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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Los servicios de información del Ejército

Existen en las Fuerzas Armadas unas entidades autodenominadas servicios de información u otros nombres parecidos.Si un suboficial de los de a pie habla abiertamente a favor del sistema democrático (no desde hace unos meses, sino desde los diriciles tiempos de 1981); si se manifiesta en el sentido de que las instituciones armadas no son propiedad de nadie en particular, sino del pueblo, que es quien las mantiene, o que los Ejércitos no están para apuntar las armas hacía los ciudadanos del propio país, están para apuntarlas hacia fuera; si en una pequeña ciudad, como Melilla, mantiene un poco de amistad con algún viejo y reconocido marxista y, si a estas y otras cuestiones de parecida índole se añade el hecho de que dicho suboficial goza de un cierto prestigio entre los soldados de su unidad (a base de anteponer la condición humana a la de soldados, sin olvidar, claro está, esta última), esta serie de circunstancias, digo, pueden parecer alarmantes y despertar recelos entre los llamados servicios de información o en sectores de éstos, de forma que el citado suboficial empieza a ser, primero objeto de vigilancia (y nunca mejor dicho lo de objeto). Después, sí se dan otra serie de condiciones, que sería complicado enumerar y explicar aquí, puede dejar de ser vigilado y pasar a ser perseguido. No por los jefes naturales de su unidad, puesto que legalmente no hay nada que reprocharle, pero sí por los mencionados servicios de información, que actúan con total y absoluta impunídad, puesto que nadie ejerce ningún control sobre ellos.

No existen límites constitucionales para los componentes de estos servicios, mientras que para el desventurado que tenga la desgracia de caer bajo su punto de mira ocurre exactamente lo contrario: sus derechos no existirán más que sobre el papel. En la realidad serán continuamente atropellados, y ni siquiera sus obligaciones podrá cumplirlas, ejercerlas con normalidad.

Si se les denuncia pueden salir del paso alegando que un sargento no es tan importante o, sencillamente, que no es cierto.

En mi caso particular, me he visto obligado a abandonar el servicio activo que prestaba en una unidad de Regulares. Es posible que haya otros casos parecidos. Los haya o no, pienso modestamente que alguien debería poner coto a las actuaciones arbitrarias de quienes nos controlan sin que nadie los controle.

Permítame que termine haciendo una, también modesta, observación: el origen de muchas de las radicalizaciones que padece este, país nuestro (que algunos parecen creer que es sólo suyo) es la intransigencia de quienes podrían solucionar muchas cosas con un arma más sencilla que los actuales medios sofisticados de control, pero, seguramente más eficaz: la palabra. /

primero de Infantería, en excedencia voluntaria

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