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Tribuna:
Tribuna
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La reactivación norteamericana

Existe un acuerdo generalizado en el sentido de que la economía norteamericana está iniciando, con mayor intensidad de lo previsto hace apenas dos meses, una fase de recuperación económica. La coincidencia de la etapa de expansión con la perspectiva electoral garantiza también la reelección de Reagan -si decide volverse a presentar, lo que parece probable-. La disminución radical de la inflación -alrededor del 4% en 1983-, que ha generado una presión a la baja en los tipos de interés, y el hecho de que la expansión sea más gradual que en la salida de otras crisis anteriores, garantiza un período de crecimiento equilibrado para la economía norteamericana de cara al medio plazo.

En Estados Unidos se está iniciando un período de recuperación prolongado y de transformaciones profundas sin parangón en ningún otro país. Las empresas que sepan aprovechar esta situación anticipándose al efecto de gravitación que ejercerá la economía norteamericana sobre los capitales extranjeros y al incremento de su poder específico en el resto del mundo, tienen mucho que ganar.La expansión inminente de la economía viene impulsada por la reposición de inventarios, la recuperación de los sectores de la construcción y automóviles, el aumento de gastos de defensa y por inversiones cuantiosísimas en los sectores de alto contenido tecnológico y formación científica: electrónica -se prevé que en el curso de los próximos años la mayoría de los hogares norteamericanos contarán con su ordenador individual-, telecomunicaciones, biogenética, fuentes alternativas de energía, etcétera.

En materia de expectativas económicas, el factor primordial lo constituye la baja insospechada en la tasa de inflación, que en el primer trimestre de este año apenas superaba el 2%. Este hecho seguirá impulsando a la baja los tipos de interés, a pesar del déficit público sin precedentes en la historia financiera de Estados Unidos. De ahí que los temores a que ese déficit fuerce el alza del precio del dinero y expulse al sector privado de los mercados de capitales sean mucho menores que antes dehaber descontado el éxito en la lucha contra la inflación. Por otra parte, el mercado monetario se ha internacionalizado hasta tal extremo hoy día que es el efecto combinado de todos los déficit de los países industrializados el factor determinante del tipo de interés en EE UU y no sólo el déficit de este país.

La paradoja del déficit

Paradójicamente, la recuperación de la economía norteamericana se está produciendo a pesar del comportamiento particularmente negativo de dos variables económicas fundamentales: la evolución de los índices de productividad y la magnitud del déficit público.

En Estados Unidos, la producción de bienes y servicios en términos reales por hora trabajada apenas si ha aumentado el 1,4% durante la última década comparado con índices superiores al 2% en Europa y 3% en Japón. Las razones de los bajos índices anuales de incremento de la productividad deben buscarse en la creación masiva de nuevos puestos de trabajo -un hecho ogcurecido a veces por las cifras de desempleo-, el aumento de los precios energéticos que ha inducido un proceso generalizado de sustitución de energía por otros factores de producción, la entrada del baby boom y del colectivo femenino en los procesos de producción y, por encima de todo, la progresiva burocratización de la economía norteamericana, que ha desviado un porcentaje significativo de la inversión desde sectores productivos a inversiones vinculadas a las nuevas reglamentaciones en materia de seguridad o protección del medio ambiente.

Como es sabido, de los índices de productividad depende, en definitiva, el nivel de consumo potencial por trabajador, aunque, en sí mismo, no existe una relación directa entre índices de productividad y competitividad en los mercados internacionales. Una evolución negativa de los índices de productividad sólo afecta a la competitividad internacional de un país en aquellos casos en que al parco incremento de la productividad no corresponda también un incremento moderado de la masa salarial. Este fenómeno explica el dispar comportamiento de Estados Unidos y Europa. En Estados Unidos, los bajos incrementos de productividad se vieron acompañados por índices muy moderados de aumento en la masa salaríaten térmínos reales (del orden del 1,8%), mientras que los más agresivos aumentos de los índices de productividad en Europa se vieron ampliamente compensados por incrementos supenores al 4% en los salarios en términos reales. Es esta relación dispar la que explica el retroceso pronunciado de Europa en los mercados internacionales y el mantenimiento de la posición competitiva de Estados Unidos a pesar del comportamiento nada agresivo de sus índices de productividad.

Es cierto también que es difícil subestimar el impacto negativo que ha tenido el desordenado crecimiento del déficit público. Durante los últimos veinte años, el ahorro neto del sector familias y empresas ha sido del orden del 7% del producto nacional: la cuantía del déficit -público en la actualidad -alrededor de un 6% del producto nacional- supone, pues, absorber en su totalidad el ahorro neto disponible. En estas condiciones será preciso recurrir de manera muy significativa al ahorro exterior para impedir el estancamiento o reducción de la tasa de incremento de la inversión en capital fijo. Ahora bien, no debe olvidarse que aproximadamente la mitad del déficit público experimentado o previsible para 1983 está vinculado a la fase recesiva en que todavía se encuentra la economía americana.

La tasa de desempleo

La actual fase del ciclo es responsable de los menores ingresos fiscales a raíz de la baja en los beneficios y de los mayores gastos por las compensaciones de todo tipo que la depresión reclama del Gobierno federal. En la medida en que la economía americana se vaya recuperando, esta parte cíclica del déficit público disminuirá; el aumento en la generación de bienes y servicios vinculado a una disminución del 1% en la tasa de desempleo reduciría el déficit público en unos 25.000 millones de dólares. En la actualidad, la Administración americana prevé que la tasa de desempleo para el año fiscal 1983 será del orden del 10,7%, pero si la tasa de desempleo fuera 6,5%, el déficit público alcanzaría los 103.000 millones de dólares en lugar de los 208 previstos. En el mundo académico norteamericano se considera ahora que las verdaderas amenazas al desarrollo equilibrado de la economía proceden de dos factores a los que no se ha otorgado la debida atención: el proteccionismo comercial alimentado por la crisis económica y los efectos adversos sobre los procesos de producción de la actual estructura fiscal.

