Los tirantes
Fraga ha decidido pasar el verano en tirantes. Es lo más fresco. Tirantes / Fraga es una imagen nueva y estival que el político ofrece en sus campamentos de verano. La derecha más ilustrada, la que ha leído Tirant lo Blanc, le llama ya "Tirant lo Fraga", pues que le tienen por el caballero andante de sus caballerías, que un día llegaron hasta Flandes y hoy no pasan del club de polo en Sotogrande. Conejo, el famoso personaje de John Updike, se pregunta largamente, mientras cumple el débito conyugal con su santa, qué es más fresco para el verano, si el ventilador o la refrigeración. Fraga, si no hiciera lecturas diagonales a todo el mundo, se habría enterado del caso y ya hubiese irrumpido en el fornicatorio del nuevo Babbit americano con sus tirantes nacionales: "Ni ventiladores ni refrigeraciones, amigo Conejo. Tirantes. Lo más español y lo más fresco son los tirantes".Uno tiene escrito que andar por la vida social sin cuernos es tan peligroso como andar por la guerra sin casco. Asimismo, andar por el secarral madrileño de julio 18 y por los reinos de Almirón / Génova sin tirantes nacionales resulta tan intrépido como andar por el Chicago monetarista de los treinta, Capone / Friedman, sin una pistolera en los tirantes. Los tirantes son a Fraga (aunque sólo este verano se haya decidido a exhibirlos deshonestamente, como las señoritas la doble llama de los pechos) lo que las orejas al barón de Münchhausen, que volaba tirándose de ellas, como sabemos. En España, beocios que somos para las imaginaciones nórdicas, se llamó a Carlos Jerónimo Münchhausen "el barón de la Castaña" (se supone que por el moño).
Fraga no usa moño ni castañeta, sino un corte de pelo con maquinilla al rape que yo llamaría tipo División Azul, si no fuera porque igual lo usa Conejo, el citado y universalizado personaje de Updike, el nuevo Babbit, piso piloto del demócrata medio del medio Oeste. Pero un respeto con los tirantes de Fraga, que son ya históricos, e incluso prehistóricos, como el hombre de Orce (de quien no dicen los antropólogos si usaba tirantes nacionales). Los pendones de Aragón y de Castilla, las últimas banderas del Imperio, las grímpolas y gallardetes del 18 / J, que este año ni siquiera han tenido rito en Cuelgamuros, todo este traperío ilustre pintado por Sáenz de Tejada, que era el que creaba requetés híbridos de Capitán de los Tercios de Flandes, señor Capitán, o conquistadores centáuricos con boina roja, toda esa tela al viento alto, entre Duffy y Pedro Salinas ("la mañana se llena de luz y de banderas": sin connotaciones marciales), tanto material, digo, se ha quedado en los tirantes de Fraga, que además los lleva escondidos todo el año bajo la chaqueta, y que ahora da al viento fosfórico de los fotógrafos, pues que la kelvinator paga royalties, el ventilador es socialista (quedan algunos por los cafés de Lavapiés) y sólo los tirantes dan la lámina del español palabrón y descamisado de quien quizá tomaron modelo los descamisados presidencialistas de Perón. Madre Patria no hay más que una Reyna Ysabel jura no mudar camisa hasta tomar Granada. Fraga jura no mudar tirantes hasta tomarle, al moro del PSOE alguna Autonomía, granadí o no. Respeto los tirantes de Fraga porque son el último vestigio de un Imperio que se movió bajo banderas, "tras las águilas del César" (Luys Santa Marina), y que hoy ha reducido tanto percal heroico al elástico de los tirantes de un político tenaz y embarnecido, cuyas queimadas, por otra parte, no soportarían el cinturón de castidad de un cinto / Loewe con hebilla automática, tipo Suárez.
Fraga se tira de los tirantes, como Münchhausen de las orejas, para sobrevolar eso que los politólogos llaman su techo. Empeño melancólico e imposible, pero ilustrado, humanista, como el del famoso barón. Sólo que el barón y todo el XVIII querían volar a la modernidad. Fraga, con sus alas horteras de elástico, sólo quiere volar chez Thatcher.
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