en la consecución de las máquinas que serían necesarias para el proyecto final: la Lectora Rápida Universal (LRU) y el Sistema de Indexación Precoordinado Automático (SIPA). Un equipo de lingüistas, bajo la dirección de Vinyoli y Pérez, intentarían solventar los problemas teóricos de lenguaje natural. El equipo de los informáticos del CCUPB, se encargaría de diseñar la lectora y construirla.

Sala, Vinyoli y Pérez marcaron las características que debía tener la LRU: capaz de leer páginas de diario que tuvieran caracteres impresos en que la distancia entre ellos pudiera no ser uniforme, con familias de letras distintas, que distinguiera bloques de noticias y con una velocidad de proceso mínima de 300 caracteres por segundo o una página por minuto. La LRU no debía costar más de 500.000 dólares (75 millones de pesetas).

Jugo de cerebro

Los informáticos del primer equipo iniciaron sus labores. Tres eran los principales responsables: el hoy decano de la facultad de Informática, Martí Vergès; el ingeniero Joan Ribera; y el director del CCUPB, Lluís Olivella. "Son geniales y lo mejor de todo es que lo han hecho sobre todo aportando jugo de cerebro", se entusiasma, entre sorbo y sorbo de té, Rafael Sala. Previeron con años de anticipación cuándo estarían disponibles en el mercado muchos de los componentes que necesitarían para construir el prototipo. Mejoraron otros componentes construidos por multinacionales -con presupuestos de investigación hasta 10.000 veces superiores-. El segundo equipo, el de los lingüistas, tampoco se quedaba corto en sus investigaciones. En estos momentos está elaborando parte de la teoría que puede servir para la quinta generación de ordenadores.El proyecto despertó la atención de las altas esferas. Organismos del Estado ofrecieron ayuda económica. "Pero nos hubiéramos tenido que estar un año haciendo papeles y un investigador lo que ha de hacer es investigar, y no dedicarse a pegar pólízas", afirma Olivella. "Y es que adernás", recalca Ribera, "en ese tiempo los japoneses se nos hubiesen adelantado".

Las innovaciones que han desarrollado los informáticos son impresíonantes. Sin utilizar más que el material -hardware- que se puede encontrar en el mercado, el equipo ha utilizado la técnica del multiprocesador -en vez de colocar un sólo cerebro electrónico, poner varios en un mismo aparato-, paralelizando su utilización -o, lo que es lo mismo, hacer trabajar a todos los procesadores a la vez, repartiendo la carga de trabajo entre todos ellos-.

Con la LRU "se ha conseguido un producto capaz de leer todas las cosas impresas. Esto, para la creación de bancos de datos, es un avance importantísirno", afirma Olivella. "Hay que pensar", interviene Sala, "que el banco de datos del New York Times, el más importante del mundo, necesita más de 1.000 personas y cuesta 20 millones de dólares (3.000 millones de pesetas) al año. Con la LRU, que podemos venderla por unos 45 millones de pesetas, parte del costo podrá reducirse".

Yo soy de letras

Los lingüistas, por su lado, proseguían su trabajo. "Nosotros de informática no entendíamos casi nada. Cuando se presentaba un problema matemático yo pensaba: 'Qué hago aquí si yo soy de letras'", explica Vinyoli. Los lingüistas -denominación que reconocen falsa, pues sólo hay tres lingüistas de un total de nueve personas- descubrieron que no había ningún programa para castellano o catalán que hiciera análisis morfológicos y sintácticos. "Ya sabíamos que no encontraríamos soluciones al análisis semántico y pragmático pero tampoco esperábamos que el nivel fuera tan bajo", afirma Pérez.Con la colaboración de personas de distintas universidades españolas, el equipo ha impulsado la investigación sobre la gramática, la morfosintaxis, la semántica y la pragmática del castellano y su introducción en programas inteligentes de integración del lenguaje. "Y es que lo que nos pasa es que estamos todos locos", se ríe Sala.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_