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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Gibraltar chino

HONG KONG es un inmenso dispárate histórico y humano que funciona con una gran prosperidad dentro de su absurdo: las conversaciones que han iniciado en Pekín políticos británicos y chinos tratan, sobre todo, de que las peculiaridades de la zona tengan continuidad después de la fecha de 1997 en que debe terminar, si se cumplen los acuerdos, la soberanía británica y la recuperación por China. El ministro de Asuntos Exteriores chino ha declarado ya que su país estaría dispuesto a modificar su propia Constitución, de forma que Hong Kong gozase de unos estatutos especiales que mantuviesen su situación. Y es que entre las paradojas que encierra Hong Kong está la de que la colonización extranjera está proporcionando muy considerables beneficios al país, teóricamente expoliado.Se dice que China obtiene en la actualidad unos 2.000 millones de dólares anuales de beneficios procedentes de Hong Kong. Es difícil de calcular, China dispone allí de ocho bancos propios (de un total de cerca de 100), cerca de un centenar de sociedades de importación y exportación -que se benefician de un régimen impositivo casi escandaloso-, instalaciones portuarias, marina mercante y negocios de toda índole; últimamente, después de una industrialización y de una electrónica barata -a imitación japonesa-, posee también, directa o indirectamente, algunos millares de estas pequeñas empresas fabricantes. Pero, además de estas propiedades declaradas, tiene una importante salida para el mercado de divisas, para un cierto contrabando, para transferencias de poblaciones. Es inevitable explicar que la riqueza que procura Hong Kong a China, al Reino Unido y a las grandes especulaciones financieras mundiales reposa sobre tres brazos: la explotación de una mano de obra numerosísima e incalculable -las cifras oficiales habían de cinco millones de habitantes, 95% de ellos chinos, pero pueden ser muchos más-, sobre el contrabando y sobre algunas ficciones jurídicas de puerto libre como las que en un tiempo tuvieron Beirut y Tánger, pero a una escala mucho mayor.

Hong Kong -una especie de Gibraltar chino- se ha ido construyendo así por la ocupación británica a partir de 1841 en la isla de la cabeza de puente de Kowloon, en territorio continental, en 1860, y por los llamados nuevos territorios en 1898 (946 kilómetros cuadrados, parte en el continente y parte en 230 islas o islotes). No es preciso decir que fueron tomados por la fuerza, más o menos ostensible, aunque legalizados luego en un tratado por 99 años; que es el que expira en 1997. Probablemente, no pensaba el Reino Unido que en las puertas del año 2000 su imperio iba a estar socavado como lo está ahora, que China iba a ser uno de los cinco grandes países políticos del mundo ni que Hong Kong, un jugar estratégico a las puertas del Pacífico, iba a convertirse en una importante encrucijada del mundo. Ha sido sobre todo la historia contemporánea la que lo ha convertido en lo que, es, y no parece que haya ningún deseo por parte de sus ocupantes, y mucho menos de sus habitantes, de que las cosas cambien demasiado. El deseo principal de China es el de poder tener el control de la zona, pero sin matar la gallina de los huevos de oro; el del Reino Unido hubiera sido el de conservar su soberanía, lo cual no parece posible; quizá prefiera hoy (y el hecho de que se celebren conversaciones indica que la reciente visita de Thatcher a Pekín ha establecido ya algunas bases) mantener privilegios, prorrogar concesiones y defender sus capitales. Otras potencias muy interesadas, especialmente Japón y, desde luego, Estados Unidos, prefieren por el momento una continuidad en lugar de una absorción definitiva dentro de China.

Catorce años -que es lo que falta para la devolución- son un período histórico muy breve. Sin embargo, con la aceleración actual y sobre todo con la movilidad enorme.de la zona, dejan lugar a muchos factores incógnitos: cuál puede ser la transformación china, sobre todo. Y cómo puede realizarse el desarrollo de Hong Kong. El Reino Unido sólo puede confiar en este momento en que la misma conveniencia china mantenga sus privilegios o parte de ellos. Para los españoles, ver soltar una colonia inglesa en tierra ajena sólo puede ser motivo de satisfacción.

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