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Mirando a la zarzuela sin pasión, pero con amor

Aunque la historia de la zarzuela empieza a perfilarse en el siglo XVII, relacionada estrechamente con los espectáculos de divertimento que gustaba promover el monarca Felipe IV, el repertorio moderno que hoy se entiende por zarzuela es fruto de un siglo, el que va aproximadamente de 1850 a 1950, o sea, desde las obras de Oudrid, Hernando, Barbieri, Arrieta... hasta títulos de Sorozábal y Moreno Torroba.Sumisa durante décadas a la poderosa influencia de la ópera italiana, la zarzuela fue adquiriendo progresivamente personalidad apoyándose en dos pilares fundamentales: la continua referencia a la música popular española, al folklore; la tendencia de los libretos hacia los tipos donde el pueblo llano pudiera ver reflejadas historietas asumibles como propias, o del vecino, y hacia asuntos de actualidad o vigencia a menudo local.

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La falta de medios económicos hace difícil y costoso el resurgimiento del género lírico español

La voluntad nacionalista, conveniente y hasta necesaria para personalizar el género lírico español frente a los foráneos, incurrió, a veces,en el patrioterismo. El apoyo de los compositores en los ritmos tradicionales del rico acervo musical del país no excluyó, sino todo lo contrario, la explotación de fórmulas musicales, extrañas en su origen, pero que los autores, tras observar sus posibilidades de popularización, llevaron ésta a extremos increíbles: así pasó con la mazurca, la gavota, el vals y tantos otros moldes que se vistieron de españolismo e incluso, en alguna ocasión concreta -el chotis, por ejemplo-, se convirtieron en verdaderos estandartes musicales de un cierto tipismo local.

En fin, el ámbito zarzuelístico se diría que poseía vocación chiquita, pues se creaba en un permanente diálogo de compositores, libretistas y empresarios con su público, un público que, a cambio de su fidelidad al género, demandaba copiosísima producción y marcaba los estrechos cauces por donde todo debía discurrir: los del llano entretenimiento, el gracejo fácil, los sentimientos a flor de piel.

Este techo bajito de ambiciones artísticas fue asumido por todos cuantos oficiaron la zarzuela en sus años de esplendor, que coinciden con los últimos lustros del siglo pasado y los primeros del XX: captación inmediata del público, traducida en sencillez de la trama y fácil asimilación de los cantables; rapidez en la composición, exigida por las conveniencias empresariales de estrenar en determinadas fechas; adecuación necesaria a los medios vocales, escénicos e instrumentales del teatro al que la zarzuela fuera destinada. Todo ello, aceptado como condiciones inherentes al género, motivó que multitud de títulos se quedaran en poco más del estreno para olvidarse después, pero no impidió la venturosa floración de auténticas obras maestras que hoy siguen admirando y aglutinando públicos numerosos.

He aquí uno de los elementos que tiene hoy reducida la zarzuela a ámbitos modestos: la precaridad de los medios con que se cuenta para su representación. A nadie se le oculta lo que podría ser un montaje de zarzuela con los primeros cantantes, escenógrafas, orquestas y directores del país. También es evidente que los costos serían elevadísimos. Para la ópera se abordan; para la zarzuela, no. Sería demasiado fácil y seguramente injusto clamar por una equiparación, pero en todo caso resultaría interesante y aleccionadora la experiencia de un progresivo acercamiento de los medios puestos a disposición de uno y otros géneros, quizá la única posibilidad de procurar cierta revitalización de la zarzuela.

Porque lo de su puesta al día es otro cantar. Una imaginaria zarzuela de hoy -y al decir de hoy no significa solamente escrita ahora- sería imposible de ver como tal zarzuela: la definición del género posee demasiadas ataduras, textuales y musicales, a conceptos y maneras definitivamente abandonados por los creadores actuales. Sólo desde la nostalgia recalcitrante puede verse esto como algo fatalmente negativo. Lo más sano sería trabajar por el mejor conocimiento de una faceta tan singular y específica de la música española, con la idea clara de que los condicionamientos sociales y artísticos en que se desenvolvió pasaron a mejor (?) vida.

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