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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Estabilidad en China

LA ACTUAL sesión de la Asamblea Popular Nacional de China, con la elección en particular de un presidente de la República, Li Xinnian, es la última etapa de un proceso gradual de restablecimiento del equilibrio político y del funcionamiento normal de los órganos constitucionales, después de la terrible conmoción que representó la llamada revolución cultural. Dicha Asamblea está formada por unos 3.000. miembros, elegidos cada cinco años en las provincias, regiones autónomas y unidades militares; la Prensa china ha informado que los representantes militares representan el 9% de los diputados, y que en las últimas elecciones ha aumentado el porcentaje de los intelectuales, técnicos y científicos y de los diputados que no son miembros del partido comunista.Algunos comentarios se sorprenden de la casi simultaneidad con la que la URSS y China han llenado el vacío de la jefatura del Estado. Pura coincidencia de fechas: en cuanto se examinan ambos hechos, lo que llama la atención es precisamente la disparidad de los procesos; las tendencias tan diferentes que aparecen en uno y otro caso. En la URSS, ha sido el secretario general del partido el que ha ocupado la cumbre del Estado. Nada semejante en Pekín. Hubo, sí, la etapa del culto y de la omnipotencia de Mao; a su muerte, Hua Guofeng detentó juntas la jefatura del Gobierno y la presidencia del partido. Pero después, en los, últimos años, se ha asistido a una distribución gradual, en diversas personas, de los cargos máximos. ¿Según qué criterios? Hace falta recordar que la derrota de la revolución cultural significó el retorno a un primer plano de un elevado número de cuadros muy veteranos, que habían sido las víctimas de dicha revolución. La amenaza de una gerontocracia paralizante era clarísima. Frente a esa tendencia se fue abriendo paso, con grandes obstáculos, la necesidad objetiva de ciertas renovacionesa basadas en criterios de competencia y eficacia; que se ha ido plasmando en formas diversas: el máximo de renovación ha tenido lugar en los escalones locales, provinciales y en los puestos de gestión del aparato estatal. Como secretario general del partido (una vez suprimida su presidencia) y como primer ministro, para la dirección política y económica directas, fueron nombrados cuadros relativamente nuevos. En cambio, a las figuras históricas ligadas a la Larga Marcha de los años treinta se1as coloca sobre todo en cargos de presidencia, prestigio y jerarquía. Tal es el caso del nueva presidente de la República, Li Xinnian.

Si Deng Xiaoping es el verdadero hombre fuerte de China (opinión en la que coinciden hoy casi todos los observadores), su papel ha sido decisivo para promover estos criterios de distribución del poder. El se reserva la dirección de los órganos que ejercen el mando supremo de las fuerzas armadas, y desempeña un papel más bien de consejero en el con unto de la vida política.

Uno de los principales, interrogantes que se plantean ahora, una vez regularizado el funcionamiento de los órganos constitucionales, es el de si el actual equipo dirigente tiene la suficiente cohesión para afrontar los problemas gigantescos que implica lograr una mínima elevación del nivel de vida, hoy bajísimo, de una población que supera ya los 1.000 millones de seres. Sobre algunas opciones fundamentales sí parece existir un consenso, fruto quizá más de la experiencia que de la ideología, entre los componentes de las direcciones del partido comunista y del Estado: en primer lugar, el rechazo de cualquier propensión a nuevas aventuras izquierdistas; de cualquier intento de dar saltos o de escalar, las montañas, cuando se trata de garantizar un desarrollo económico; las consecuencias sufridas de los errores del pasado han sido enseñanza definitiva.

Los proyectos, las ideas que ahora están al orden del día insisten en la necesidad de reformas realistas; de impulsar un crecimiento gradual y sistemático; de modernizar el aparato industria, la industria pesada, pero sin abandonar la prioridad de la agricultura y de la industria ligera, imprescindibles para poder atender las necesidades de una población tan inmensa.

Zhao Ziyang, el primer ministro, ha dicho antela Asamblea Popular que hace falta crear, para 1990, un nuevo sistema económico adaptado a las condiciones de China. El sentido es obvio: se trata de cambiar, de superar, lo mucho que aún queda en la economía china de un sistema centralizado de planificación de tipo soviético. Los dirigentes chinos han dedicado particulares esfuerzos a estudiar la experiencia yugoslava y las novedades del método húngaro. Pero es evidente que las condiciones objetivas son completamente diferentes; y aún no aparecen claras las orientaciones y criterios en los que se van a basar los propósitos de reforma que se desprenden de las palabras del primer ministro. En todo caso, el objetivo es que China pueda, a finales del siglo XX, dejar de ser una zona económicamente atrasada; convertirse en un gran país moderno. No es posible olvidar que China«representa la cuarta parte de la humanidad; y que, por tanto, de la forma en que resuelva sus problemas depende en no escasa medida la estructura del mundo en las futuras décadas.

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