Agustín García Calvo
El escritor ácrata que prepara la letra del futuro himno de Madrid
Agustín García Calvo, 56 años, libertario, filósofo, poeta, catedrático de latín, come casi todos los días en un autoservicio. "No son mejores los restaurantes baratos, y aquí, en una sola mesa, podemos reunirnos muchos amigos", argumenta. Cuando el presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, le pidió unos minutos para charlar con él, no dudó un momento en citarle precisamente allí. Los dos tomaron sus bandejas pasadas las tres de la tarde y fueron recogiendo de las estanterías los filetes con patatas fritas para situarse luego en una amplia mesa circular, rodeados de amigos comunes. El escritor ácrata aceptó al poco rato la propuesta del político socialista y, en una decisión que sorprendió a sus propios seguidores, se comprometió a redactar la letra del futuro Himno de Madrid.
En el autoservicio, los comensales, mientras dan cuenta del gallinazo y las natillas, le miran asombrados, pensando que alguien importante debe de ser ese hombre de los bigotes dibujados en la cara y aspecto estrafalario. "El texto del himno no lo tengo todavía definido", explica García Calvo, "pero ya sé que estará escrito en primera persona. Es decir, será el Ente autónomo, Madrid autónomo, quien hable. Ahora estoy dándole vueltas a la letra, y necesito ya la música para continuar".Esta vez Amancio Prada no acomodará las palabras al pentagrama, "porque no es un estilo que le vaya". Como en Libre te quiero, canción en la que ambos trabajaron en equipo y consiguieron mezclar lo místico y lo popular, el escritor espera ultimar su idea conversando con la persona que esté encargada de componer la música.
"Habrá que buscar alguien experto en el tachán-tachán que necesita un himno".
Cuando Leguina declaró públicamente que pediría a los también escritores Fernando Savater y Rafael Sánchez Ferlosio que mediasen ante García Calvo y le convenciesen de que diera letra al himno se equivocó de cabo a rabo. Los dos reaccionaron enviando cartas a la Prensa para desmarcarse de semejante posibilidad. Sin embargo, y a pesar de que Leguina no las tenía todas consigo -de ahí sus cuidados-, García Calvo aceptó de inmediato la aventura. Leguina erró también, afortunadamente para él, al pensar que opondría algunas reticencias. A García Calvo no le han dolido los desacuerdos de sus amigos. "La carta de Fernando no la he leído, pero sí la de Rafael, y me pareció muy simpática. Tengo que agradecérsela, por cierto. Pero Rafael se olvida de un elemento fundamental: la verdadera singularidad está en el tema: Madrid autónomo. Es un caso que no tiene parangón en ningún sitio, y lo que cierra ese truco de la desintegración del Estado que son las autonomías. Si me propusiesen hacer el himno de Castilla, o de Europa, no aceptaría, pero la autonomía de Madrid es una fantasía política. Es el único himno que yo podía escribir, el único que me parece divertido". Ante la indicación de que nunca ha sido muy partidario de los himnos, espeta: "Yo he estado siempre en contra del Estado, pero sobre los himnos nunca me había definido".
"El hecho de que en el Ente autónomo hayan pensado en un tipo como yo para escribir, la letra es ya una señal de que no pensaban en un himno exaltatorio y habitual. Pero, de todas formas, no estoy muy seguro de que les vaya a gustar", explica. "Yo veo que hay un 3% de posibilidades, como máximo, de que finalmente mi letra sea el Himno de Madrid. No veo ni cómo voy a tener el acierto de hacer una letra que me guste a mí y que no avergüence a mis amigos, ni cómo van a poder tragarla los que me lo han propuesto". Ante el comentario de que, si no es aceptada, Madrid tendrá en realidad dos himnos, Isabel Escudero, su compañera, responde: "Habiendo uno, ya hay dos, porque el otro es ninguno".
García Calvo, zamorano de nacimiento -"pero no me siento de ningún sitio"-, expulsado de su cátedra, como Enrique Tierno y José Luis Aranguren, tras los incidentes universitarios de febrero de 1965, no habló de dinero con Leguina a cambio de su letra para el himno. No parece tener especiales problemas de tipo personal y, con cierta alegría en las exposiciones de sus pensamientos, acompaña sus palabras con un armónico ir y venir de su dedo vendado, que sufre una inflamación. "He tenido vendajes más bonitos", advierte.
Al pedirle una definición de su propia ideología, explica: "Yo trato de privarme de ideas. Todos los días me quito alguna, pero siempre quedan demasiadas".
García Calvo, un ácrata sin jerigonza, gusta de guardar las formas. "Del himno no quiero avanzar nada hasta que lo conozca Leguina". Y Leguina sigue esperando, seguramente con los dedos cruzados.
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