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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Comparecencia en la Comisión de Justicia

LA ANUNCIADA comparecencia de Federico Carlos Sainz de Robles, presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, ante la Comisión de Justicia del Congreso ha quedado enturbiada por una cuestión de protocolo gratuita. Se trata de decidir si la presidencia de esa sesión correspondería a Pablo Castellano, titular de ese órgano parlamentario, o al presidente de la Cámara baja. Con independencia de los poderes que el reglamento del Congreso conceda a Gregorio Peces-Barba para ello, resulta evidente la inoportunidad de romper así la normalidad de las funciones parlamentarias.Algunas interpretaciones apuntaron la hipótesis de que esa sustitución, no deseada por Pablo Castellano, podía obedecer a un supuesto veto por las opiniones críticas acerca de los tribunales expuestas hace pocas semanas por el presidente de la Comisión de Justicia y respondidas públicamente por el propio Federico Carlos Sainz de Robles. El mentís oficial a esa versión era innecesario. En una reciente entrevista en televisión, Sainz de Robles mostró no sólo que el rigor jurídico y la sabiduría legal son conciliables con una vasta cultura humanística y un acusado sentido del humor, sino también quela responsabilidad derivada de un alto cargo es totalmente compatible con una admirable sencillez. Muchos ciudadanos tuvieron que sentir, al oírle, reforzadas sus esperanzas en la modernización de este país y en la reforma de la Administración de la justicia.

Demostrado que no ha existido elo veto, la única causa del anómalo desplazamiento de Pablo Castellano de la presidencia de la sesión de la Comisión de Justicia ante la que comparecerá Federico Carlos Sainz de Robles es entonces la voluntad del presidente del Congreso de actuar personalmente como anfitrión. Esta razón explicaría también el aplazamiento de la comparecencia fijada para el 15 de junio, fecha en la que Gregorio Peces-Barba se hallaba ausente de Madrid a causa de un viaje oficial a París. Sin embargo el tramo final de la discusión y aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, una de las funciones más importantes de la Cámara baja, se desarrolló, por culpa de la dichosa visita, sin la presencia en el hemiciclo del presidente del Congreso y de algunos otros distinguidos diputados. Lo que incidentalmente: sugiere que a la hora de justificar el aumento de los emolumentos de los parlamentarios haya que aclarar, además del escandaloso absentismo habitual en los escaños de Alianza Popular y de la dotación monetaria de los juegos florales anunciados por el presidente de la Cámara, los criterios que inclinan a la aceptación de visitas oficiales y organización del calendario de las mismas.

En cualquier caso, parece necesario indagar los motivos de la descortesía que significa para el presidente de la Comisión de Justicia su desplazamiento, por el del Congreso con ocasión de la comparecencia de Federico Carlos Sainz de Robles. Peces-Barba argumenta que no hace sino seguir la línea marcada por Lavilla, cuya candidatura al Tribunal Constitucional, en discutible armonía con las condiciones exigidas para desempeñar ese puesto, está siendo promovida por sectores de nuestra vida pública, mediante una torcida lectura de la ley del Tribunal Constitucional, a. fin de sustituir los 15 años de ejercicio profesional requeridos a los candidatos por el premio de consolación otorgado a un político profesional descontento con su actual empleo. Pero el auténtico precedente para justificar las deferencias del Congreso ante sus invitados ilustres, habría que buscarlo en la bambolla escenificada en las Cortes Orgánicas cuando acudían altos cargos al Palacio de la carrera de San Jerónimo. Los acartonados rituales del pasado pueden también servir de precedente para el teatral despliegue de la Mesa del Congreso en los plenos de la Cámara, más parecidos a los intimidatorios escalonamientos del Presidium del Soviet Supremo que a las presidencias de las cámaras en las democracias occidentales.

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Que Pablo Castellano sea un político lenguaraz, crítico y discrepante no debe impedirle el normal ejercicio de sus funciones como presidente de la Comisión de Justicia, cargo para el que resultó elegido por los diputados, al igual que lo fue Gregorio Peces-Barba. Pues si el presidente de la Comisión de Justicia no puede presidirla cuando comparece en ella la primera autoridad judicial del país, ¿para qué la preside? La reproducción de las pompas del poder tal vez tenga la utilidad de afirmar simbólicamente la continuidad del Estado, más allá de los contenidos de los regímenes políticos que los ocupen, pero ofrece el riesgo de que la concupiscencia por la liturgia prevalezca sobre los contenidos y las ideas.

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