Un encuentro personal con repercusiones políticas
Pierre Mauroy se declaró perteneciente a una generación de franceses que ha tenido pocas oportunidades de visitar España. Fue una manera delicada de señalar su compromiso democrático refractario al régimen que aquí imperó durante 40 años. Las 29 horas que ha pasado el domingo y lunes sobre suelo español han limitado su segunda estancia al otro lado de los Pirineos. La amistad con el presidente del Gobierno Felipe González, desde los años de Suresnnes, ha facilitado un encuentro personal que no dejará de tener claras repercusiones políticas. Además, Mauroy ha sido recibido por el Rey y ha celebrado una sesión de trabajo en la Moncloa, asistido de sus colaboradores frente al presidente González y los ministros de Asuntos Exteriores y de Economía y el secretario de Estado para las Relaciones con la CEE.
El encuentro de El Hosquillo patentiza el nuevo clima hispano-francés después de tantos años de exabruptos e incomprensiones, pero no ha podido dejar de lado situaciones asimétricas. En primer lugar la diferencia de funciones asignadas en los sistemas políticos respectivos al presidente del Gobierno español y al primer ministro francés, enseguida la diferencia de apreciación que una y, otra figura tienen arte la opinión pública de cada país y, por último, el desequilibrio abierto por la pesada realidad de que Francia sea condición necesaria para solucionar decisivos problemas españoles. La política de reconciliación hispano-francesa que sin arredrarse a las críticas y negándose a toda demagogia impulsó Fernando Morán, presenta algunos resultados pero todavía no ha llegado al estadio de ser irreversible.
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