Dimite un ministro australiano que divulgó información confidencial
Un ministro del Gobierno federal australiano se ha visto obligado a dimitir a consecuencia de un escándalo que podría acabar con su procesamiento y posterior condena. Mick Young, hasta ahora ministro especial de Estado, encargado de preparar una reforma electoral y miembro del gabinete restringido y del Comité de Seguridad Nacional e Internacional del Gobierno, podría ser acusado penalmente de haber facilitado a un amigo información confidencial relacionada con la seguridad nacional. En concreto, se supone que el pasado mes de abril comentó con un amigo que Australia expulsaría a un diplomático soviético, 24 horas antes de que la noticia fuera hecha pública oficialmente.En relación con este tema, el ministro de Justicia y fiscal general del país ha declarado que "no puede excluirse la posibilidad" de que Young haya quebrantado la ley criminal de 1914.
Como era de esperar, el líder de la oposición liberal, Andrew Peacock, ha aprovechado inmediatamente la ocasión para solicitar una convocatoria extraordinaria y urgente del Parlamento para tratar este tema, que según él afecta "al corazón mismo de la seguridad nacional". Peacock sabe perfecta mente que este escándalo no afecta sólo a un ministro, sino que puede dañar la imagen del mismo presidente del Gobierno, Robert Hawke, unido al ahora dimitido por una fuerte amistad.
Por su parte, los parlamentario laboristas reaccionan en favor de su compañero y es posible que soliciten al primer ministro que mantenga el ministerio vacante hasta que finalicen las investigaciones sobre el caso, convencidos de que Young merece otra oportunidad, a pesar de que pocos dudan de que el ex ministro ciertamente quebrantó el deber de guardar secreto.
Un íntimo amigo de Young ha comentado incluso que éste s arrepiente ahora de haber presentado su dimisión, quizá por considerar que con suerte hubiera podido capear lo peor del temporal que se le viene encima sin renunciar a su puesto.
Este escándalo está planteando diversas cuestiones. La primera de todas es la aparente facilidad con que se filtra información de cierto ministerios. Los receptores de estas filtraciones, los llamados cabilderos, se aprovechan de ellas con fines particulares.
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