Las estrellas de Freddie Hubbard
Una de las peculiaridades de este festival de jazz que acaba de finalizar ha sido la presencia de big bands de escuelas de música como aperitivo de la mayoría de los conciertos. Primero fueron los suizos que ganaron el concurso de aficionados, por tanto repitieron el día de VSOP. Después, los catalanes del Aula de Música, y, ya el último día, el velocísimo Jazz Ensemble, de Las Vegas, con estudiantes de la universidad de Nevada.Estos chicos, que comenzaron con una versión ingeniosa del Pájaro de fuego, se tomaban mucho tiempo entre pieza y pieza, pero luego, impulsados por una inconsiderada sección rítmica, salían disparados a recuperar lo perdido. Era, cómo decirlo, igual que si a la gente de Woody Herman le hubieran dado una centramina. Hicieron la excepción con algunas baladas, tan en plan banda sonora sin película que una hasta se llamaba así. Tenían buenos solistas, especialmente un saxo tenor y otro que tocaba alto y soprano.
XVIII Festival de 'Jazz' de San Sebastián
Velódromo de Anoeta. Palacio Municipal de Deportes. 24 de julio.
Después llegó el momento de resolver el gran enigma, qué podía hacer el grupo que se anunciaba como Festival All Stars. Los promotores de jazz llevan años con este tipo de experimentos: puesto que el jazz es música de individualidades, se dice, basta reunir unas cuantas, y ya está, ibingo!, hemos creado la mejor banda del mundo. Luego resulta que hay choques de personalidades y estilos, discusiones en torno a quién ha de mandar y, en fin, una retahíla de complicaciones que hace que, en la mayoría de los casos, la suma de grandes músicos de como resultado una mediocre música.
Pero esta vez la idea funcionó. No es difícil averiguar las causas. Lew Tabackin es un saxofonista de los fuertes, que ya el año pasado llenó de sonido sin necesidad de micro el enorme velódromo de Anoeta; corno flautista, el renombre tampoco le ha venido de un uso particularmente delicado de ese instrumento. Joanne Brackeen es de esas mujeres que descargan sobre el piano una fuerza que hace femeninos, por comparación, los estilos de los Hank Jones y Tommy Flanagan. Charlie Haden es quien en más sofisticadas aventuras se ha metido, pero, cuando vuelve a la corriente principal y se deja de salvar a las ballenas, es un contrabajo que se caracteriza.especialmente por su solidez.
Y ¡qué decir de Ben Riley! Quien ha tocado la batería para Morik durante décadas, algo debe saber de esto. Todos pare cen aceptar el liderazgo de Fred die Hubbard a la trompeta, con lo cual éste, en vez de ser uno más en una banda de estrellas, se ha encontrado con que es el jefe de un quinteto ideal para lucirse él y lucir su repertorio. Al principio falló la megafonía, en parte porque también ellos anduvieron demasiado con los micros. Pero cuando aquello comenzó a sonar era de ver cómo la Brackeen tocaba el piano mejor y más moderno que se ha escuchado en el festival. Cierto que en algunos momentos pudo resultar maquinal o monótona, pero eso no quiere decir sino que tiene defectos. Lew Tabackin extraía del tenor un timbre y una intensidad que hubiesen encendido el pelo a Rollins, e intercalaba citas de escuela que recordaban al maestro Dexter Gordon. Todos tocaron muy bien, pero, como eran las estrellas de Freddie, lo mejor que hicieron fue el trabajo de grupo. Hubo momentos en los que hasta se excedieron y parecía que aquello iba a empezar a arder. Afortunadamente, no ocurrió así, y el concierto acabó con una cita de Straight, no chaser. El espíritu de Morik echaba la rúbrica a este festival, en el que tanto se le ha citado.
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