Elecciones marroquíes: como eI Ramadán de la aurora
Los resultados de las elecciones municipales del 10 de junio van a concluir, escasos días después, ya en pleno mes de Ramadán, como el rosario de la aurora. Varias formaciones políticas, entre ellas alguna en el Gobierno -todavía-, están decididas a romper la baraja de la "democracia hassaniana". La baraja: no la baraka. Esa es irrompible, como su propio, nombre indica. O, al menos, gracias a ella sobrevive un régimen que ha pasado por momentos y crisis verdaderamente complicados.Y, curiosamente, no ha sido avaricia de la formación favorita del poder (la recién inventada Unión Constitucional (UC) que preside el primer ministro Maati Buabid) la que ha roto el saco, ya que se ha autoasignado unos resultados y porcentajes que, aunque la dejan en cabeza, no la hacen monopolizar el control de los ayuntamientos. Su 15,56% de votos y 17,6% de concejales en todo el país no son cifras aplastantes y dan una imagen que podría ser creíble. Incluso llegaría a pensarse que el ministro del Interior, Dris Basri, no movilizó suficientemente su aparato para favorecer el triunfo de la UC cuando los resultados son tan parcos. Sin embargo, conviene repasar el contexto para no llamarnos a engaño.
Nunca, en toda la historia de Marruecos, el poder se halla tan atornizado como en la actualidad. Y destaco en cursiva la palabra poder porque el Poder sigue encarnado en una sola persona. Cinco formaciones políticas con más o ninguna solera se coaligan desde las anteriores elecciones municipales, hace algo más de seis afios: el Istiqlal (fundado en 1944), el Movimiento Popular (en 1957), el Reagrupamiento Nacional de los Independientes (1978), una escisión de éste, el Partido Nacional, Democrático (1981), y la Unión Constitucional (marzo de 1983). En realidad son sus líderes y sus clientelas los que forman gobierno, ya -que algunos partidos han nacido-expresamente para esta campaña electoral.
No hay duda de que la filosofía oficial que presidía estas elecciones era la de conseguir un equilibrio entre los partidos del Gobierno. Y el equilibrio ha resultado: los porcentajes de votos y concejales de estos cinco grupos oscilan entre el 11% y el 17%. Pero lo que falló fue el consenso: mientras que otras formaciones se callan y aceptan unos resultados cambiantes cada día, el Istiqlal rechaza los resultados, desenmascara la farsa, publica un comunicado durísimo en el que niega credibilidad a los comicios y amenaza con dimitir de los ocho ministerios que controla. Realmente, es grave esta decisión, máxime cuando se trata del único verdadero partido de los que participan en el Gobierno, el único con infraestructura real en todo el país, y además, el partido responsable de una política exterior que ha cosechado éxitos en los frentes africano, árabe y magrebí.
Los resultados no pueden ser creíbles por la enorme cantidad de denuncias que los partidos de la oposición (socialistas y comunistas) y el propio Istiqlal han hecho a lo largo de la campaña electoral y tras el escrutinio: no se conoció la división en distritos electorales hasta el momento de presentar las candidaturas; se pusieron todo tipo de trabas a los candidatos para impedirles presentarse; se traficó con las tarjetas electorales; se recurrió a las más variadas presiones sobre los votantes, a través de esa institución tan marroquí, el Muqaddim, agente del gobernador a escala de barrio; en fin, hasta llegar a los pucherazos tradicionales.
'Izquierda tolerada'
Pero hay otro hecho que conviene no olvidar. Con la actual ley electoral, sistema mayoritario un¡nominal a una vuelta -dejando a un lado la mayor facilidad para las manipulaciones previas-, si los partidos que podrían calificarse de derechas se presentan divididos en cinco formaciones, el resultado puede llegar a ser que el único partido de izquierda tolerada (la Unión Socialista de Fuerzas Populares, que accedió con los partidos en el Gobierno en la campafía en RTV), obtenga resultados sorprendentes en las grandes ciudades. Y ésta ha sido la realidad. Por ejemplo: con un 20% de votos, los socialistas han colocado el 84% de los concejales en una ciudad como Fez.
Únicamente el nuevo periódico socialista Alittihad al ichtiraki avanza sus triunfos, que hay quien llega a atribuir a la tolerancia del poder, que con ello querría dar una imagen exterior más presentable ante una Europa inmediata de signo socialista (no se olvide que Europa en Marruecos equivale a Francia). De hecho, si deben creerse los resultados que proclaman los socialistas, ciudades importantes como Rabat, Fez, Uxda, Tet,uán, Kemitra, Agadir o algunas de las nuevas municipalidades de Casablanca, estarían en manos de la USFP.
¿Qué concluir provisionalmente de todo esto? En primer lugar, que estas elecciones, que a pesar de su carácter municipal se han convertido en algo más que la antesala de las legislativas, han sido montadas para legitimar otra vez más el poder de árbitro del monarca, que necesita que ningún partido cuente con la mayoría. En segundo lugar, que el sistema estalla porque empieza a no ser tan fácil manipular al electorado aunque se usen técnicas sofisticadas. La indecisión del poder al tardar en publicar los resultados definitivos es una muestra de que el sistema hace aguas, de que las fracciones del poder no se entienden. Incluso la ley electoral empieza a volverse contra sus instrumentalizadores. Por otra parte, parece quedar claro que el poder está dispuesto a perder el apoyo del Istiqlal. (¿intencionadamente? ¿Para evitarle protagonismo en el asunto del Sáhára en vías de referéndum?).
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