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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El 'gIobo' de la cooperación con Marruecos

LAS NEGOCIACIONES para concluir el inacabable acuerdo sobre pesca entre Marruecos y España han sufrido un nuevo aplazamiento y en estos momentos es imposible predecir cuándo llegarán a su término, máxime cuando el optimismo del ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, no oculta que "las posiciones" entre las partes 'están todavía bastante alejadas" y que no es posible esperar que un acuerdo se produzca "de forma vertiginosa".Con acuerdo o sin él, y al margen de la importancia y las repercusiones sociales que pudiera tener una posible intransigencia marroquí ,la forma en la que se han llevado estas negociaciones, si es lícito hablar de negociaciones y no de marchandages de zoco, sugieren varias reflexiones.

La primera nos lleva a pedir que las dos partes -y en el caso de esta última negociación, fundamentalmente, la parte marroquí- acaben de una vez por todas de utilizar las negociaciones para hacer política de consumo interno y comiencen a practicar política de Estado y, si ello fuera posible, a embarcarse en una negociación mutuamente beneficiosa para las partes.

A mediados de 1982, el rey Hassan II de Marruecos, por propia iniciativa, y al recibir en varias ocasiones a ministros españoles, había hablado de cooperación a largo plazo, "cooperación con la vista puesta en el año 2000", que tendría como base una filosofía muy simple pero muy instrumental a la vez: "Marruecos dispone de las riquezas piscícolas que España desea y España cuenta con las capacidades tecnológicas y financieras para ayudar a Marruecos a construir su propio sector pesquero".

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Sobre esa base simple pero razonable, que llevaba implícito partir de la pesca como motor de la cooperación entre los dos Estados, se columbró la posibilidad de llegar por primera vez en la historia a una cooperación global auténtica entre España y Marruecos.

Desde mediados de 1982 hasta hoy, los ministros y los negociadores marroquíes han conseguido enfriar hasta la congelación tan respetables intenciones. La cooperación hasta el año 2000 se convirtió en cooperación a largo plazo; ésta, en cooperación por varios años, y la cooperación por varios años ha dado paso a que se hable de acuerdo a uno o dos años, pero nunca más allá de la posible fecha en la que España ingrese en la Comunidad Económica Europea, fecha en la que los marroquíes parecen proponerse renegociarlo todo con España., A todo esto, de la palabra cooperación nadie parece acordarse ya.

.Marruecos, con dificultades- económicas y financieras muy graves, pero que razonablemente no puede aspirar a que parte de ellas se las resuelva España, ha pedido que España pesque un 70 %menos de lo que venía haciendo hasta ahora, que pague un 75%. más de lo que pagó hasta el presente y que conceda una ayuda financiera y crediticia del orden de los 600 millones de dólares, de la que hasta ahora no se había hablado jamás.

Las contrapartidas españolas no se limitan a eso. Marruecos y su tan agresiva Prensa, siguen echando en cara a España su deficiente esfuerzo en materia cultural bcas, profesores de español, colegios, etcétera. Ninguno de esos periódicos ha tenido el civismo de recordar que un convenio cultural firmado en 1980 languidece en los cajones de la casa real a la espera de que el monarca alahuita encuentre tiempo para ponerle los sellos reales que le den validez.

La Prensa marroquí no se ha hecho eco, nada sorprendentemente, de un hecho insólito que contradice por completo esas supuestas aspiraciones de que se haga sentir la presencia de la lengua española en Marruecos. Ese hecho es el de que a os profesores enviados a la escuela de pesca que España montó en Alhucemas, en una región donde después del árabe el español es todavía la segunda lengua, las autoridades marroquíes quieren obligarles a impartir sus clases en francés.

La Prensa y el Gobierno marroquíes también han echado secularmente en cara al Gobierno español la situación de los trabajadores marroquíes en España -también hay trabajadores españoles en Marruecos- hasta que, por fin, en agosto de 1982, fue firmado el convenio de Seguridad Social por el que tanto habían batallado los marroquíes. España lleva ya un año aplicándolo escrupulosamente en todas sus cláusulas, mientras que Marruecos lleva 12 meses ignorándolo olímpicamente con tan diferentes como fútiles pretextos, y ello a pesar de que las prestaciones de la Seguridad Social marroquí no son homologables con las de la española.

Unos miles de españoles y otros tantos marroquíes son pensionistas de la otra parte y mientras los marroquíes reciben su pensión puntualmente y su poder adquisitivo se les ha revisado recientemente, los pensionistas españoles son objeto de todas las truculencias y arbitrariedades administrativas, y muchos de ellos hace más de un año que no cobran su pensión.

Se ha dicho que durante esta negociación se ha urgido a Marruecos el pago de las deudas con España y la liquidación de una vez por todas de pequeños contenciosos heredados de las nacionalizaciones decididas por el Gobierno marroquí de tierras y empresas posteriores a la independencia.

Nada más conocida esta circunstancia, la Prensa de la oposición izquierdista marroquí ha afirmado que Marruecos ha replicado a esta exigencia poniendo sobre la mesa la reivindicación de Ceuta y Melilla. Aunque no se ha confirmado que efectivamente los negociadores marroquíes hayan insistido en ello, es inevitable, que el recurso a contenciosos históricos. como el de las plazas españolas en África sea un elemento de confusión en la negociación de otras cuestiones de índole muy diferente, y ello es lo que hace decir a un representante de los armadores que "al fin y al cabo, en cada negociación, España paga un cierto canon porque no le sea abordado por los marroquíes este espinoso tema de Ceuta y Melilla".

España y el Gobierno español parecen estar más ansiosos que nunca por lograr una cooperación estable, sana y duradera con los países del Magreb. En el caso de Marruecos, para que esto sea posible, es necesario aún que primen los intereses de Estado sobre el de los partidos, que se entienda de una vez que una mesa de negociación no es el terreno baldío donde se instalan los zocos, y que, al margen del deseo de cada parte negociadora de obtener siempre un máximo de beneficio, las relaciones económicas entre los Estados tienen siempre un límite que viene marcado por la concordancia entre lo recibido y lo entregado.

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