En cuanto al primero, Estados Unidos tiende a considerar que los países europeos y Japón intentan contrarrestar mediante prácticas desleales el creciente poder de gravitación que la economía americana está ejerciendo en el mundo económico: la política agrícola de la Comunidad constituye una amenaza abierta para un sector de la economía norteamericana que es extremadamente competitivo a nivel internacional; igual ocurre en los sectores con un elevado contenido tecnológico, en donde las ventas subvencionadas por parte de los países competidores de Estados Unidos impiden que las ventajas comparativas encuentren su reflejo en las corrientes comerciales. Y lo mismo sucede con la inversión en el extranjero, sometida a toda una serie de condicionantes referidos a componentes locales o cuotas de exportación.

En la necesidad que Estados Unidos tiene de combatir las prácticas restrictivas de países terceros en aquellos campos en los que gozan de ventajas comparativas más claras, como son la producción agrícola, los sectores de alta tecnología y las inversiones en el exterior, yace la me¡or garantíá de que no se contestará a estos desafíos mediante medidas proteccionistas alentadas por determinados sectores domésticos contra los productores extranjeros, evitándose así -como de hecho ya ha ocurrido- la ola generalizada de proteccionismo que muchos observadóres anticipaban al iniciarse la actual crisis económica.

En mucha mayor medida que la evolución de los índices de productividad o la cuantía del déficit público, se estima que la actual estructura fiscal constituye una amenaza mucho más seria al desarrollo equilibrado de la economía norteamericana.

En Estados Unidos existe una larga tradición de movimientos contestatarios contra la fiscalídad federal. Hoy, sin embargo, el movimiento en favor de una reforma fiscal profunda que tienda a simplificar los trámites administrativos y reducir los tipos.y las categorías es prácticamente generalizado. El fisco norteamericano estima que la evasión fiscal alcanza hoy los 100.000 millones de dólares. Junto a esta evasión fiscal ha cristalizado también una evasión perfectamente legal; a lo largo de los años setenta han sido muchos los Estados que han adoptado medidas para reducir los techos fiscales, y en 1981 el Congreso aprobó una reducción en los impuestos de proporciones históricas.

Todas estas medidas legislativas han intentado reducir la carga fiscal, que la opinión pública considera a todas luces excesiva. La verdad es que también se está cuestionando la actual estructura impositiva y no sólo la carga fiscal. Existe un sentimiento generalizado en el sentido de que se trata de una estructura injusta, discriminatoria con relación a las inversiones sujetas a múltiples impuestos y sesgadas en favor de una forma especial de inversiones -la construcción-. Se trata de un sistema fiscal hasta tal punto complejo que las decisiones de inversión se toman en función de la fiscalidad vigente y no en función de la viabílidad de los proyectos.

Desde el punto de vista del contribuyente, la actual estructura fiscal se considera ínaceptable, y esta actitud ha generado un clima de reforma en el que por primera vez políticos y especialistas del mundo académico están avanzando propuestas radicales tendentes a simplificar el sistema fiscal, eliminar tratos de favor para diversos gastos de consumo e inversión, reducir los tipos impositivos -en algunos casos drásticamente- y redefinir la base imponible a nivel del contribuyente individual.

El impacto de la crisis en América Latina

Los flujos de financiación internacional estarán mediatizados por la crisis de liquidez que afecta a América Latina. Se trata de un problema estructural y a largo plazo cuya solución dependerá del ritmo con que se imponga el ajuste. La comunidad financiera internacional está dispuesta a acordar los plazos necesarios, siempre que ese ajuste se imponga con el suficiente rigor; a este respecto es útil llamar la atención sobre la inminente constitución del Instituto de Finanzas Internacionales en Washington, creado por la banca privada internacional con el fin de analizar científicamente el riesgo y solvencia por países. Actuará de forma paralela al FMI y, por tanto, unificará y generalizará los criterios de concesión de créditos a terceros países. No es fácil subestimar el impacto que tendrá este. comportamiento en los países que se nieguen a efectuar su proceso de ajuste.

La inmovilización de recursos internacionales en América Latina por un tiempo más prolongado dejará menos fondos libres para atender otras demandas del sector privado en el resto del mundo. A raíz de esta crisis, es lógico prever los siguientes hechos: la banca privada exigirá que un mayor peso del ajuste en el reciclaje internacional de fondos lo efectúen los organismos multinacionales como el FMI o Banco Mundial. Una mayor proporción del comercio intemacional se financiará en virtud de protocolos bilaterales entre Gobiernos.

En términos generales, el mayor peso específico de la financiación vinculada a proyectos científicos contraerá temporalmente las inversiones en estos países y supondrá un aumento del precio del dinero (los 7/8 sobre libor aplicables por siete años a países como España pasarán rápidamente al 1%). Es fácil deducir en qué manera estas tendencias pueden afectar la operativa exterior de las empresas.

fue ministro de las Comunidades Europeas en el último Gobierno Suárez y es diputado independiente en la lista de CiU por Barcelona.

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