Solís replica a Escohotado

El 17 de abril publicó EL PAÍS una crítica mía a una obra de Escohotado (que no a Escohotado). Éste, en una carta del 20 de junio, no contesta a mi crítica, sino que me critica a mí como personal haciendo descender la polémica del aburrido terreno académico al más vistoso de las riñas de barrio. No deseo seguirle a ese terreno, en el que no cuentan los argumentos, sino la retórica.En efecto, recurre Escohotado a las viejas falacias del discurso ya diagnosticadas por Aristóteles, como la ignorantia elenchi (consistente en argüir otra cosa que lo que está en juego), el argumentum ad hominem, el tu quoque, etcétera

Señalaré dos ejemplos. En lugar de decir en qué se equivoca mi crítica, intenta rastrear las causas económicas de mis argumentos: me pagarían por ello. Esta visión conspirativa de la historia es desgraciadamente falsa; y no tanto porque no haya quien tenga como objetivo de sus esfuerzos cotidianos fastidiar al pobre Escohotado, cuanto porque los trabajos de comisionista (como él sabe muy bien) se pagan mucho mejor que mi trabajo de asesoría editorial. Otro ejemplo particularmente gracioso viene dado por la comparación de mi edición de La óptica con la suya de los Principia. La suya sería mucho mejor que la mía por constar de 903 páginas, 449 más que la otra. Dejando de lado la contingente circunstancia de que los Principia ocupan más del doble que La óptica, accidente, en cualquier caso, imputable a Newton, es lástima que aquel primer materialismo grosero consistente en reducir los productos intelectuales a mero condicionamiento económico no se torne ahora dialéctico, convirtiendo el aumento de cantidad en calidad.

Pero da igual. Aun admitiendo (en aras del argumento) que sea cierto cuanto sugiere, ello no mejora un ápice la calidad de su trabajo.

Después de haber descendido por un momento al terreno de la polémica de periódico, me retiro de nuevo a mi campo: si Escohotado quiere discutir sobre Newton, puede contar conmigo; pero mientras no aporte algún razonamiento al caso, me remito a lo dicho el día 17 de abril. Su carta del 20 de junio quiere mostrar que soy malo, mezquino y vil, pero no hace nada, ¡ay!, para demostrar que lo que dije sea falso. /