El "no" británico a la horca
( ... ) El favor de que goza la pena de muerte en la opinión británica se explica por varios factores. El primero es, sin duda, que ese país ha sufrido, precisamente entre la abolición (provisional en un principio) de la pena de muerte en 1965 y hoy en día, el doble choque del terrorismo y de la violencia civil. En efecto, el Reino Unido ha experimentado en mayor medida que los demás países europeos el incremento de un desempleo que es considerado por sociólogos y criminólogos como una de las causas usuales del aumento de la criminalidad en todas sus formas. Esto se añadió a la Regada masiva de una población inmigrante cuya presencia podía acrecentar las tensiones sociales, a pesar del gran esfuerzo de integración por ambas partes. ( ... )En lo que se refiere al terrorismo, también influyó de modo dramático en esta controversia. Algunos estadistas, empezando por el ministro para Asuntos de Irlanda del Norte, comprendieron perfectamente el peligro que representaba para Londres combatir el terrorismo con la aplicación de la pena de muerte. Peligro moral para una democracia que debe vedarse el recurso a los métodos expeditivos y bárbaros que le aplican sus adversarios. Pero peligro político también, pues indudablemente las ejecuciones habrían proporcionado al IRA, al INLA y a los demás grupos armados de las dos comunidades del Ulster, mártires en aras del sacrificio movilizador.
Por lo demás, el terrorismo de Irlanda del Norte lo ha visto claro. La mañana del mismo día en que la Cámara de los Comunes reabría el expediente de la pena de muerte, los terroristas han aportado su contribución al debate, al tramar una sangrienta provocación que ha causado cuatro víctimas en las fuerzas del orden de Belfast.
El hecho de que en esas condiciones el Parlamento británico haya rechazado toda restauración de la pena de muerte, para cualquier tipo de crimen, debe inscribirse en el activo del sistema británico. Incluso en el de una Europa liberal a la que finalmente se han incorporado en esta esfera otros dos países de antigua civilización, como España y Francia. Cuando de Moscú llega la noticia de tres nuevas ejecuciones por contrabando, el voto de los diputados británicos adopta un significado especial para la Europa democrática. Frente al aumento de los peligros internos, se planteaba la cuestión de si ésta cedería a determinadas tentaciones, a algunas comodidades expeditivas, a ciertos miedos. Afortunadamente vemos que no ha sido así.
15 de julio.
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