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El precio de la distensión

Antonio Caño

Las azafatas y camareros del Palacio de Exposiciones y Congresos de Madrid han tenido tiempo suficiente para simpatizar con personajes como Cezska, Kampelman, Saliba, Carasol, Kovaliov, Andropov y, sobre todo, Carmen Fontes, la musa de la delegación española. Les han visto cuando estaban a punto de llegar a las manos por una coma mal interpretada y se despiden ahora de ellos con la promesa de visitar algún día San Marino, Canadá o la Unión Soviética. Los intérpretes y traductores volverán en septiembre a otros puestos de las Naciones Unidas. Los policías trasladarán su mira telescópica a otras azoteas. La única cara distinta que todos ellos han visto durante los tres últimos años fue la de Raimundo Saporta cuando el fútbol se impuso a la distensión en el verano de 1982.El secretario ejecutivo de la Conferencia de Madrid, Raimundo Pérez Hernandez -que ha desarrollado en la sombra una labor imprescindible- asegura que, en contra de un sentimiento popular equivocado, esta reunión no sólo no ha costado una fortuna a los españoles, sino que ha reportado beneficios. El alquiler del Palacio supone, aproximadamente, medio millón de pesetas diarios. Algo más los días de fiesta.

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Los interpretes perciben un salario en torno a las 20.000 pesetas por cada día de trabajo. A eso hay que añadir el coste en concepto de seguridad, de la que se encargan las dos o tres compañías (unos 300 hombres) que vigilan la sede de la reunión. España sólo paga el 3,48% del total de los gastos. Los que más pagan -el 8,80%, en moneda extranjera- son Estados Unidos, la Unión Soviética, Reino Unido, Francia, Italia y República Federal de Alemania.

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