Rafael Azcona
Riojano, 56 años, acaba de recibir en Pescara el Premio Internacional Flaiano como mejor guionista cinematográfico extranjero
El premio, que lleva el nombre del escritor satírico Ennio Flaiano, quien, junto con Fellini, inmortalizó la dolce vita de Vía Véneto, celebra este año su décima edición. Por eso fue un premio de gala. Rafael Azcona, a quien en Italia se parangona al difunto Buñuel por su tozudez en escamotear momentos públicos de su vida, pasando siempre como una sombra, estuvo esta vez en Pescara, sentado en el asiento número dos de la primera fila, bajo una gran tienda de circo. Eso sí, vestido de oscuro y hasta con corbata. A dos pasos, la gente seguía aún paseando a la orilla del mar, medio desnuda, bajo el intensísimo calor que este año está cayendo sobre Italia.
La gente lo señalaba con el dedo. Era el único extranjero premiado con un galardón que en Italia sueñan, pública o secretamente, todos los escritores, sobre todo si llevan en la sangre, como el gran Flaiano, el gusanillo de la ironía, de la sátira mordaz, del inconformismo.EL PAÍS observó de lejos y de cerca a Azcona para no turbar su sensibilidad de artista poco amante de los halagos.
Estaban todos presentes; hasta el ministro de Justicia, Clelio Darida. El jurado en pleno, con nombres de tanto prestigio que dos de ellos habían obtenido un premio pero no podían recibirlo por ser jurados. La revista italiana Hoy y Mañana, de cultura y actualidad, en el número especial dedicado al Premio Flaiano 1983, y que fue entregada a los invitados de honor, ha dado a Rafael Azcona nada menos que 20 páginas con el resumen de sus 60 películas con Marco Ferreri, Berlanga, Saura y con el nuevo cineasta Manuel Gutiérrez Aragón.
No se les quedó ninguna en el tintero, desde El pisito de 195 8 hasta Bésame, tonta, de 1982.
Y para dar mayor relieve, si cabe, al premiado español Rafael Azcona, el presidente del premio, Edoardo Tiboni, quiso que estuviera presente en la ceremonia el recién estrenado embajador de España en Roma, el joven socialista Jorge de Esteban, que aplaudió cuando el jurado, con palabras lapidarias, leyó ante los presentes los motivos del Premio Internacional Flaiano a Azcona como mejor guionista de cine internacional. Decía así el texto que ha quedado en las actas con firma y sello: "Al guionista extranjero Rafael Azcona por haber sabido destilar con sabiduría los humores de las raíces surrealistas de la cultura española, injertándolas en la vena realística más auténtica del cine italiano". Y explicaba con otros cuatro renglones más que Azcona "no había buscado llaves fáciles. de comprensión para el mundo contemporáneo", ya que, al revés, "ha tendido siempre de restituir el sentido de extrema complejidad y de interferencia y copresencia indisoluble de realidad y absurdo, de racionalidad e irracionable".
Muchos se pusieron en pie para aplaudir a este genio español descubierto para el cine por un italiano, hoy director de primera plana, como es Marco Férreri.
Esta vez no pudo escaparse. Se encontró con el micrófono, no entre las manos porque na quiso ni tocarlo, pero sí en la boca. Una entrevista de segundos porque se iba escurriendo hacia su silla. Estaba no sé si emocionado o nervioso. 0 las dos cosas a la vez. Pero sin duda alguna no llevaba nada preparado. No improvisó ni una salida de humor o sarcástica. Ninguna concesión a la galería, como otros premiados que aprovecharon el momento para decir que habían conocido, aunque fuera sólo de refilón, al gran Flaiano. Azcona, no. Y él también habría podico decir que conoció a Flaiano en Madrid y que aquél había colaborado con Azcona en el guión de la película de Berlanga El verdugo, que era una coproducción ítalo-española. O podía haber contado que incluso un guión que había escrito ya Flaiano para la película La mujer americana, del director Polidoro, fue rehecho por Azcona: "En realidad ya no me acordaba de aquella colaboración con Flaiano", ha dicho el guionista español quitándole importancia, en la larga entrevista concedida a la revista Hoy y Mañana, en la que Azcona afirma que ya a los 15 años quería ser poeta, "quizá porque era tímido y empachado y no sabía bailar. Y abandoné mi idea de la poesía a causa de una desilusión amorosa".
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