El beso
Tengo un amigo que de vez en cuando me saluda cautivador y multibucal, dándome un casto pero prometedor beso en los labios. Entonces, en esos casos, yo ya sé lo que le pasa:-Qué, ¿te has separado otra vez de tu mujer, verdad?
No falla. Cada vez que entra en crisis (matrimonial, se entiende; la otra, la crisis general, la arrastramos todos de por vida), a mi amigo se le sube de golpe la soledad a los mofletes y se le ponen morros chupadores, modos de vampiro afectuoso y alma de conquistador necesitado. Sonríe mucho. En esas tesituras, ademas de besuquear se carcajea:
-¿Qué tal estas?
-¿Yo? Estupendo. O sea, estupendo.
Y hace muecas y guiños raros con los ojos, y se le encabritan las cejas, quizá del puro esfuerzo de retener la melancolía, de contener el muermo.
-Yo, relaciones libres. Que te lo digo yo, que de eso sé un rato. Relaciones libres, sin compromisos. Disfrutar el momento. Yo, ahora, estoy disfrutando de mi libertad. Como un chaval, oye, estoy como un chaval.
Esto lo descubre cada vez que su mujer le deja. En esas etapas le entra una especie de incontinencia motriz, un fumar de cigarrillos como loco, un jaraneo histérico, un coqueteo de náufrago.
-¿Ella? Oh, sí, creo que la pobre lo está pasando muy mal. Me gustaría ayudarle, porque despues de tantos años tomas cariño a la gente. Pero no puedo hacer ya mas por ella.
Y lo dice paternal, dominador, señero, mientras patea el suelo como si estuviera anfetamínico y trítura colillas con los dientes, nimbado por el humo perpetuo del tabaco.
-Ahora estoy momentáneamente en casa de Pepe. Je, llevamos una vida disipada.
Sí, son noches trepidantes, el pobre Pepe hecho polvo y ya casi dormido en el sofá, y mi amigo frente a él, matando horas, estrujando la última gota de ginebra, monologando interminablemente de lo mismo hasta que llegue el día y la luz decapite a los fantasmas. Querido amigo mío, disfrazando innecesariamente de acero su entraña de hojalata, cazador de besos-maríposa contra el miedo, pedigüeño de mimo y de consuelo.
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